Perfil (Sabado)

VINO, PASTAS Y UN JABALI

Suaves colinas y largas playas de arena con restaurant­es de calidad son el denominado­r común de varios pueblos etruscos sobre el suroeste de la Toscana. Bolgheri, San Vincenzo y la Bahía de Baratti, indispensa­bles.

- BERNHARD KRIEGER*

La avenida de cipreses más famosa de Italia sube en línea recta desde San Guido a Bolgheri. Tiene una extensión de casi cinco kilómetros. Los más de 2.500 cipreses que flanquean el camino son el símbolo de la región. Los árboles resisten desde hace más de cien años las tormentas de invierno y el intenso calor del verano.

A principios del siglo XX, casi ningún turista visitaba esta región pobre situada al sur de la ciudad portuaria de Livorno. Los habitantes practicaba­n la caza en los bosques, pescaban en la costa y cultivaban frutas, verduras y trigo en los campos. Las uvas solo servían para elaborar sencillos vinos caseros. La región se despertó después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el turismo de playa se trasladó del mar Adriático a la Toscana. Pero fue el éxito de sus vitivinicu­ltores lo que sacó a la región de

45 minutos dura el viaje en coche entre Pisa y Bolgheri

su letargo.

El Sassicaia, el Ornellaia y el Masseto son algunos de los mejores vinos del mundo. Forman parte del selecto club de “supertosca­nos” que nacieron a principios de la década del 70, cuando Piero Antinori inventó el Tignanello. En vez de apostar por la variedad de uva sangiovese, la que más abunda en la Toscana, Antinori creó un vino totalmente nuevo.

Los grandes vinos de Bolgheri señalaban a los gourmets el camino al extremo suroeste de la Toscana, una región que ofrece a los visitantes algo más que viñedos, colinas amenas y ciudades medievales: el mar. Desde Bolgheri y Castagneto Carducci, la playa está a solo un cuarto de hora. Desde el castillo de Bolgheri ya se puede ver el mar al fondo de la avenida de cipreses. Playas de arena de varios kilómetros se extienden entre poblacione­s

donde pequeños balnearios, bares y restaurant­es están agrupados unos junto a otros.

Más bonitas que las playas de arena gruesa cerca de Bolgheri son las de fina arena blanca al sur de San Vincenzo. Esta pequeña ciudad es el centro marítimo de la región con sus cientos de yates de vela y motor.

Encima de la bahía de Baratti, a 170 metros de altura, se encuentra la localidad de Populonia con su fortaleza. Con sus bahías solitarias y caminos estrechos, el parque montañoso en la costa entre Populonia y Piombino atrae a ciclistas y senderista­s. Y una y otra vez la mirada se dirige a la isla de Elba.

En Baratti, los yates de vela anclan delante del restaurant­e “Canessa”, uno de los muchos restaurant­es de pescado en este tramo de la costa con una buena relación precio-calidad. Lo mismo vale para el “Santa Lucia”, en Marina di Castagneto Cardu-cci, con su excelente linguini con langosta, y para “El Faro”, en Cecina Mare.

El lugar culinario más desta- cado en la costa es “La Pineta”, en la playa de Marina di Bibbona, un restaurant­e distinguid­o desde hace varios años con una estrella Michelin, por su cocina mediterrán­ea clásica.

Para los gourmets, el suroeste de la Toscana es un paraíso porque ofrece ambas cosas: pescado y la cocina regional, abundante en carne. A pocos kilómetros de la playa, uno se olvida del mar, también en los callejones y en las pequeñas plazas de Bolgheri con sus numerosos bares de vinos y restaurant­es románticos. En la terraza, cubierta de vides, de la “Taverna del Pittore” debe probarse la pappardell­e al cinghiale. “La pasta ancha con salsa de jabalí es la especialid­ad de nuestra región”, dice el propietari­o del restaurant­e, Goffredo d’Andrea. El jabalí también se sirve en la “Osteria Magona”, el templo de los platos de carne de la zona. Al igual que en “La Pineta”, también la carta de vinos del “Magona” tiene el formato de un libro. Pero lo mejor son los precios: los restaurant­es en el suroeste de la Toscana solo cobran pocos euros por muchos de sus vinos, lo que invita a tomar más que una sola copa.

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FOTOS: SHUTTERSTO­CK
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DEUTSCHE PRESSE AGENTUR CLIMAPERFE­CTO. Entre mayo y octubre, las temperatur­as no bajan de los 22 ºC, pero incluso en verano en el agua de mar no hace más de 22º C. Los valles son suaves y los pueblos están pegados entre sí, llenos de restaurant­es.
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FOTOS: SHUTTERSTO­CK AL GRAN VINO. Tras la Segunda Guerra Mundial, la producción vinícola sacó a la región del letargo. Sassicaia, Masseto y Tignanello son algunos de los emblemátic­os.
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