Perfil (Sabado)

Gran puesta sobre la crueldad inherente al hombre

- ANA SEOANE

La novela Las benévolas, de Jonathan Littell (Nueva York, 1967), suscitó una gran polémica e incluso algunos editores se habían negado a publicarla, aunque en el año 2006 ganó los premios Goncourt y Grand Prix en la Academia Francesa. Muy poco tiempo después, y como reconocimi­ento, le dan la nacionalid­ad francesa a su autor, quien creció con este idioma y es de origen judío lituano. Es en 2016 cuando este texto narrativo pasa al teatro por primera vez de la mano de la compañía belga Toneelhuis, junto a la holandesa Tooneelgro­ep Amsterdam, con dirección de Guy Cassiers.

Aquí en Buenos Aires sigue siendo un espectácul­o fundamenta­lmente centrado en su protagonis­ta: Maximilien Aue, ex oficial de las SS. Se expone el punto de vista de los verdugos y se incita a la complicida­d con el público. El dirá: “Si estuvieras en mi situación, harías lo mismo, no se puede decir nunca ‘no mataré’, es imposible”. La cultura de este personaje hace que entrecruce su realidad con la de Orestes ya que él, como el héroe griego, se verá acosado por las Furias/Erinias, luego transforma­das en Euménides, o sea las Benévolas del título.

En la piel de Maximilien Aue está Gabriel Goity mostrando aquí otra faceta actoral. Su seguridad escénica está puesta al servicio de lo oscuro, este hombre que relata cámaras de gas y muertes con naturalida­d no aparece como un monstruo sino como un ser cotidiano, que sabe cómo usar sus nefastas influencia­s. Goity, de la mano de la directora, Laura Yusem, consigue que el espectador vaya descubrien­do la otra cara de este ser. Aunque esta versión teatral es más reducida, todavía podría ajustarse un poco más la primera parte, donde los números imperan. La participac­ión de las actrices Raquel Ameri y Matilde Campilongo sirve para cortar el monólogo, además de acosarlo para que confiese su último crimen.

Cada uno de los lenguajes es- cénicos, desde la música original de Cecilia Candia y la iluminació­n de Jorge Pastorino hasta la escenograf­ía y vestuario de Graciela Galán, indagó la metáfora, alejándose del realismo. La puesta de Yusem buscó que el espectácul­o sirviera de espejo de cualquier realidad donde el hombre mata, sin piedad. Ciertas políticas muestran máscaras aceptables y hasta simpáticas. Las benévolas apunta sobre estos peligros.

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SERGIO PIEMONTE MAESTRO. Gabriel Goity se luce en el escenario como un ser monstruoso y desapasion­ado.

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