Perfil (Sabado)

NO SOY UN HOMBRE, SOY CANTONA

EL EX DELANTERO FRANCES ERA UN JUGADOR TAN TALENTOSO COMO DESEQUILIB­RADO. A SUS JUGADAS EXTRAORDIN­ARIAS LES SUMO POLEMICAS Y SANCIONES. OTRO LOCO DEL FUTBOL.

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We’ll drink a drink a drink to Eric the King, the King, the King. He’s the leader of our football team. He’s the greatest centre forward that the world has ever seen” (Vamos a beber un trago por Eric el rey. El es el líder de nuestro equipo. Es el mejor delantero que el mundo jamás vio). Ese era el himno en Old Trafford para saludarlo. Para acentuar su importanci­a (para asemejarse a un rey), Eric jugaba con el cuello de su camiseta levantado. Tal fue su marca personal en el United. En enero de 1995, Cantona ya era un ídolo incuestion­able. Sus acciones estaban más allá del bien y del mal. Por eso, no hace falta adjetivar lo que sucedió aquel día. Iban 3 minutos del segundo tiempo del partido contra Crystal Palace en Selhurst Park cuando el número siete del United cometió una dura infracción contra el arquero Richard Shaw. Por supuesto, fue expulsado. Cuando se retiraba del campo de juego, un hincha local, que bajó varios escalones hasta el borde de la cancha, comenzó a insultarlo. “Volvete a Francia con tu puta madre”, le dijo entre otros piropos. Entonces, Eric tomó carrera y le pegó una patada voladora espeluznan­te. Como si no fuera suficiente, después intentó pegarle una piña, pero fue detenido por su compañero Peter Schmeichel, quien lo acompañó al túnel.

El futbolista recibió una sanción de nueve meses, una multa y dos semanas de prisión, que finalmente fueron sustituida­s por 120 horas de servicios comunitari­os. A pesar de las críticas de todos los sectores, Cantona jamás se mostró arrepentid­o ni mucho menos. Sus primeras palabras tras la patada fueron: “Pido perdón a todos, al Manchester United, a mis compañeros de equipo, a los fans, a la Federación… y también quiero disculparm­e con la prostituta que compartió mi cama la tarde pasada”. Esas declaracio­nes le valieron una nueva multa, esta vez por parte del club.

Durante su ausencia obligada de las canchas, su palabra fue la más buscada por los medios británicos. Lo llamaron una, cien, mil veces. El siempre se negaba a hablar. Hasta que un día llamó a una conferenci­a de prensa. Se sentó y dijo: “Cuando las gaviotas siguen al pesquero, es porque piensan que va a tirar sardinas al mar. Muchas gracias”. Y se f ue. Los opinólogos, una de las pestes promovidas por el periodismo moderno, se sintieron desafiados como pocas veces y salieron a interpreta­r el haiku de Cantona, que era, a todas luces, una broma. “Esas palabras no significab­an nada –explicó el futbolista tiempo después–. Había mucha presión y quería aligerarla un poco. Sabía que todo el mundo se pondría a analizar lo que había dicho. Había que estar allí en mi lugar para ver la incomprens­ión en todas las caras que tenía delante”. Se retiró a los 30 años, campeón. Entonces se dedicó a la actuación. Participó de varias películas de bajo presupuest­o, en las que actuó para apoyar a la industria antes que para ganar dinero. A pesar de su relativo éxito en la pantalla grande, solo hablaremos de un filme, el que mejor retrata todo lo que significa su figura: Looking for Eric ( Buscando a Eric). El lo protagoniz­ó y lo produjo. El fue a buscar al director Ken Loach, un fanático del fútbol como todos los que disfrutaro­n de la historia. Es una película de fútbol y de amistad. Cantona hace de Cantona y deja frases para el recuerdo, como aquella que se convirtió en tatuaje: “Yo no soy un hombre, soy Eric Cantona”. En la película, dice que su mejor momento en el fútbol no fue un gol sino un pase-gol. A Dennis Irwin, contra Tottenham. Tres dedos, de primera y picándola. Un pase mágico. ¿Qué pasaba si Irwin lo erraba?, interroga su interlocut­or. “Siempre tenés que confiar en tus compañeros. Siempre. Si no, estamos perdidos”. De eso va la película. Indispensa­ble para todo amante del fútbol. Fue su mejor trabajo como actor. El personaje le cuadraba a la perfección. Eric Cantona continuó la dinastía de números siete del United iniciada por el inmenso George Best. La relación entre ambos siempre fue de mutua admiración. “Daría todo el champán que he tomado en mi vida por estar jugando un gran partido en Old Trafford al lado de Eric”, dijo alguna vez Best. Y todo el champán de su vida es demasiado champán. Cantona respondió, tras la muerte de George: “Después de su primer entrenamie­nto en el cielo, George Best, en el extremo derecho que tanto le gustaba, consiguió la admiración de Dios, que jugaba de lateral izquierdo. Me gustaría que me reservara un lugar en su equipo; quiero decir George Best, no Dios”.

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JUAN SALATINO

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