DE MOSCU A ULAN BATOR
El trayecto en tren dura dos días y medio y pasa por cinco husos horarios. El viaje total recorre 6.305 kilómetros, se pasa la noche en hoteles y hay excursiones opcionales en las paradas.
Esta es la auténtica Rusia, ahí afuera”, dice Konstantin Tsarkovsky mientras mira por las ventanas sucias del tren, que pasa junto a bosques casi infinitos de abedules y pinos en la nieve, que domina el paisaje de octubre a abril, entre Kirov y Ekaterimburgo. Konstantin viaja en el ferrocarril transiberiano desde Moscú a la ciudad siberiana de Kemerovo para visitar a sus padres. El joven ruso ha reservado un asiento en la clase más económica del tren, en un compartimento donde se apiñan casi cincuenta pasajeros. Hay un constante ir y venir en el vagón. El viaje dura dos días y medio y cuesta 70. En la parte posterior del convoy hay dos vagones especiales de la clase Zarengold(oro de los zares), en donde viajan turistas que quieren vivir el “sueño de invierno” del tren transiberiano. A estos vagones solo tienen acceso pasajeros previamente registrados. Azafatas amables hacen las camas en las cabinas, sirven bebidas y pasan la aspiradora por las alfombras. El viaje en el transiberiano lleva al pasajero al lejano oriente de Rusia, de Moscú a Ulan Bator, la capital de Mongolia, y pasa por cinco husos horarios. Un viaje de 6.305 kilómetros alternado con pernoctaciones en hoteles, excursiones en autobús, una cata de vodka, un tour en trineo tirado por caballos por el bosque invernal, un sauna y un concierto de música clásica. Moscú, donde comienza el viaje, es especialmente bonita durante la época navideña, con sus calles comerciales resplandecientes. El transiberiano sale de la estación terminal de Yaroslavsky, con su hermosa fachada. Las estaciones ferroviarias de Rusia son perlas arquitectónicas llenas de columnas teatrales y palaciegas, lo mismo en Krasnoyarsk que en Irkutsk. El viaje en el transiberiano en invierno es mucho más solitario que en verano, cuando muchos más turistas se suben a los vagones. En la vastedad del paisaje cubierto de heladas domina el color blanco y en las ventanas del tren se forman flores de escarcha. Para los extranjeros, el tiempo es un tema de conversación permanente. Durante el viaje nocturno a Irkutsk, Irkutsk la temperatura cae a 31 grados bajo cero, un nivel récord en el trayecto. De día, nadie permanece al aire libre más de lo necesario, ni siquiera en excursiones cómodas. El lago Baikal, que en realidad es un mar interior, es una de las aguas más mágicas del mundo, que en invierno adquiere un encanto especial. De los embarcaderos en la orilla de Listvianka cuelgan carámbanos. Durante una excursión en barco, el viento en la cubierta superior corta la cara de forma implacable. Un viaje en telesilla hacia las montañas próximas a Listvianka cambia la perspectiva. En Ulan-Ude, el tren transmongólico se separa del clásico tren transiberiano y pone rumbo a Mongolia. En Ulan Bator, la estación final,
el aire está impregnado del humo de estufas de carbón. Vienen a la mente recuerdos de Genghis Khan. Aquí, los monasterios budistas han sustituido a las iglesias ortodoxas de Rusia. La última excursión nos lleva a la “Suiza mongólica”, el parque nacional montañoso de Gorkhi-Terelj. Una visita espontánea a una familia nómada que posee cientos de animales, en su mayoría cabras de Cachemira y ovejas, y dos grandes yurtas cómodas como alojamiento de invierno. En el interior, los anfitriones ofrecen a los huéspedes, en sofás cama, leche enriquecida con vodka. Un pedacito de auténtica Mongolia como despedida.