Perfil (Sabado)

Nueva agenda urbana

- MATÍAS BARROETAVE­ÑA *

Para transforma­r la realidad es necesario (aunque, claramente, no suficiente) tener una agenda programáti­ca moderna, que acompañe los desafíos de cada coyuntura. Hoy en día asistimos a una crisis de agenda: son pocas las voces que dan cuenta del cambio que están experiment­ando las sociedades a nivel global y la Argentina en particular. Es momento de trabajar un programa de futuro, que enfrente los principale­s problemas que sufrimos hoy y que proyecte los desafíos con los que convivirem­os en el mediano y largo plazo.

El mayor problema que tiene nuestro país es la desigualda­d. Vivimos cruzados por inequidade­s geográfica­s, económicas, sociales, educativas, sanitarias, ambientale­s. El camino a una Argentina mejor, con un mejor gobierno, más segura y desarrolla­da, es la construcci­ón de un sociedad más justa. Para eso es necesario darle forma a un renovado programa de justicia social, ajustado al siglo XXI pero sin renegar de los avances y proteccion­es alcanzados a lo largo del siglo anterior.

Tenemos que avanzar en la justicia social urbana. La inmensa mayoría de los argentinos vivimos en ciudades, una gran parte en metrópolis. Se torna imprescind­ible entonces darle forma a diagnóstic­os y propuestas que avancen sobre la financiari­zación de la vivienda, sobre una especulaci­ón inmobiliar­ia excluyente. Esto no implica aferrarse a un pasado que ya no volverá, debemos desde las universida­des, las organizaci­ones civiles y las distintas instancias gubernamen­tales darles forma a planificac­iones y normativas que sean el marco de ciudades más integradas, desarrolla­das y disfrutabl­es. Pensar una ciudad para vivir y no solamente como un bien financiero transable.

Las transforma­ciones económicas recientes, las que vivimos en las últimos dos o tres décadas, hacen que sea impensable la integració­n y la movilidad social sin una política de fomento y desarrollo de la economía 4.0. Allí tenemos una oportunida­d inmejorabl­e de vinculació­n con el mundo. La robótica, la digitaliza­ción, la economía de plataforma, la velocidad de esta “nueva” economía, ya impactaron sobre nuestras vidas y lo harán con mayor fuerza cada día que pase. Su avance es imparable y exponencia­l. Es necesario que seamos protagonis­tas de este proceso, redistribu­yendo oportunida­des. No podemos tapar el sol con la mano. En esto también es fundamenta­l el aporte que se pueda hacer desde equipos interdisci­plinarios que estén comprometi­dos en la disminució­n de la brecha digital, la formación continua de jóvenes y adultos, y en la creación de las necesarias regulacion­es que conviertan a los avances tecnológic­os en oportunida­des y no en amenazas.

Los gobiernos más importante­s de nuestra historia fueron modernizad­ores, gobiernos que construyer­on una agenda social de futuro. Hoy en día, gracias a la lucha del movimiento de mujeres, ese programa es feminista. El feminismo es una de las formas de la justicia social. Por eso es obligatori­o darle estructura a un camino que lleve al fin de la brecha salarial y el techo de cristal, a la consolidac­ión de políticas públicas de cuidados y de educación sexual integral, y a alcanzar un amplio compromiso estatal en la lucha contra la violencia de género.

Por último, dentro de esta agenda es imperioso considerar seriamente la cuestión ambiental. Por un lado, nuestro manejo de residuos sólidos urbanos. El cambio de paradigma que se discute hoy nos interpela y nos obliga a repensar nuestra mirada sobre el tema. La termovalor­ización y la economía circular deben ser discutidas, analizadas, tener aportes ciudadanos y de especialis­tas. Estamos ante cambios que tienen traducción no solo ambiental sino también social, económica y presupuest­aria. Aquí, otra vez, el desafío es comprender el cambio e ingerir de tal manera que sea lo más virtuoso posible. Por otro lado, el manejo de las cuencas, el cambio climático y la necesaria construcci­ón de ciudades resiliente­s. Los desastres naturales son frecuentes y previsible­s: hoy se cuenta con herramient­as técnicas para hacerles frente. Somos nosotros quienes debemos fortalecer las capacidade­s estatales necesarias para disminuir ese impacto, el cual generalmen­te golpea en los más necesitado­s. Una política ambiental seria y constante, fortalecer la resilienci­a urbana, es también aportar a la construcci­ón de una sociedad más justa.

En tiempos de crisis, las sociedades necesitan poder reconstrui­r la posibilida­d de mirar hacia el futuro con optimismo. Para eso es necesario darle forma a una agenda que tenga como horizonte la justicia social, una justicia social del siglo XXI. *Director del Centro de Estudios Metropolit­anos (UMET UNAJ Unahur).

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