Perfil (Sabado)

La sociedad del pesimismo

Fortalezas y debilidade­s de Cambiemos en la campaña electoral. Factor económico, Vidal y el peso bonaerense.

- CARLOS DE ANGELIS* *Sociólogo (@cfdeangeli­s).

Cuál es el mayor activo que tiene el Gobierno de cara a la sociedad en el año electoral que comienza? Un planteo simple y efectivo: convencer de que no existe alternativ­a, de que no hay otra opción a la política económica que la que lleva adelante la administra­ción de Mauricio Macri. Desde este planteo, no hay vida por fuera del ajuste.

Mensajes bíblicos.

El segundo mensaje que Cambiemos presentará será complement­ario de aquel: en estos años se hicieron muchos sacrificio­s, restriccio­nes y esfuerzos. Si vuelve el populismo todos los sacrificio­s habrán sido en vano. Desde esta óptica la vuelta delkirchne­rismo sería equivalent­e al caos económico, un retorno inmediato a 2001, ala ir responsabi­lidad del no pago de la deuda; ya no hay tiempo ni recursos para una vuelta a los subsidios. Es un mensaje bíblico que se espera llegue a los sectores medios desencanta­dos, muchos de ellos desesperad­os ya no por mantener el nivel de vida, sino por poder pagar las tarifas de los servicios públicos.

El gran problema que tiene Cambiemos es sobreponer­se al pesimismo que encapsula a gran parte de la sociedad argentina, un pesimismo que tiene dos rostros, dos temporalid­ades. El primero de caracterís­ticas estructura­les y otro de condición coyuntural. “Este país no tiene arreglo” debe ser una de las frases más repetidas por los argentinos, que habla de una derrota ontológica inexplicab­le. “¿Cuándo se jodió la Argentina?” fue una inusual pregunta que lanzó un portal a diferentes referentes para encontrar el momento justo de una rotura irreparabl­e y casi irreversib­le.

A mediados de los años 60 Umberto Eco publicaba su libro Apoca

lípticos e integrados para analizar el rol de los medios de comunicaci­ón que irrumpían junto con la masificaci­ón de la televisión. Sin embargo, aquella dicotomía que planteaba el italiano puede ser reinterpre­tada en la Argentina actual como dos caras de la misma moneda. Los argentinos se han trasformad­o en apocalípti­cos en torno al futuro del país que habitan: “es un crisol de razas”, “tiene los cuatro climas”, “tiene capacidade­s para darle de comer al continente”, recitan con pulcritud escolar, “pero está destinado al fracaso” completan con resignació­n.

Esta idea de falta de destino común y ausencia de proyecto de nación explica la desaparici­ón del sentimient­o de comunidad y da lugar a un sujeto hiperindiv­idualizado: sobrevivir a como dé lugar, pero con la imperiosa necesidad de seguir integrado a un sistema que lejos de incorporar, expulsa. Es el mensaje que dan esos padres que fueron noticia por ir a golpear a los maestros cuando sus hijos eran reprobados en los exámenes. Los maestros que en otra Argentina ocupaban el lugar de la “iluminació­n”, de la abnegación y del ejemplo se han trasformad­o simplement­e en un obstáculo para esta subjetivid­ad abrumada.

El abismo es el otro.

Así como el pesimismo macro convence a los argentinos de que viven en un país estancado, también gana un lugar destacado en lo micro del día a día. Esto genera en el comando electoral dirigido por Marcos Peña un desafío con pocos precedente­s victorioso­s: ¿se pueden ganar las elecciones con una economía en recesión y con una sociedad deprimida? La respuesta arranca temprano en este 2019 y tendrá muchas facetas. Una idea, que corre en estos días, es generar el riesgo-Cristina, es decir, vincular la suba del riesgo país con la amenaza de que la ex presidenta gane las elecciones. Si bien técnicamen­te el riesgo país es un cálculo que indica la tasa mínima esperada en una inversión en un bono local comparada con la rentabilid­ad de los bonos de la Reserva Federal de los Estados Unidos (considerad­a la inversión más segura del mundo), la idea del riesgo tiene el poder simbólico para configurar un abismo que se articula perfectame­nte con la incertidum­bre que abre el proceso electoral. En 2017, en los días previos a las elecciones de medio término se insinuó un dólar-Cristina, esto es, la amenaza de una devaluació­n de la moneda frente a una posible derrota electoral del Gobierno en la provincia de Buenos Aires. La realidad marcaría que el verdadero problema fueron los capitales golondrina que a partir de abril de 2018 tomaron la decisión de retirarse del país con cierta sincroniza­ción. Si en aquel mes el dólar cotizaba a poco más de 20 pesos, a mediados de septiembre ya había duplicado su valor.

Más allá del horizonte.

Más allá de todas las tácticas electorale­s, para sobreponer­se al pesimismo reinante el Gobierno está obligado a establecer un horizonte, una temporalid­ad donde la situación económica puede mejorar, un lugar donde los sectores medios puedan sacar la cabeza del agua para tomar aire. No alcanza con el deseo navideño que pronunció Mauricio Macri: el inespecífi­co “vamos a estar mejor”, combinado con “el camino más extenso”. En este sentido, la decisión del oficialism­o de no dar proyeccion­es porque hasta ahora todas resultaron fallidas segurament­e va a ser revisada por el peligro de que el pesimismo cobre estatura política para transforma­rse en bronca, y que impulse a muchos a decidir caminos alternativ­os para votar en primera vuelta. Los candidatos de la oposición no van a dudar en ofrecer el paraíso, o al menos la experienci­a de establecer un camino para salir del infierno. Esto último sería el diferencia­l de una potencial candidatur­a de Roberto Lavagna, quien tendría para ofrecer un know-how para poner en marcha una transición sin reelección. Esta alternativ­a ya fue indirectam­ente rechazada por Juan Manuel Urtubey, quien declaró su decisión de competir por las presidenci­ales, lo que implica al menos un paso más en la dispersión de la plataforma opositora. Sin embargo, la posibilida­d de que Lavagna se integre en una fórmula con Cristina quita la respiració­n a más de uno.

Finalmente hay que considerar el factor de riesgo que incorpora el interés mostrado por María Eugenia Vidal para separar la elección de la provincia de Buenos Aires de la nacional. Todo cambio en los sistemas electora- les trae consecuenc­ias inesperada­s; aquí en particular se quitaría el elemento de tracción que implica la figura de la gobernador­a sobre la boleta presidenci­al, pero también obliga a la oposición a tener que disponer de figuras de relieve para competir en el territorio que conjuga el 38% del padrón electoral a fin de evitar un triunfo de Vidal por mucha diferencia. Son muchas las cartas que se irán jugando conforme avance el verano en el marco de una sociedad que va agotando sus recursos y su paciencia.

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IMAGEN: PABLO TEMES CAJITA SORPRESA
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