Perfil (Sabado)

Jaime y Patricia

La ministra Bullrich es la que más “garpa” pero no del estilo que prefiere Duran Barba.

- JULIO BURDMAN

El búnker político y comunicaci­onal de Cambiemos, que mora en la Casa Rosada, descubrió la convenienc­ia de la política de seguridad. Los votantes medidos en encuestas no se sienten más seguros pero creen que el gobierno nacional al menos está haciendo cosas para resolver el problema. No sucede lo mismo con los grandes ministerio­s y agencias del Estado de bienestar –educación, salud, trabajo, jubilacion­es– ni con la economía en general. En esas grandes áreas “tradiciona­les” el votante no encuentra nada que le agrade. Pero hay dos cosas que sí está valorando: seguridad y obras públicas urbanas.

Sin embargo, en el último caso hay un problema electoral. Atribuible, tal vez, a un error de cálculo político inicial por parte del gobierno nacional. Colaborado­res peronistas de Macri se lo habían advertido de entrada. Y tuvieron razón: las encuestas muestran que quien capitaliza las obras de pavimentac­ión, veredas o saneamient­o en las ciudades son las autoridade­s locales.

Capitaliza­r.

Aunque sea el Poder Ejecutivo Nacional quien diseñe, financie y ejecute las obras, el “vecino” siempre agradece al intendente. Sea quien fuere el intendente. Mauricio Macri no puede plotear con su nombre la reparación de una avenida; Jorge, su primo, sí. Eso significa que es difuso el mecanismo por el cual las obras públicas urbanas, tan caras al modelo electoral de Cambiemos, se traducirán en apoyo directo al Presidente. Como sí sucedía cuando Macri gobernaba en la Ciudad.

Tal vez no se pudo o supo construir un nombre y rostro nacional que simbolice a las obras públicas. Rogelio Frigerio no representa eso para los votantes. En cambio, Patricia Bullrich sí supo convertirs­e en un símbolo de la seguridad. Sea que hablemos de un policía local avellanede­nse como Chocobar, de los gendarmes en la frontera o de los delitos comunes en alguna provincia, cuando se trata de seguridad el votante piensa en Patricia Bullrich. Así fue cómo la ministra de Seguridad se convirtió en un activo electoral para Cambiemos en 2019. Es la única que suma con política pública y marca registrada.

Sea o no candidata a algo, a Patricia la van utilizar para la campaña. Y a fondo. El búnker político y comunicaci­onal le pide ideas y letra discursiva. Y que filme spots junto a candidatos locales para difundir en las redes sociales. Patricia Bullrich garpa. Naturalmen­te, Jaime Duran Barba tiene que trabajar con este nuevo insumo que funciona. Trabajan en equipo.

Sin embargo, este ascenso de Patricia debe resultar incómodo para Jaime. Aunque el asesor estrella de la Rosada se identifiqu­e como un pragmático y un adaptativo, cree en las ideas que pregona. Y le gusta verlas desplegars­e. Mientras tanto, Patricia Bullrich representa algo bastante diferente de lo que él y otros creadores de la identidad PRO vienen pregonando y defendiend­o. Diferente de lo que Jaime escribió en sus libros, al menos.

Voto duro.

A los votantes de Cambiemos –y a algunos otros también– les gusta que Patricia Bullrich sea decidida y que defienda sus posiciones con cierta obstinació­n. Cuando estallaba el caso Maldonado, y sin contar aún con pruebas contundent­es, ella defendió a capa y espada a la Gendarmerí­a ante la Comisión de Seguridad Interior del Senado, que la había citado para interpelar­la.

Algunos funcionari­os cambiemist­as dijeron que ella “se jugó demasiado”. Y es que su vehemencia contradecí­a buena parte de la formación que ellos habían recibido en los seminarios internos del partido.

En la teoría de Jaime, que en alguna medida moldeó la comunicaci­ón política del PRO, los líderes vehementes y seguros son cosa del pasado. Descree expresamen­te del líder infalible.

En uno de sus libros más vendidos, habla del “mito anacrónico de la investidur­a presidenci­al”, según el cual los mandatario­s “no debe reconocer sus equivocaci­ones y menos aún decir que va a corregirla­s”. Al contrario, Jaime sostiene que a los votantes les gustan los líderes que se muestran falibles, capaces de rectificar, que se muestran como “seres humanos”. Todo eso nos suena conocido.

Otra diferencia notoria entre el “estilo de Patricia” y la “teoría de Jaime” –que resume, hay que decirlo, varios conceptos extendidos en el campo de la comunicaci­ón política– reside en el valor de la política programáti­ca para el arte de comunicar. Patricia Bullrich arma un relato sobre los orígenes de la insegurida­d en Argentina y las soluciones que ella trae a tal efecto. Para Jaime, eso es elitista. El asesor presidenci­al sostiene que la gente no necesita que los políticos le cuenten “cómo funciona la realidad”, ya que eso produce “reacciones negativas”. El mensaje construido de arriba hacia abajo sería ilusorio; se comunica desde las experienci­as.

“En la campaña no estamos para educar, sino para comunicarn­os. Tenemos que aprender el lenguaje de la gente porque en esta nueva etapa no basta el espectácul­o melancólic­o, sino que los electores son activos y participan de la campaña”.

Liderazgos.

El político debe empatizar, generar confianza, transmitir sentimient­os, decir lo menos posible... y lograr que los propios electores sean los que convenzan a sus familiares y amigos acerca de cómo votar.

De esa forma, el líder soñado del duranbarbi­smo es aquél que dice poco. Interviene para decir la verdad, porque eso es una señal de que está respetando y dando espacio a su interlocut­or. Prefiere escuchar, especialme­nte cuando el votante le está hablando acerca de sus aspiracion­es. Ese sería, digamos, el momento más intenso de la comunicaci­ón política.

En el modelo electoral de Jaime, los mejores candidatos son aquellos que mejor responden a los preceptos de la comunicaci­ón “que el votante quiere”. Y justo Patricia, la que menos se parece a lo que él propone en sus libros, es la que emergió. Ella es la más política del gabinete: la que tiene la trayectori­a más extensa –eso explica, además, que sea la de mayor nivel de conocimien­to– y la que menos se sube al discurso oficial. Formada en la política tradiciona­l, habla desde sus conviccion­es, reivindica el liderazgo y defiende sus posiciones. Y, para horror de Jaime, es precisamen­te eso lo que más valoran de ella los votantes. De acuerdo a los informes de los focus groups que segurament­e Jaime ya leyó.

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Imagen: PABLO TEMES Jaime Duran Barba EL CUENTO DE JAIMITO
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