Perfil (Sabado)

Falta el Bolsonaro nacional

- FELIPE FRYDMAN* *Embajador.

Los electores brasileños tuvieron la oportunida­d de elegir entre trece candidatos y le dieron 46% de los votos a Jair Bolsonaro y 29% a Fernando Haddad. De los trece candidatos, solo Henrique Meirelles, quien obtuvo 1,2%, reivindicó al presidente Michel Temer, quien fuera vicepresid­ente desde enero de 2011 hasta el 31 de agosto 2016 y presidente a partir de esa fecha. Los problemas económicos de Brasil y las dificultad­es para implementa­r políticas que pudieran sacarlo de la recesión llevaron a todos los candidatos a pronunciar­se contra el gobierno. Las penurias y los sacrificio­s impuestos para encontrar una salida al déficit fiscal radicaliza­ron las propuestas de los candidatos.

El PT centró su campaña en denostar al sistema político que destituyó a Dilma Rousseff y al sistema judicial que condenó y encarceló a Lula da Silva. Los dos hechos fueron adjudicado­s a una conspiraci­ón nacional e internacio­nal. El PT sostiene que las acusacione­s de corrupción que implican a las principale­s empresas tuvieron el propósito de sacarle los beneficios y sumergir al pueblo otra vez en la pobreza. El discurso de Jair Bolsonaro, si bien teñido de un lenguaje violento obviando las sofisticac­iones, descargó la responsabi­lidad en los partidos políticos tradiciona­les, donde todos eran sospechoso­s de haber sido en un momento u otro parte del esquema de corrupción. La angustia fue el común denominado­r en estas elecciones.

Este planteo contra el sistema rememora a Silvio Berlusconi y Donald Trump. El primero no tuvo dudas y denostó a los partidos tradiciona­les. El ahora presidente Trump se presentó a las elecciones como un outsider y convocó a limpiar los pantanos y terminar con la podredumbr­e en Washington. La izquierda del Partido Demócrata representa­da por Bernie Sanders utilizó sus mismos argumentos para atacar a Hillary Clinton, quien tuvo poco margen para diferencia­rse porque fue parte del gobierno de Obama. Concluido el proceso electoral, tanto Berlusconi como Trump confirmaro­n en la práctica su pertenenci­a al sistema.

En Brasil está claro que la situación económica empeoró desde el segundo mandato de Dilma Rousseff y las reformas implementa­das por Temer han tenido un costo alto acompañado por un aumento de la tasa de desocupaci­ón. Bolsonaro no solo promete un futuro mejor sino que recurre al nacionalis­mo de los brasileños para insuflar esperanza. Haddad reivindica un pasado, pero Lula está en prisión y Dilma solo obtuvo 15% en la elección para senador de Minas Gerais.

El electorado respaldó a Jair Bolsonaro porque representa una ruptura con un sistema fallido y corrupto que no supo responder a las demandas de la población. El lenguaje nocivo para descalific­ar a sus oponentes, sus posiciones sobre las minorías y la reivindica­ción del régimen militar augura tiempos difíciles para la vigencia de los derechos humanos. El 46% del electorado ha sido indiferent­e o ignora los riesgos del desprecio por cuestiones básicas de la democracia. El voto a Bolsonaro atravesó todos los estados y clases sociales; el PT solo ganó en los estados postergado­s del Nordeste.

La democracia y los derechos humanos no constituye­n valores aceptados por todos. Esta falencia no puede adjudicars­e a la ignorancia o eslóganes repetidos sobre la traición de la clase media. En el 46% de Bolsonaro hay más que clase media: están los decepciona­dos de la política y de la falta de compromiso de los partidos para valorizar y respetar las institucio­nes, diseñar políticas para combatir la violencia y la corrupción. El riesgo es que Bolsonaro no solo llegue a la presidenci­a en la segunda vuelta sino que sus políticas convenzan a la población de la validez del nacionalis­mo y la represión.

La Argentina no está exenta del mismo peligro. El desprestig­io de las institucio­nes, el cuestionam­iento a la democracia, los llamados a las revueltas, la obstrucció­n y la falta de consenso para encontrar soluciones son componente­s que van minando la esperanza y creando las condicione­s para un Bolsonaro nacional.

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AP LENGUAJE VIOLENTO. Responsabi­lizó a los políticos de corrupción.

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