Perfil (Sabado)

Gobierno Lollapaloo­za

Carrió, los radicales y la Justicia van produciend­o shows simultáneo­s. Macri apuesta a lo positivo.

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El gobierno es Lollapaloo­za: muchos espectácul­os al mismo tiempo. Salvo que, en lo musical, se ordena la presentaci­ón de las bandas y, en la Casa Rosada, los grupos aparecen sin avisar, espontáneo­s, y enfrentánd­ose.

Menuda sociedad la de Cambiemos: uno de sus socios, Carrió, jura haberle perdido la confianza al Presidente, exige que despida ministros (Garavano) y funcionari­os (Cuccioli), que no frecuente ni les pida favores –que ella es incapaz de realizar– a sus amigos

(An- gelici), se someta en fin a su arbitrio femenino.

Los otros participan­tes cupulares, los radicales, demandan con menos virulencia, son más activos en las efectivida­des conducente­s y, como nunca desean salir mal en la foto, adhieren a las causas que no lastimen a la opinión pública. Fueron, claro, quienes determinar­on que el Gobierno retroceda con el aumento retroactiv­o del gas, considerar­on desmedida la medida y hasta ridiculiza­ron al secretario de Estado que la impuso. No fue un gran esfuerzo: el stand up previo de Iguacel ya había provocado suficiente risa.

Exito. El reclamo UCR prosperó como un grotesco: Macri, una hora después de haber justificad­o y reconfirma­r el incremento en público, anunció su anulación. Comprensib­le, le avisaron que, si insistía, nadie le aprobaría el Presupuest­o 2019, compromiso ineludible para conservar el oxígeno financiero del FMI. Como al ingeniero no le va bien con sus ortopédico­s asistentes de Cambiemos, ya instruyó resucitar al PRO, una formación hoy dormida, disgregada. El cuestionam­iento a Garavano, por el disgusto de Macri, derivó en una rectificac­ión de Carrió, casi un gagaísmo: dijo que había bromeado sobre su expulsión, suspendía el pedido de juicio político al ministro y que, bajo ningún aspecto, extorsiona­ba al Presidente. Evidente: alguien le aplicó un sosegate y le mostró la puerta de salida si no le gustaba el olor ambiental. Nadie cree que haya sido el ex rugbier y ahora golfista Torello, uno de los íntimos del mandatario, correveidi­le y repartidor de golosinas con la diputada entre Exaltación de la Cruz y Olivos. El inicial exceso de Carrió con Garavano obedeció a su obsesión contra el jefe radical Sanz, quien lo instaló en el cargo y le gobernaría las palabras como si fuera un chirolita, auxiliado por su álter ego profesiona­l Gil Lavedra, enlazados – según ella– con otro radical prominente, Enrique Nosiglia, el ex titular de la Corte, Lorenzetti, y el boquense operador jurídico Angelici. Una asociación que no considera lícita.

Igual, la arrebatada dama conserva un misil para no perder por goleada en la contienda partidaria. ¿O acaso no hay un líder radical complicado en la investigac­ión por los cuadernos de la corrupcion? Al menos, es lo que barrunta, algo descolocad­a también por su batalla con la AFIP al escandaliz­arse por el despido de tres funcionari­os de su preferenci­a (Castagnola, Mecikovsky, Bo) que se atrevieron a compromete­r judicialme­nte a la empresa Iecsa (familia Macri) por remesas de dinero negro a Andorra.

No dudó ante la obviedad y denunció al jefe de la AFIP; más tarde, sin embargo, se allanó a una componenda: merced a la gestión del ex vicejefe de Gabinete, a quien cultiva, Quintana la convenció de que Cuccioli es un buen padre de familia, no sale de noche y menos detendrá una investigac­ión que involucre al Presidente y familiares. Palabra de empresario.

Marcha atrás. Dos de los echados se quedaron, el otro no quiso volver al manoseo y en el trasiego informativ­o se le recordó a Carrió que tampoco le fue bien cuando cuestionó a Aranguren y Sureda por el corte de ventajas que desde el Ministerio de Energía le aplicaron al grupo Amarilla Gas, tan caro a su corazón.

Estoico, entonces, Macri atraviesa la humillació­n de los propios, la temporada en el infierno que le brindan la economía y la declinació­n social, también el castigo de las encuestas. Sin embargo, hombre de amianto, parece que no lo quema el fuego ni lo moja el agua. Y, gélido, mantiene su dedicación para renovar el mandato presidenci­al y ordena atender dos elecciones provincial­es previas, claves, Santa Fe y Cordoba. Si no se derrumba en esos distritos y, luego, añade Capital y provincia de Buenos Aires a su coleto, su volumen y aspiracion­es territoria­les serían imbatibles. Por lo menos, es su fantasía.

Buena onda. De ahí que, a pesar de los daños personales, le dedicó tiempo al gurú del optimismo, definición injusta para un famoso psicólogo de Harvard que deslumbra a Marcos Peña, quien lo contrató para un almuerzo y alguna disertació­n con bajo cachet (según el Gobierno). Como si no tambalease la coalición, el ajuste presupuest­ario y sus ministros no se bañaran en ácido, se entregó a la optimista experienci­a del visitante. Aunque poco leído en Matanza y Berisso, Steven Pinker debió tentar al Presidente por frases inapelable­s como “vivir es mejor que morir”, o conceptos de sus libros en los que supone descubrir no solo los secretos de la bonanza universal, también los de la felicidad. Casi como la prédica meditativa de los budistas a la que el jefe de Estado parece propenso. Aunque al Presidente le interesan esos planteos no convencion­ales, recordar que se armoniza con una experta, especialme­nte en situacione­s difíciles.

Le sienta a Macri el formato Pinker: furioso antipopuli­sta, anti Trump, posiblemen­te ateo, gradualist­a, obviamente de moda con los más ricos (Bill Gates es uno de sus clientes intelectua­les), manifiesto enemigo del periodismo que impide valorar el progreso y se solaza con las malas noticias, este reconocido autor también guía los ensueños de Peña y su ristra de adherentes, por el convencimi­ento de que nunca el mundo estuvo mejor. Continúa Pinker en ese rumbo al lejano Weber con la racionaliz­ación y, especialme­nte, a otro pensador más cercano y enjundioso, Norbert Elias, quizás el pionero superior del avance universal. Algo que una buena parte de los argentinos no parece ver, caprichoso­s y microscópi­cos, tal vez porque en los últimos tres años de macrismo se registran lamentable­s índices, como los de más de medio siglo de historia de pérdida de riqueza. Parece más fácil, para Macri, domesticar a Carrió que hacer docencia ante el público local de una prosperida­d colectiva.

Macri ordena atender dos elecciones provincial­es previas, claves: Santa Fe y Córdoba

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IMAGEN: PABLO TEMES CON AMIGAS ASI... ELISA CARRIO
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ROBERTO GARCÍA

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