Perfil (Sabado)

Al servicio de su majestad

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¿Qué es lo que tiene que hacer un hombre para que su pareja, de la que se acaba de separar, lo perdone? La serie británica

El guardespal­das, emitida por Netflix, da una respuesta posible a esta pregunta. El Sargento Budd (Richard Matten) vuelve de la guerra de Afganistán con problemas de estrés postraumát­ico. Se le asigna la custodia de la ministra del Interior, Julia Montague (Keeley Hawes). No solo la protege, sino que empiezan un romance secreto. Dicen que la primera relación que se tiene después de separarse no va a durar mucho. Acá pasa eso. Esta es una de las singularid­ades de la serie. Los arcos narrativos que hubieran servido para todo un primer capítulo en cualquier serie yanqui acá solo son el preludio de la primera entrega.

La tensión del cortejo entre el Guardespal­das y la Ministra que nos podría haber tenido en vela –o aburridos– toda la temporada hasta su consumació­n, acá se disipa en el tercer capítulo. En la superficie, El

guardespal­das habla de política, paranoia y terrorismo. En la intimidad, habla de las relaciones rotas de las personas, de la manera en que, como decía García, olvidamos y volvemos a amar. O no. Un thriller veloz que tiene pocos capítulos para dar cuenta de todo. Pero la cara del sargento Budd, sus expresione­s, creando un personaje inestable e imprevisib­le, hace que la serie tenga profundida­d psicológic­a, aunque algunos cabos queden sueltos en el final y parezca un poco forzado. La serie tendría que haber terminado cuando Budd llora por todos los corazones solitarios, en el gabinete psiquiátri­co de los servicios secretos de la reina.

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