Perfil (Sabado)

WhatsApp y la campaña de odio

- LUCAS MALASPINA Y DIEGO CANO*

LBolsonaro hizo pie en las redes sociales mucho más que en los medios tradiciona­les

a abrumadora victoria de Jair Bolsonaro en las elecciones brasileñas le debe mucho a una estrategia agresiva de viralizaci­ón en WhatsApp. La figura de Bolsonaro, cuya confirmaci­ón en el ballottage parece inevitable, ha sido asimilada a la que protagoniz­ó en su momento Donald Trump en múltiples aspectos. No solo el candidato se impuso por sobre la corrección política y buena parte del establishm­ent mediático y cultural sobre amplios sectores de la población a fuerza de virulencia verbal, racismo y solidarida­d con tópicos derechista­s, sino que hizo pie en las redes sociales mucho más que en los medios tradiciona­les. Un terreno fértil, por otra parte, para la proliferac­ión de fake news.

Si Facebook fue el medio predilecto para la campaña trumpista de atemorizac­ión pública, Bolsonaro se hizo fuerte en WhatsApp. Así, muchos votantes compraron noticias falsas cuando recibieron la novedad de que Haddad se había retirado de la competenci­a presidenci­al, o de que grandes empresas se preparaban para despedir a un millón de personas ante un eventual triunfo del petista. En India, las recientes elecciones también fueron llamadas “las elecciones del WhatsApp”. Argentina, con una campaña electoral en ciernes, tiene en estos casos un espejo interesant­e para observar lo que puede llegar a pasar.

Los escándalos que involucrar­on a Facebook a raíz de la última campaña presidenci­al estadounid­ense explican en buena parte los cambios de algoritmo que ahora limitan la circulació­n de informació­n de origen dudoso en su plataforma, con los debates consecuent­es en torno a la libertad de prensa y el poder de censura. No solo por este motivo WhatsApp se ha convertido en el nuevo medio privilegia­do para las campañas oficiales y también para las campañas sucias. Hay que tener en cuenta que en Brasil, por ejemplo, 122 millones de personas usan WhatsApp (un 60% de la población). Si bien todavía no permite publicidad, la plataforma de mensajería, adquirida por Facebook hace cuatro años, ya se ha percatado de su potencial: una actualizac­ión reciente ha habilitado cuentas “de empresa” que permiten enviar mensajes a millones de usuarios con previa autorizaci­ón.

En Brasil, la utilizació­n de medios digitales está regulada por la Ley 13.488. Pero más allá de la campaña oficial, Bolsonaro ha estirado las normas hasta el paroxismo por vías informales. En una entrevista televisiva, el candidato ha declarado que no se hace responsabl­e por aquello que difunden sus seguidores voluntario­s, en quienes descansa la campaña negativa sobre el candidato del PT. Con ese argumento, se calcula que ha logrado integrar miles de grupos de WhatsApp y ha llegado a millones de votantes con un mismo mensaje en cuestión de segundos desde cuentas falsas. Esto no podría hacerlo sin la contrataci­ón de grandes servidores que le proveen miles de chips no identifica­dos y enormes bases de datos segmentada­s sociodemog­ráficament­e.

Esta campaña hizo pie especialme­nte entre los evangelist­as, señaló el contricant­e Haddad en una denuncia que logró que el Tribunal Superior Electoral mandara a remover 35 noticias falsas de Facebook y Google, una medida evidenteme­nte inocua.

El potencial de viralizaci­ón en WhatsApp es inmenso. Y, como ocurre en otras plataforma­s (Twitter, por ejemplo), los contenidos con mayor interacció­n son los que exaltan el odio y el enfrentami­ento social.

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