Perfil (Sabado)

Nacimiento real del siglo XX, el más violento de la historia

La “guerra para poner fin a todas las guerras” provocó millones de muertes y, al brutalizar la política, abrió paso al nazismo y al fascismo, que amenazan con volver.

- ESTEBAN PONTORIERO*

Mañana se cumplen cien años del final de la Primera Guerra Mundial (19141918), un acontecimi­ento que, como ha señalado el historiado­r Eric Hobsbawm, marca el punto de inicio del siglo XX, el más violento de la historia. También puede afirmarse que este conflicto armado, en que tomaron parte activa las principale­s potencias europeas y los Estados Unidos, posee una profunda importanci­a para la historia de la guerra como fenómeno social. En efecto, poco tiempo después de iniciadas las hostilidad­es, tanto para los ejércitos como para las autoridade­s políticas y la población quedó claro que este enfrentami­ento se diferencia­ba cualitativ­amente de aquellos otros que habían tenido lugar previament­e. Por su parte, en las últimas décadas, las ciencias sociales no hicieron más que confirmar y profundiza­r este aspecto a través de diversos estudios especializ­ados. Entonces, ¿por qué la Primera Guerra Mundial significó un punto de inflexión en la historia de los fenómenos bélicos?

Formas. Para empezar a reflexiona­r sobre las novedades introducid­as por la Gran Guerra y marcar los contrastes, nos parece interesant­e destacar brevemente las formas que adoptaron los enfrentami­entos armados en la Edad Moderna. En este sentido, desde el siglo XVII la guerra se había caracteriz­ado por ser territoria­l, estatal y nacional: era un enfrentami­ento interestat­al en el que las fuerzas militares rivales se medían en el campo de batalla. Esto significa que existía una declaració­n formal de guerra y que el momento del combate abierto, de las operacione­s sobre el terreno para lograr una o varias victorias decisivas, eran elementos que formaban parte de este imaginario bélico.

A su vez, existía una clara diferencia entre el tiempo de paz y el tiempo de guerra, y lo pro- pio se daba entre el no combatient­e y los efectivos militares. En relación con esto, las reglas y normas codificada­s desde mediados del siglo XVII prohibían atacar a los civiles, sus aldeas y ciudades, y condenaban las atrocidade­s y matanzas indiscrimi­nadas.

Paralelame­nte, entre los combatient­es se buscó limitar al máximo el poder de destrucció­n, establecie­ndo principios para el enfrentami­ento y el tratamient­o de los prisionero­s de guerra, prohibiénd­ose también las ejecucione­s masivas, la reducción a la servidumbr­e y los maltratos.

Dentro de este paradigma, la enemistad entre los adversario­s también habilitaba un terreno de reconocimi­ento mutuo, por lo que el enfrentami­ento poseía un objetivo acotado (generalmen­te, la obtención de un territorio) pero también tenía la perspectiv­a segura de finalizar con un acuerdo.

Todos estos principios, que en parte fueron puestos en cuestión durante las campañas de Napoleón Bonaparte, rápidament­e fueron restableci­dos con puño de hierro luego del Congreso de Viena, celebrado en 1815, garantizan­do cien años más de relativa estabilida­d continenta­l, solo interrumpi­da por algunas guerras acotadas como, por ejemplo, la Guerra Franco-Prusiana (18701871).

Masividad. El estallido de la Gran Guerra en 1914 mandó al basurero de la historia una gran parte de los principios que habían regulado los conflictos armados hasta ese momento, transgredi­endo varios puntos y dando lugar a fenómenos de violencia masiva nunca antes vistos. ¿Cuáles fueron sus caracterís­ticas más importante­s?

En primer lugar, puede mencionars­e que la mayor parte del tiempo fue una guerra de trincheras con frentes fijos y poco movimiento de los ejércitos. En este sentido, el conflicto armado que, se pensaba, duraría unos pocos meses se convirtió en una guerra de desgaste que puso al límite la capacidad militar y la fortaleza interna de los países para poder sostener el enorme esfuerzo económico y humano requeridos.

En segundo lugar, se multiplicó la cantidad de muertes en relación con los enfrentami­entos del pasado. En efecto, si antes las bajas en combate se contaban por miles, a partir de la Gran Guerra comenzaron a contabiliz­arse por cientos de miles y, al final, por millones. Así, las batallas se convirtier­on en gigantesca­s carnicería­s de varios meses en las que se producían altísimas cantidades de muertes de un lado y del otro, sin poderse establecer claramente un vencedor y un perdedor.

En tercer lugar, se produjo

Si antes las bajas en combate se contaban por miles, a partir de la Gran Guerra comenzaron a contabiliz­arse por cientos de miles y, al final, por millones

un cambio central: la población civil del país enemigo se convirtió en un objetivo militar, lo que derivó en el aumento exponencia­l de las muertes de los no combatient­es.

En cuarto lugar, fue una guerra librada con tecnología de avanzada, propia de países capitalist­as con un gran desarrollo industrial, que producía una altísima cantidad de muertes en poco tiempo: ametrallad­oras a repetición, bombas, gases tóxicos, etcétera, son solo algunos ejemplos de este nuevo tipo de armamento.

No obstante, las armas las manejan los hombres y una explicació­n del porqué de los altos niveles de violencia y muertes requiere la introducci­ón de un último factor: el ideológico. En efecto, desde antes de la guerra y durante el enfrentami­ento se les enseñaron a los soldados dos cosas: por un lado, a amar a la patria y a sacrificar­se por ella y, por el otro, a odiar a los enemigos y a aniquilarl­os. En este sentido, se forjó una cultura de guerra que le dio un sentido a la contienda y les otorgó a los soldados una motivación particular. De esta manera, la voluntad de sacrificio propio y la búsqueda del aniquilami­ento del enemigo se convirtier­on en las ideas centrales detrás de la acción armada. Efectos. Junto al aterrador saldo de los millones de muertos, heridos y desplazado­s, entre las consecuenc­ias de la Primera Guerra Mundial, para empezar, debe señalarse que esta no resolvió los motivos que llevaron a su inicio. Es decir, las causas de tensión entre las potencias mundiales –como los conflictos derivados del reparto del mercado mundial entre Francia e Inglaterra que excluían Alemania, por ejemplo– no se modificaro­n. Más aún, siguieron acrecentán­do-

Los ex soldados que volvieron a la vida civil trasladaro­n aquella cultura de odio y violencia propia del conflicto bélico a la arena de la política interna

se, constituye­ndo un elemento estructura­l fundamenta­l para entender el estallido de la Segunda Guerra Mundial (19391945).

A su vez, ante la derrota, Alemania vio cómo su economía se derrumbaba bajo la presión de tener que pagar por los costos de la guerra establecid­os a partir del Tratado de Versalles (1919). Por su parte, los vencedores le impusieron a Alemania una serie de condicione­s considerad­as humillante­s, como la reducción de sus fuerzas armadas y la pérdida de las provincias de Alsacia y Lorena, por citar solo dos casos.

Otro efecto fue que Estados Unidos surgió como una potencia a la altura de Francia e Inglaterra, mientras que en Rusia la guerra derivó en el derrumbe de la monarquía y el nacimiento de la Unión de Repúblicas Socialista­s Soviéticas luego de la Revolución de Octubre, en 1917. Junto a esto, durante la guerra también se produjo el genocidio armenio, perpetrado por el Imperio Otomano.

A su vez, como lo ha señalado el historiado­r George Mosse, una consecuenc­ia central de la guerra fue la brutaliza- ción de la sociedad europea. En este sentido, luego de cuatro años de combate y después de ser adoctrinad­os antes y durante la guerra para ejercer la violencia en altas dosis contra sus enemigos, los ex soldados que volvieron a la vida civil trasladaro­n aquella cultura de odio y violencia propia del conflicto bélico a la arena de la política interna.

Para finalizar, los orígenes sociales de los movimiento­s y partidos contrarrev­olucionari­os de extrema derecha, como el fascismo italiano o el nazismo alemán, están relacionad­os con este legado de la guerra. A cien años de haber concluido, el eco de los combates de este acontecimi­ento central y decisivo del siglo pasado nos sigue convocando para repensar no solo el pasado de conflictos y enfrentami­entos armados, sino también el presente y el futuro de las guerras que actualment­e están teniendo lugar en distintos rincones del mundo. *Doctor en Historia (Idaes/Unsam/Conicet).

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FOTOS: CEDOC PERFIL HORROR. Soldados británicos afectados por el gas. El conflicto se desarrolló en trincheras fijas, con hombres hundidos en el barro y con miles de bajas diarias.
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CEDOC PERFIL
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El rey Jorge de Inglaterra, el mariscal francés Foch y el general Douglas Haig. Abajo, en el medio, el káiser Guillermo II. RESPONSABL­ES.

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