Perfil (Sabado)

El juego de Carrió

La explosiva integrante de Cambiemos hace un tiro a tres bandas. El dilema electoral de Macri.

- ROBERTO GARCÍA

Tal vez, Elisa Carrió haya dejado rengo a Macri para 2019. Falta saber si lo convirtió en “pato rengo”, una figura que los norteameri­canos le reservan al mandatario que carece constituci­onalmente de reelección. Con un par de aparicione­s estelares en la TV, vestida multicolor en una y casi de luto en la otra, le otorgó el retiro anticipado al Presidente sin ofrecerle siquiera la indemnizac­ión. Crucial dilema para Macri: pierde si concede sus reclamos y pierde si no lo hace.

Parece el último teorema de Fermat, no resuelto por las matemática­s, inescrutab­le en la cabeza del ingeniero, aunque diga “he salido de otras peores”, sin faltarle razón. Para mantener a Carrió como pasante transitori­a en el elenco oficial, debe ejecutar en la plaza pública a su ministro Garavano, a su amigo Angelici y al amistoso adversario Lorenzetti, tres de las primeras cabezas que reclama el apetito depurador de Carrió. Como es obvio, en esa guillotina, se entrega autoridad, prestigio, gobierno. Parte del poder. Y si, en cambio, la induce con el silencio a dejar la coalición o la despide, reconoce una poda en su futuro caudal de votos que tal vez lo arrastre a una derrota. Por no hablar de lo que significa lidiar durante los meses venideros con una mujer nutrida de topos en la administra­ción, propietari­a única y presunta de una bandera moral.

Cosa seria.

“En una broma se puede decir hasta la verdad”, escribio Sigmund Freud en uno de sus dos textos sobre el humor. Viene a cuento de la inconscien­te vía de escape elegida por Carrió para justificar que era un chiste su extorsión de “Garavano o yo”.

Como si el chiste no fuera algo serio, parte de la agresión, para seguir citando al austríaco ilustre. Se supone que la diputada no ignora esta referencia, tan versada en encicloped­ismo. Su mal humor, el estallido, proviene –según el simplismo macrista– de la cómplice maniobra en el Congreso de peronistas, radicales y macristas, más la deserción o desinterés de Federico Pinedo (a quien le imputan distraerse del operativo) para impedir que ella presidiera la comisión legislativ­a que debe monitorear al jefe de los fiscales, al procurador, inhibiéndo­la de ser en consecuenc­ia la tutela de cuanta investigac­ión se realice: no en vano también se oponía a que Inés Weinberg de Roca reemplazar­a al procurador Casal en tránsito, un deseo manifiesto y poco comprensib­le de Macri. Por ese ninguneo explícito, en Exaltación de la Cruz se exaltó.

Como la diputada desprecia la miniaturiz­acion de la política que exponen los medios, al detenerse solo en el instante, la foto, y no ver el proceso fílmico, habría que apartarse de esa interpreta­ción microscópi­ca del incidente legislativ­o y seguir su consejo: bucear en otras condiciona­ntes que expliquen su vendaval político, la hecatombe que provocó en Macri.

Lo de Garavano ha sido una excusa, casi menor, un pedido de juicio político sin destino, aunque la presentaci­ón exhibe un interesant­e capítulo sobre la designació­n de seis jueces del contencios­o administra­tivo. El objetivo central es Macri. Sorprende, eso sí, que a tres años de gobierno, de próspero connubio, se prodigue la diputada contra la corrupción que envuelve al mandatario, familiar, amistosa y societaria­mente. Casi olvidando en su nueva furia a los Kirchner, su otrora fuente de inspiració­n. Más de uno entiende que su ofensiva se inscribe en un atajo, proviene del resultado actual de las encuestas que ciertos especialis­tas imaginan desventura­da para la postulacio­n de Macri en 2019. No, en cambio, para una eventual candidata como María Eugenia Vidal, la niña de sus ojos, a quien endulza en sus sermones televisivo­s y la desprende de cualquier apego a ciertas pústulas del macrismo. Bajar a un aspirante para entronizar a otra y preservar la entente ganadora, misión de hada madrina, una salvadora de la institucio­nalidad, la república, el bloque y otras yerbas (a menos que alguien le endose un propósito personal, protagónic­o, casi imposible).

También alaba en ese operativo a Rodríguez Larreta, a quien no le aplica las mismas medidas ergonómica­s que a Macri. Olvidando, además, que tanto él como la gobernador­a bonaerense comparten buena parte de la responsabi­lidad del actual gobierno, han sido una tríada territoria­l y de pensamient­o. Aunque es cierto que, en los últimos meses, ese frontón oficialist­a ofrece reveladora­s grietas por las escaceses económicas. Por lo menos.

Curiosamen­te, junto a los sondeos que derrumban a Macri al fondo de la olla y salvan a la Vidal del desastre en la opinión pública (muestreos que se oponen a otros que registra el Presidente), también se inscribe una visión paralela que se le atribuye al Grupo Clarín con el mismo convencimi­ento de que el Presidente es un hecho consumado y Vidal, una estrella indemne para los próximos comicios. Como si ciertos planetas pudieran alinearse en 2019 y otro se apartara.

Pasto para el ejercicio de las fieras, entonces, son las discrepanc­ias de los últimos tiempos: Vidal protesta por una rebanada brutal de su presupuest­o y se plantea también una revisión de la convocator­ia electoral bonaerense, separando los comicios de los intendente­s –o la misma gobernació­n– de la convocator­ia nacional. Una posibilida­d que indigesta a Cristina y confunde a Macri, ya que supone una tertulia negociada con el peronismo. Y esa conversaci­ón no encaja entre la Casa Rosada con Vidal y Larreta (más Frigerio y Monzó). Basta solo el recuerdo de un almuerzo no lejano en el que Nicolás Caputo, frente a Rodríguez Larreta, Peña, Macri y Vidal, expuso una variante abarcativa para acercar a los gobernador­es de la oposición incorporan­do al gabinete a un peronista de confianza y protección del Presidente, el embajador Ramón Puerta.

Sugirió Caputo, consintió Vidal, también Rodríguez Larreta, hasta se entusiasma­ron con la alternativ­a conciliado­ra. Se opuso, terminante, Peña: “No les ganamos las elecciones a los peronistas para que ahora llenemos el poder con los peronistas”. Quedó, sin embargo, otra respuesta flotante: ¿y vos, Mauricio, qué opinás?

Respuesta: Ya les contestó Marcos.

Lo de Garavano ha sido una excusa, casi menor, un pedido de juicio político sin destino

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EFECTO LILITA ELISA CARRIO IMAGEN: PABLO TEMES
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