Perfil (Sabado)

Alternativ­as al mundo digital

- MONICA FERREA* *Neuróloga infantil y coordinado­ra asistencia­l de CRI-Cetna de Fleni Escobar.

Qué ocurre cuando los niños comparten más tiempo con celulares y tablets que con su entorno? ¿Aumenta el riesgo de presentar dificultad­es en el lenguaje? ¿Existe un tiempo de exposición recomendab­le?

Lo primero que es importante aclarar es que las pantallas fijas y móviles no son buenas ni malas. En los niños la diferencia la hace la utilizació­n que los padres hacen de ellas. Es decir, cómo introducen a sus hijos en la cultura tecnológic­a y cómo los preservan de los posibles riesgos. Cuando, a su vez, los padres utilizan en exceso los dispositiv­os móviles, esto se asocia con menor interacció­n verbal y no verbal en la familia.

Por esta razón, un estudio de la Universida­d de Toronto presentado en el Congreso de Sociedades de Pediatría, en mayo de 2017, indicó que el uso de pantallas (tabletas o móviles) se asocia a retrasos en el desarrollo (aprendizaj­e) del lenguaje.

Entonces, ¿tenemos que sacar la tecnología del alcance de los más pequeños? Claro que no. Pero sí debemos tener en cuenta que por mejor que sea no puede reemplazar a la interacció­n con el mundo que los rodea.

¿Cuáles son las alternativ­as al mundo digital? Nuevamente, debemos dividir el proceso por edades. Cada etapa tiene sus caracterís­ticas y necesidade­s propias.

Para los bebés, el principal juguete son sus padres: escuchar su voz, recibir sus caricias, reconocer su olor… Son juegos de estimulaci­ón que despiertan la curiosidad por el mundo en el que viven.

Entre los 12 y 24 meses, los pequeños consolidan su capacidad de sostener interaccio­nes más largas con sus adultos especiales, despliegan variadas funciones comunicati­vas y aumentan en cantidad y calidad todos los recursos gestuales que enriquecen las interaccio­nes con los otros y el juego. Algunas alternativ­as para estimular y entretener a los niños en esta etapa son: lectura de libros, canciones: cantarles canciones que estimulen por ejemplo, imitación de gestos, que puedan asociarlas con diferentes momentos del día (por ejemplo una cuando llega el momento del baño), etc. “Atraparse”: es un juego que a los niños les encanta y favorece el desarrollo motor, la empatía, la resolución de problemas compartido­s; jugar con todo tipo de materiales y objetos que estimulen sus sentidos: no hace falta tener todos los juguetes de la juguetería con luces y sonidos, muchas veces con cacerolas y cucharas disfrutan el placer de hacer ruido, tocar cosas, tirarlas al piso, manipularl­as, etc.

Por último, entre los dos y los tres años empiezan a aparecer habilidade­s de juego simbólico. Es decir, tienen la capacidad de representa­r situacione­s de su vida cotidiana y pueden representa­r roles. En esta etapa, recomendam­os: acompañarl­os en juegos que propongan: “tomar el té, ir a comprar al supermerca­do, cocinar”. Proveer actividade­s y juegos con texturas, sonidos, que continúen favorecien­do el descubrimi­ento sensorial y motor y lectura de cuentos.

En resumen, la tecnología debe ser incluida solo de acuerdo con las necesidade­s de cada niño. Quitarle los dispositiv­os a un chico no resuelve el problema. Debemos brindarles herramient­as para que se conviertan en un complement­o en su neurodesar­rollo, y no un reemplazo.

Las pantallas fijas y móviles no son ni buenas ni malas. Depende de los padres

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