Un Grinch destilado que aun así logra traducir la potencia del libro original
Entre sus milagros, Dr. Seuss, creó al Grinch, ese personaje verde que aborrece, como cualquier persona normal, la Navidad. Eterna fábula sobre reconfigurar eso que uno odia de cualquier instante donde se impone la alegría (Dr. Seuss sabía gritarle a la adultez en la cara sin que le importara si ella la escuchaba), El Grinch vuelve en versión digital, pasteurizada, sentimental y un poco estirada. Ya Jim Carrey hace algunos años y con máscara (que solo quería agigantar las morisquetas) había masticado y hecho poco y nada con el personaje que Chuck Jones, director invencible de la comedia maquiavélica, convirtió en clásico animado. Pero ahora este Grinch pierde personalidad visual aunque claro está la Navidad, el tra- zo de Dr. Seuss como vector para todo el diseño y alguna que otra libertad con menos vuelo que una gallina. Aquí el director de Mi vi
llano favorito y Sing, ¡ven y canta! junto a Scott Mosier deciden ponerse básicos. Pareciera que buscan que su historia navideña apunte principalmente a esa idea de animación que se siente más como un niñero hiperactivo que sacude colores frente a los niños antes que como una película que entiende se puede hablar a los más niños sin configurar un film como si fuera un sonajero (o iPad, ustedes sabrán). No hay margen de error entonces en su apuesta, pero sí cierto apelmazamiento que hace de las “actualizaciones”, que vienen siendo un poco de rap generado por nombres ABC1 de la producción musical y algunos flashbacks para equiparar historias entre Grinch y humano que cuida a la mamá que lo mantiene, más un lustre, o un gesto, antes que una real nueva idea para poner en circulación en un relato clásico.
El reciclaje de aquellos clásicos navideños del Norte más la apenas luminosa forma de intentar reconfigurar la idea de familia (que el cuento posee desde siempre) a veces logran su funcional cometido, pero aun así todo se siente más gas lacrimógeno que corazón bien cuidado y sentido. Hay algo que por cansancio, o por ser más un parque de diversiones Grinch que un film Grinch, la hace más peso pluma de lo que debería ser. Es un genérico que funciona, pero es un genérico cuya identidad tiene demasiadas huellas en su pasado como para regurgitar de forma tan amable.