Fernández Palma: “Dimos un paso atrás en la siembra directa”
Un pionero de la siembra directa, analiza sus limitantes y el futuro del sistema que cambió la forma de hacer agricultura en la Argentina.
En la historia de la agricultura moderna, el nombre de Gastón Fernández Palma aparece entre aquellos protagonistas del cambio que significó la siembra directa. Fue uno de los fundadores de la Asociación Argentina de Siembra Directa (Aapresid) y ocupó la presidencia en dos períodos desde 2008 a 2012. Además fue presidente de la asociación Maizar.
—¿Qué opina del desarrollo de la siembra directa?
—La siembra directa es irreversible. No se volverá a los métodos tradicionales, en primer lugar porque hay disposiciones internacionales de la Unesco y de la FAO y el departamento interdepartamental de riesgo climático. Sin embargo, hoy se ven muchos más lotes trabajados a nivel tradicional, no con arados, sino con rastras y cincel porque junto con el proceso de “agriculturización” en el mundo, no solamente en Argentina, aquí por malas políticas económicas para el sector de los diferentes gobiernos, se ha producido un retroceso en el mantenimiento de aquellos “santuarios” de la ganadería, donde la agricultura teóricamente no debía haberse instalado. Se produjo un proceso de “agriculturización”, básica- mente también por impulso de los mercados internacionales por la presencia de China y porque le convenía al gobierno de ese momento. Así se generó un intenso proceso de “sojización” que llevan a romper uno de los parámetros de la siembra directa, porque no hay rotación de cultivos.
—¿Cuáles son las limitantes para el sistema?
—Apareció el problema de las malezas resistentes, que podría haberse producido de la misma manera pero más tarde, porque se hizo el control con un solo herbicida, que era el glifosato. Se dejó de utilizar la agronomía química clásica de manera coherente. Eso trae un gravísimo problema de degradaciones hídrica y eólica y resistencia de malezas. Eso no es atribuible a la siembra directa, sino a la mala praxis y aplicación equivocada de fenómenos que están incluidos en procesos que incluyen a la siembra directa. Hay que sacarse la careta, otro motivo es la concentración del poder económico a partir de la aparición de los pools, que ha significado la ruptura de una cadena de producción sustentable, para dar lugar a una agricultura extractiva y economicista. Eso también ha provocado una merma de los verdaderos valores de la siembra directa. Haciendo un balance, no hemos dado un paso adelante sino uno pequeño hacia atrás.
—¿Cómo revertirlo?
—Con una participación activa del Estado a través de leyes que legislen sobre el uso del suelo. Deberíamos tener una ley de suelo que regule y una de arrendamientos que cubra dos aspectos, el positivo para quien alquila su campo y que no pase donde el arrendatario se quedaba adentro y no pagaba, la otra parte que cubra el riesgo quien alquila el campo, porque como se está haciendo alquileres a un año es casi imposible desarrollar un plan técnico a cuatro o cinco años con las rotaciones adecuadas.
—¿Cómo imagina la agricultura del futuro?
—El tema es mantener los rastrojos en cobertura y utilizar los suelos correctamente. No se puede seguir haciendo soja en suelos con 1% de materia orgánica y una elevadísima temperatura en el norte y encima sobre suelos de desmontes. Se tendrá que trabajar intensamente en el control de las malezas resistentes, habrá que volver estudiar toda la farmacopea, su uso y esperar que mediante la investigación se consigan mecanismos de acción para controlar esas malezas que afectan a todo el mundo agrícola.
“Hay que mantener los rastrojos en la cobertura y usar bien los suelos”