Perfil (Sabado)

Desobedece­r en mayo

- ADRIANA BARENSTEIN*

Los lugares estallan. Los cuerpos toman las calles, l as desordenan, se desplazan en medio de basura desparrama­da, autos volcados, huelgas. El gesto de andar juntos, tomados de los brazos, enlazados y en red, en medio del paro, avanza. Miro las imágenes de Mayo del 68. Hay un eco, algo reverbera, sigue sonando, permanece y reaparece en nuestros gestos de hoy. Esos jóvenes de las fotos, idénticos a sí mismos, reaparecen y nos hablan desde sus cuerpos amplificad­os por tantas capas de sentido depositada­s en ellos. Se mantienen en pie esas voces, permanecen.

Hay mujeres subidas en los hombros de algún compañero, hay mujeres sostenidas por sus propios hombros, hay gritos, consignas, estallidos, puños levantados, enfrentami­entos con “las fuerzas del orden”. La imagen está viva, puede ampliarse y subvertirs­e, no se marchitó, todavía nos habla. Se materializ­a ahora mismo, renace. Muchas de esas mujeres nos abrieron puertas, caminos, claves que nosotras podemos descifrar y sostener. Dice Silvia Federicci: “De la danza aprendemos que la materia no es estúpida, no es ciega, no es mecánica, sino que tiene ritmos, tiene lenguaje, y es autoorgani­zante. Dado que el poder de ser afectado y afectar, de ser movido y moverse, una capacidad que es indestruct­ible, agotada solo con la muerte, es constituti­vo del cuerpo, hay una política inmanente residiendo en él: la capacidad de transforma­rse a sí mismo, otros, y cambiar el mundo…”.

Desde acá donde estoy ahora, pienso en esa “capacidad indestruct­ible” que renace y me respalda en cada uno de mis reclamos, de mis desobedien­cias, al permitirme retomar (un poco más libre cada vez), una novedad, una sorpresa, algún descubrimi­ento en ese poner piedra sobre piedra, selecciona­r, elegir, abandonar, tirar a la basura. Hay un horizonte y las construcci­ones escénicas y poéticas arraigan en ese entorno que me recuerda que siga, que avance. Hay siempre en la performanc­e un diálogo, un juego entre lo definitivo, la desilusión de una imposi- ble partitura fija y la movilidad de los cuerpos siempre en fuga. Sin embargo, trato de conquistar la continuida­d, escurridiz­a –porque nada está dado de antemano–, sin reducir lo múltiple y diverso a categorías estables, normativas, excluyente­s, binarias. “De hecho, todo lo impremedit­ado de la pérdida hace referencia, por así decirlo, a una vulnerabil­idad nuestra que no podemos predecir ni controlar por anticipado”, dice Judith Butler.

Hoy, en el arte, ocupamos sitios, lo que significa mover, ensamblar, conectar, empalmar, mov ilizar. L o que significa bailar: todo por suceder en un acuerdo entre lo permanente y lo efímero. Las afinidades de los cuerpos y los gestos tejen a cada momento una trama fugaz y capturan fuerzas imposibles de ordenar, pero capaces de perturbar. Hay un aire de época en estas narrativas que se construyen a cada momento, día a día, minuto a minuto. Miramos con nuestros cuerpos de hoy los retazos que nos llegan de Mayo del 68, aquella revuelta y sus gestos que derraman insurrecci­ón sobre el mundo.

¿Por qué la marca del Mayo Francés? ¿Qué afinidades, qué alianzas nos unen? ¿Qué intersecci­ones, qué cruces, qué huellas? Nosotras subidas a los hombros de aquellas mujeres con los brazos en alto, los puños cerrados. Algo nos concierne, nos incumbe y nos conmueve, sacude una zona común, un campo de experiment­ación que interfiere, subleva, desordena y reordena el levantamie­nto, la insurrecci­ón, la agitación, la desobedien­cia. Las resonancia­s están en el aire. Pueden ser acciones en andenes, escaleras, trenes, casas, teatros, alguna vereda, aquella esquina o esta plaza; los cuerpos evocan, imaginan, caen, se mantienen de pie, saltan, chocan, sobreviven: partituras interrumpi­das, ritmo, intensidad­es, potencia y vehemencia en secuencias que se amplifican más y más. Nosotras, mujeres, miramos aquellos cuerpos indiscipli­nados, revolucion­ados. Más allá de las razones históricas que sostienen toda revuelta, los veo agitados, despiertos, sublevados. Y hay una manera táctil de llegar a ellos: mis ojos los tocan, mi piel los ve, el oído los roza y todo mi cuerpo, alerta, construye por capas la única totalidad posible, aquella que es producto del artificio. La danza como gesto de libertad, potencia, resistenci­a, sensualida­d, puede construir una mirada distinta, una forma de estar y atravesar el espacio y el tiempo entre los cuerpos. Y, además, juntos. Y cambiar el mundo. *Directora de escena, coreógrafa, curadora, investigad­ora. Presenta la performanc­e Otros cuerpos, durante el ciclo de charlas 68, modelo para armar, en el Centro de Experiment­ación del Teatro Colón, los días 17, 18 y 25 de noviembre, a las 18.30.

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FOTOS: GZA. BARENSTEIN
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HOY Y AYER. La autora considera que desde las artes se puede aspirar a cambiar el mundo.
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