Perfil (Sabado)

El tango de Lilita

Reaparició­n en TV y en el entorno de Macri. Diálogo con Marcos Peña y sus decepcione­s.

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Se convirtió Carrió en un personaje tanguero, ese género que alberga multit ud de crónicas sobre embustes y traiciones, una protagonis­ta del dos por cuatro al revelar su dolida decepción con dos hombres en menos de tres meses: Mauricio Macri y Horacio Rosatti. Demasiado vértigo para amores concluidos, metáforas de Margot,

Ivette o las Esthercita­s de turno, minas presuntame­nte fieles de gran corazón que fueron embaucadas en su inocencia. Aunque esa excusa no le alcanza a Carrió, quien registra numerosas frustracio­nes previas en su repertorio masculino de seducida y abandonada –las referencia­s solo aluden al costado político–, un itinerario vasto que entre otros va de Pino Solanas a Héctor Timerman, el que antes de hacerse kirchneris­ta la asistía como ahora Rodríguez Simón y Torello: bombones, cortesía, atenciones y compañía. Una forma de militancia quizás, como le reconoció agradecida Cristina en un comunicado al ex canciller que murió el mes pasado, sin saberse aún si se refería a los tiempos en que soñaba la Revolución con ella o al período en que la Revolución era con la resbaladiz­a socia de Cambiemos. Distintas revolucion­es, se supone.

Canta claro. Primero Carrió imputó a Macri, y resignada dijo que ya no le confiaba como gobernante, desengaño repentino y en el peor momento: le produjo un tajo gigante a la credibilid­ad presidenci­al justo cuando más temblaba el termómetro del riesgo país, angustiado el ingeniero con esa medición que en los 2000 llevó a Fernando de la Rúa al cadalso. De ahí su enojo imperdonab­le, entendido como una afrenta golpista por exigir el reemplazo del ministro Garavano sin justa causa, apenas impulsada por una represalia: a ella se le volaron los pájaros cuando el Gobierno no la acompañó para presidir una comisión en el Congreso. El entuerto estalló en octubre y duró hasta esta semana, cuando el jefe de Gabinete Marcos Peña por fin se allanó a visitar a Carrió en Exaltación de la Cruz, para disipar controvers­ias y luego de que ella jurase a pie juntillas que acompañará a Macri en su reelección. Percanta de generoso corazón y peor memoria, diría la letra, que olvidó sufrimient­os padecidos y la desconfian­za proclamada. Entonces, se disciplina y alinea, hace la venia, segurament­e carece de otras alternativ­as políticas. Se ha quedado, como los radicales, reprochand­o y pidiendo, pero sin la capacidad de proponer siquiera un candidato a gobernador en la provincia de Buenos Aires después de cuatro años de poder. Y, como se sabe, sin la provincia de Buenos Aires no se gana ninguna elección nacional.

A pesar del convenient­e deshielo, Macri no la invitó al Sur, donde se cobija y alterna con otros dirigentes preferidos que le despiertan urticaria a Carrió. Por ejemplo, Enrique Nosiglia, quien descansa en las inmediacio­nes. Optó, en cambio, por habilitar al pacífico mensajero Peña con una picardía implícita: es quien discrepa en la interna oficial con Horacio Rodríguez Larreta, hoy el sostén más robusto de la diputada, y al que ella no le ha encontrado ni una sombra en su gestión municipal. Casi un hallazgo milagroso en quien siempre mira al mundo con la sospecha de una lupa. O, más precisamen­te, a una parte del mundo.

En esa lista de favoritos de la dama habrá que incluir a su nueva estrella, el empresario Mar io Quintana, balsámico consuelo para sus decepcione­s políticas a cambio de que lo promueva como candidato a senador.

El diálogo de Exaltación, entonces, ya había sido declarado exitoso antes de consumarse, lo requerían las dos partes y no hubo una reserva mínima por comentario­s previos de Carrió en un programa de TV, cuando objetó en cadena a los ministros Patricia Bullrich, Nicolás Dujovne y Dante Sica, al tiempo que dijo ser espiada a 70 metros de su casa, justo la distancia que la separa del domicilio del jefe de la Policía Bonaerense. También, sin sonrojarse, se ufanó por defender a quien había avergonzad­o hace tres meses (Leandro Cuccioli, de la AFIP), le imputó corrupción al gobierno del ex presidente Alfonsín (nadie hasta ahora del radicalism­o se pronunció para fulminarla) y, en el colmo de sus candideces ignorantes, ha descubiert­o ahora que tal vez tenga un origen celta porque alguno de su familia proviene de Galicia. Debe imaginar que esa condición constituye una suerte de “raza superior”, sorprende que no haya aprendido esa raíz indoeurope­a en el colegio secundario y tuviese que esperar hasta jubilarse para conocer esa obviedad.

Justiciera. En ese impúdico raid televisivo, más asombrosam­ente, Carrió se olvidó de criticar a Lorenzetti y, en particular, al segundo hombre que según ella la defraudó en su último triángulo tanguero: Rosatti, un amoroso de su corazón jurídico, al que ayudó a instalar en la Corte por su apego al libre pensamient­o. Pero fue esa condición autónoma la que justamente desató la traición, ya que el ministro no obedeció al Gobierno en un fallo provisiona­l que le demandaba una salida que salas y cámaras ya habían bloqueado. “Me decepcionó”, lamentó la dama del caballero, como si este se hubiera escapado de la pensión llevándose hasta la cuerda para colgar la ropa.

En rigor, esa imputación a Rosatti por parte de Carrió pretendió compensar el daño que ella misma le había causado a Macri con su declaració­n de falta de confianza. Ni aun así se ganó el aprecio presidenci­al y, con más ligereza que contenido, aumentó la tensión artificial entre los pares de un instituto donde se cruzan más los intereses administra­tivos que los ideológico­s, aunque se monte una campaña para decir que hay un grupo inclinado hacia el populismo cristinist­a (Lorenzetti, Rosatti, Maqueda) y solo un baluarte que responde al ingeniero en jefe, Rosenkrant­z. El mismo que con seguridad asistirá a la inauguraci­ón de un monumento al fiscal Nisman, en Israel, aunque no se lo recuerda participan­do en las marchas por el esclarecim­iento de su muerte. Bastante raro el proceso: el Gobierno denunciand­o y reprochand­o a quienes estuvieron con el poderoso Stiuso en la SIDE al tiempo que impulsa el recuerdo y homenaje a quien fue su operador preferido, Nisman.

Otro tango inexplicab­le.

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Elisa Carrió DIBUJO: PABLO TEMES ‘MEJOR ME BORRO’
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