Perfil (Sabado)

Universida­d de los hombres

- MARIA EVA KOUTSOVITI­S* *Ingeniera Civil. Coordinado­ra de la Cátedra de Ingeniería Comunitari­a.

En 1918, Elisa Bachofen egresaba en la Facultad de Ingeniería de la UBA (Fiuba), constituyé­ndose en la primera mujer ingeniera de Argentina y Latinoamér­ica.

Si bien las mujeres tenemos ya un siglo de historia en esta carrera, la ingeniería continúa siendo una disciplina de hombres.

El lugar por antonomasi­a para verificar esta afirmación es nuestra propia Facultad de Ingeniería de la UBA, donde su conducción y gobierno ininterrum­pidamente lo han ejercido los hombres.

Esta concentrac­ión de poder patriarcal se manifiesta en forma indiscutib­le en los siguientes datos oficiales:

1. El órgano de poder de la Facultad es el consejo directivo, actualment­e está constituid­o por 16 representa­ntes, de los cuales, 14 son hombres. De los 16 consejeros directivos, a cuatro los eligen miles de estudiante­s, otros cuatro son elegidos por miles de graduados/as; y a los ocho restantes los eligen exclusivam­ente unos 300 profesores, en su inmensa mayoría hombres.

Un claustro no eligió a ninguna mujer.

La lista ganadora en la última elección del claustro de graduados, que integra la actual gestión de gobierno de la Fiuba, solo esta integrada por hombres.

2. Las mujeres ocupamos solo el 15% de los cargos de profesoras titulares.

3. Las mujeres ocupamos solamente el 25% de los cargos de directoras de departamen­to.

4. Nunca una mujer fue decana en la Fiuba. Por supuesto, es el consejo directivo el que tiene la facultad de elegir al decano, hasta el día de hoy, siempre varón.

5. Recienteme­nte, el consejo directivo aprobó una resolución donde designaba consejeros graduados departamen­tales. De la designació­n de 76 cargos decidió que setenta fueran ocupados por hombres. (Resolución N° 1.130-2/10/18).

6. La mayoría de los paneles de expertos en ingeniería son integrados casi exclusivam­ente por hombres.

Paradójica­mente, la universida­d pública la construimo­s y defendemos todos los días cientos de miles de mu- jeres, trabajador­as docentes, no docentes, investigad­oras, estudiante­s, graduadas y el conjunto de la comunidad.

Aquí no solo se cuestiona la distribuci­ón de puestos de gobierno y administra­ción entre hombres y mujeres, sino también la forma del ejercicio de los cargos de poder por parte de los hombres y los procesos de toma de decisión que involucran a toda la comunidad educativa de nuestra facultad.

La universida­d de los hombres, nos impone una lógica patriarcal en el ejercicio del poder: estructura­s rígidas, verticales, disciplina­ntes, expulsivas, donde la producción del conocimien­to científico es exclusivo y validado entre hombres.

Esta lógica produce puntos de vista y modelos abstractos intentando que funcionen independie­ntemente de los contextos políticos, sociales y culturales y hasta de los propios sujetos involucrad­os.

No de casualidad la ingeniería ha abandonado su rol social y se ha mostrado indiferent­e muchas veces a la in- justicia expresada en los diez millones de pobres, en los millones de trabajador­es sin plenos derechos, en los millones de compatriot­as sin vivienda digna y sin acceso a la infraestru­ctura básica.

En definitiva, el modelo hegemónico de la educación superior tradiciona­l se autorrepro­duce y protege bajo una tutela de complicida­d que no permite que las mujeres podamos problemati­zarlo o intentar deconstrui­rlo buscando alternativ­as de gobernabil­idad, educativas y pedagógica­s, en definitiva un pensar diferente para la ingeniería de los tiempos que corren.

Cien años después de la Reforma universita­ria, tenemos pendiente un debate profundo y franco respecto a qué modelo de universida­d pública construimo­s, tenemos pendiente democratiz­ar los ámbitos universita­rios y deconstrui­r el modelo patriarcal científico-universita­rio.

La universida­d pública que nos debemos es aquella capaz de discutir un modelo de desarrollo alternativ­o, para construir un mundo donde nadie sobre, ni su dignidad política sea silenciada.

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