La manada sin perdón
Dicen los diccionarios que “manada es un grupo numeroso de animales de la misma especie que andan juntos”, y algunos, como los lobos, viven en manada para cazar grandes animales en procura de su alimento. A partir de una violación con múltiples autores ocurrida en España, se comenzó a utilizar el vocablo “manada” para varios agresores sexuales, adoptándose también ahora en nuestro país esa misma denominación. En la recepción del nuevo año, en un camping cercano a Miramar, en la costa bonaerense, hemos conocido un episodio deplorable donde una “manada” de cinco jóvenes presuntamente alcoholizados habrían abusado de una niña de 14 años, que se descuenta llevaron con engaños a la carpa que ocupaban. Si bien toda agresión sexual es repudiable y merece severa condena, aquella donde la víctima es una niña y los agresores cinco jóvenes fornidos (son todos deportistas) es de una gravedad inusitada, y requiere una condena ejemplificadora y un repudio social generalizado. No son atenuantes la ingesta de alco- hol ni el supuesto “consentimiento” de la víctima, pues sabemos sobradamente que el terror ante la presencia y la acción de una “manada” paraliza cualquier atisbo de resistencia. Ya hubo participantes que admitieron haber “mantenido” relaciones con la niña, y hasta hubo familiares que después de ser indagados los detenidos, y a la salida de los tribunales, los alentaban al grito de ¡Son inocentes! ¡Todo saldrá bien!, como si finalizaran una “competencia deportiva” y no un oprobioso episodio de agresión sexual brutal. Queda claro que de esos padres y mayores solo podrán salir esos jovencitos, incapaces de respetar la condición casi sagrada de la mujer. No hay atenuantes: ni el alcohol, ni la supuesta “disposición” de la víctima, ni su consentimiento –que no es válido jurídicamente hablando– ni la equivocada creencia de impunidad. Lo hecho, hecho está, y debe hacerse carne de una buena vez en la sociedad argentina que “el que las hace, las paga”.