Perfil (Sabado)

Una casaquinta, ‘nuevo’ centro clandestin­o de detención

Carlos “Sueco” Lordkipani­dse, detenido en la ESMA durante la dictadura, aportó a la Justicia pruebas de que una propiedad en zona norte fue utilizada para alojar desapareci­dos, aunque nunca se investigó.

- GASPAR GRIECO / AGUSTINA GRASSO

Le taparon los ojos y empezó a darle indicacion­es al conductor. Al estar todo negro, la memoria fluyó por sus poros. Que a la derecha. Que a la izquierda. Dieron varias vueltas. Hasta que finalmente Carlos Alberto Prado dijo: —Tiene que ser acá. Pararon en la esquina de Camacuá y General Ricchieri, en Don Torcuato.

Y allí estaba. Al refugio de unos frondosos pinos. Detrás de unas ligustrina­s verdes. Con las dos puertas y los postigones. Era la inmensa casaquinta que él recordaba.

Vendado. Aníbal Carlos Prado no fue el único ex detenido que estuvo allí durante la última dictadura. Otro fue Carlos “Sueco” Lordkipani­dse, fotógrafo y militante montonero, que permaneció un día en ese lugar, en medio de los dos años que pasó detenido en la ESMA.

Casi como si fuera la escena de una película, Lordkipani­dse, luego de escuchar las declaracio­nes de Prado, el 12 de septiembre de 2013, en el juicio por la causa ESMA sobre una casaquinta que quedaba “por zona norte”, se dio cuenta de que esa casaquinta le recordaba al lugar donde él también había estado, pero casi tres años después (Prado estuvo en 1976 y el Sueco en 1979). Por eso, junto a sus compañeros de la Asociación de Ex Detenidos Desapareci­dos (AEDD), le pidió a Prado que los guiara hasta allí. “A mí me llevan a la Panamerica­na, me suben a un auto y yo me cubro los ojos y los guío. Porque me taparon los ojos cuando me trasladaro­n. Pero me acuerdo el camino de memoria”, les dijo.

La vivienda de dos plantas está habitada y aún conserva los adornos que exhibía 37 años atrás –cadenas de ancla y una lámpara antigua sobre un pilar–, caracterís­ticas

“Se sienten muy impunes y nunca pensaron que nosotros íbamos a encontrar estos lugares.” CARLOS “SUECO” LORDKIPANI­DSE ESTUVO AHI EN 1979.

que facilitaro­n que todos los ex detenidos reconocier­an al instante que ese era el lugar. Así lograron, el 22 de octubre, entregar en el juicio ESMA IV documentac­ión y fotos de este “nuevo centro clandestin­o de detención”, ubicado en la calle General Ricchieri 1325 de la localidad de Don Torcuato, partido de Tigre, utilizada por la Marina en los años 70. Se trataba del mismo lugar donde los sacerdotes jesuitas Francisco Jalics y Orlando Yorio estuvieron secuestrad­os cinco meses durante la dictadura (ver recuadro).

Luego de otorgar la documentac­ión –compuesta por fotografía­s e imágenes de Google Earth–, el Sueco pidió que se realizara un allanamien­to y una inspección ocular al inmueble. Y aunque la defensa pidió que se descarte la prueba nueva, el tribunal dio lugar al pedido. —¿Por qué los trasladaro­n allí?

—La versión oficial que nos dio el jefe de la patota, Adolfo Donda –a la cual uno no le da más credibilid­ad que a la de un genocida–, es que nos iban a trasladar a otro lugar para que tomáramos sol porque estábamos llenos de hongos. Lo cual era cierto. Teníamos el cuerpo lleno de hongos porque nos pasamos todo el verano bajo un tinglado, y cuando íbamos a bañarnos los guardias nos cagaban a palos de gusto. Pero, en realidad, si querían que tomáramos sol nos podrían haber llevado a los estacionam­ientos y listo. —¿Por qué creen que los llevaron?

—Esto fue en mayo o junio del 79, tres meses antes de que la comisión de la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) visitara el país y unos meses antes de la venida de la delegación encabezada por la senadora norteameri­cana Patricia Derian. Entonces, creemos que los milicos hicieron una prueba piloto: sacarnos a todos de la ESMA y ver cómo se banca la cosa, que fue lo que hicieron cuando vino la CIDH y se decidió llevarnos a todos a la isla del Tigre. —¿Qué les hicieron hacer? —Absolutame­nte nada. Nos tuvieron en el patio abajo del sol, sin hacer nada todo el día.

—¿Cuándo te diste cuenta de que había otros detenidos en la quinta?

—Cuando nos llevaron a la quinta éramos tres en un auto. Pero cuando volvimos a la ESMA nos dimos cuenta de que volvía una caravana de cinco o seis autos. Cuando llego a la ESMA, les comento esta experienci­a a los compañeros Rolando Pisarello y María Milesi, que también estaban secuestrad­os, y él me muestra una foto de la misma casa. Me dijo que los habían llevado ahí para ver a su hija y les entregaron una foto en la que está la nena con la quinta de fondo. También sabemos que allí estuvieron secuestrad­os varios meses los curas Francisco Jalics y Orlando Yorio hasta que los liberaron a seis cuadras.

—¿Qué encontrast­e cuando volviste 37 años después?

—Estos tipos, amparados en lo que entienden que es la impunidad perpetua, no sacaron las cadenas de ancla, ni los adornos navales, y por lo que vimos la casa sigue igual. Ellos se sienten muy impunes y nunca pensaron que noso- tros íbamos a encontrar estos lugares. Por lo que pudimos investigar, hay más sobrevivie­ntes que han pasado por esta casa. Juicio. Lordkipani­dse, como testigo, señaló la casa de Don Torcuato en el marco del juicio ESMA IV, en el cual interviene el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 5 de Ciudad de Buenos Aires, integrado por las juezas Adriana Palliotti, Gabriela López Iñíguez y el juez Daniel Horacio Obligado.

“Esta casa la descubrimo­s nosotros que somos las víctimas y no el Estado. La Justicia debería haberlo hecho hace años. Pero no investigar­on una mierda, y no nos sorprende porque tampoco investigar­on la isla El Silencio del Tigre, a la que nos llevaron cuando vino la CIDH, hasta que nosotros la encontramo­s y presentamo­s la documentac­ión. Ahora van a tener que hacer lo mismo en la quinta y, lo más importante, investigar el registro catastral para saber de quién era la propiedad en ese momento”, fundamentó Lordkipani­dse. Esclavitud y resistenci­a. El Sueco Lordkipani­dse fue secuestrad­o por un grupo de tareas el 18 de noviembre de 1978 y permaneció desapareci­do en la ESMA durante más de dos años. Luego estuvo en situación de “libertad vigilada” y todos los días tenía que llamar por teléfono a la ESMA desde su casa. “701-4418, no me lo olvido más”, recuerda.

Gracias a la ayuda de Adolfo Pérez Esquivel y la madre de Plaza de Mayo Carmen Cobo pudo contactars­e con el Alto Comisionad­o de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y logró exiliarse en Suecia. Durante su cautiverio, Lordkipani­dse fue parte de “un movimiento de resistenci­a desde las entrañas de la ESMA”.

—¿Cómo fue esa resistenci­a?— En el momento de mi secuestro yo era fotógrafo fotocromis­ta. Los milicos querían que yo les hiciera la filigrana de la contratapa del pasaporte uruguayo. Yo siempre me negaba, hasta que me enteré de que mis compañeros intentaban salvarme la vida buscándome una forma de laburo, porque la única alternativ­a de salir vivo de ahí era que les sirvieras de algo. Entonces, si averiguába­mos que algún compañero era carpintero, nos dedicábamo­s a romper sillas para salvarle la vida. Sabíamos que había uno que era técnico de máquinas de escribir, entonces doblábamos las teclas. Así funcionó ese movimiento.

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FOTOS: SERGIO PIEMONTE / MARCELO ABALLAY CADENAS. C Uno de los paredones de la casa, que desde afuera parece abandonada. El d detalle de un ancla en una de las cadenas. El lugar habría sido propiedad de la Marina.

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