CON VIENTO A FAVOR
Hace 15 meses, el huracán Irma destrozó la isla San Martín, en el Caribe antillano. Los vuelos se restablecieron y las autoridades, tanto holandesas como francesas, estiman que el 70% funcionará con normalidad en enero de 2019.
Colinas verdes emergen del mar de color turquesa. Olas resplandecientes golpean la playa blanca. Palmeras se mecen en los vientos alisios. Así se ve la isla caribeña de San Martín desde el avión. Un paraíso de película aparentemente normal. Durante el descenso, el avión pasa sobre Maho Beach. Una carretera estrecha separa la pista de aterrizaje de la playa. Abajo, avistadores de aviones saludan con la mano, sacan fotos y sujetan sus sombreros. Sin embargo, algo ha cambiado: una catástrofe asoló el paraíso. Hace 15 meses, el huracán Irma devastó las Antillas Menores, en el este del Caribe. A estas islas pertenece también San Martín, administrada por dos gobiernos. Cólon descubrió la isla el Día de San Martín de 1493. Hoy, la región sur de San Martín es un Estado autónomo que forma parte del Reino de los Países Bajos y se llama Sint Maarten. La mayor parte de la isla, en el norte, se llama Saint Martin y forma parte del territorio francés de ultramar. El 6 de septiembre de 2017, la tormenta arrasó la pequeña isla con vientos de casi 300 kilómetros por hora. Nunca antes se había registrado un huracán más potente en el Atlántico abierto. Quince personas murieron en San Martín, once en la parte francesa y cuatro en la parte holandesa. Los daños materiales ascendieron a miles de millones de dólares. Casi todos los edificios sufrieron daños, también el aeropuerto internacional Princesa Juliana, en la parte sur de la isla, el mayor de los dos aeropuertos de San Martín. Los pocos turistas que visitan la isla llegan a una carpa sobredimensionada que sirve como sala de llegadas provisoria. En la pequeña capital de San Martín, Philipsburg, es imposible no ver las huellas de la devastación: coches abollados, árboles caídos, casas reducidas a ruinas. En la Simpson Bay Lagoon todavía yacen decenas de barcos hundidos. Muchos bares de playa, comercios y restaurantes permanecen cerrados. El paraíso ha sufrido más que algunos rasguños. En las dos partes de la isla de San Martín, el turismo representa alrededor del 90 por ciento del producto interior bruto. El complejo turístico Divi Little Bay Beach Resort permaneció cerrado durante ocho meses. La marea había inundado la planta baja del complejo. “Una pesadilla”, recuerda la directora de ventas, Joan Samson. “Tuvimos que evacuar a 206 turistas. Por todas partes había pedazos de vidrio y la piscina estaba llena de árboles”. En agosto, 34 hoteles de la isla con habitaciones para 3.900 turistas estaban funcionando nuevamente, alrededor de un tercio del total. El objetivo es llegar al 70 por ciento en marzo de 2019. En la piscina reconstruida del Divi Resort hay tumbonas completamente nuevas. Chuck y Thea Gedrich están sentados en dos de ellas. La pareja, originaria de Chicago, lleva treinta años viajando al Caribe. La isla de San Martín sigue siendo su destino favorito. Según ellos, las 37 playas de la isla son tan fantásticas como antes. El agua cristalina y los corales no han desaparecido. Sin embargo, los clientes habituales echan de menos los restaurantes de playa de Oyster Bay. “Cinco y seis bares de playa fueron completamente arrasados”, dice Chuck meneando
la cabeza. “Admiro la fuerza de esta isla. La gente es resistente”. Irma golpeó duramente a los aproximadamente 78 mil habitantes de la isla. Sin embargo, la gente sobrelleva su destino con asombrosa alegría. Los huracanes, al igual que el sol, forman parte del Caribe”, dice Samuel Alexander, quien perdió su casa, su coche y su restaurante. Sin embargo, la familia está bien y con la ayuda de algunos amigos reconstruyó su vivienda. Además, encontró un nuevo empleo como portero. En la parte holandesa de la isla han desaparecido muchas de las tradicionales casas de cedro multicolores con sus típicas tallas artesanales caribeñas. Antes de la crisis económica había aquí un animado mercado al aire libre. Joseph LeBlanc espera en el puerto a los pasajeros de un crucero para ofrecerles su artesanía. Desgraciadamente, tampoco hay muchos barcos. La terminal de cruceros permaneció totalmente cerrada durante 13 largas semanas. Desde diciembre pasado, los barcos están volviendo poco a poco. Los cruceros son un salvavidas para la castigada isla. La autoridad portuaria prevé para la temporada de invierno 2018/19 una recuperación del número de pasajeros previo al huracán. *Deutsche Presse Agentur.