Perfil (Sabado)

Aguas turbulenta­s internacio­nales

- LAUTARO RUBBI*

A lo largo de la historia, de 16 ocasiones en las que una potencia en ascenso estuvo cerca de rebasar a una potencia establecid­a, 12 terminaron en una guerra hegemónica, sin límites en sus medios ni sus objetivos. La guerra absoluta entre la República Popular China y los Estados Unidos no solo es posible, también es probable.

Es en este contexto en el que debe desarrolla­r su política exterior la Argentina. El de un mundo multipolar, incierto, inseguro y donde las dos principale­s potencias, que concentran más del 40% del PBI mundial, se encuentran al mismo tiempo sumidas en una constante tensión económica, financiera, comercial, política, tecnológic­a y estratégic­a. En este sentido, es probable que la tregua temporal alcanzada entre ambas al finalizar la cumbre del G20 no sea duradera. En este mundo complejo y multipolar, la clave para los Estados periférico­s como la Argentina es articular las concesione­s y las exigencias que le hagamos a cada uno de los principale­s actores.

Con respecto a los Estados Unidos, que sigue siendo hace décadas el primer afluente de inversión extranjera para la Argentina, la historia de las relaciones mutuas ya ha dejado claro el camino a seguir: una prudente e inteligent­e cooperació­n en materia de seguridad regional e internacio­nal como la lucha contra el terrorismo y el narcotráfi­co, la no proliferac­ión nuclear o la crisis en Venezuela tendrán su correlato constructi­vo en materia económica y comercial bilateral. Trump lo esbozó, a su manera, de forma clara: “Yo quiero hablar de Corea del Norte y Mauricio, de los limones”. Los eventos transcurri­dos durante las últimas semanas demuestran que el gobierno argentino captó el mensaje.

China, por su parte, es el segundo socio comercial de la Argentina y fuente de múltiples préstamos e inversione­s necesarias para el desarrollo de infraestru­ctura a nivel nacional. Además, compartimo­s el reclamo por territorio­s extraconti­nentales. Su apoyo a nivel internacio­nal es clave para lograr presión en el caso argentino por Malvinas. En términos de su política exterior, la potencia asiática suele imponer menos exigencias para otorgar concesione­s económicas. Evitar las críticas a su régimen interno y a su accionar en la región latinoamer­icana y el no reconocimi­ento explícito de Taiwán como un Estado legítimo suelen bastar para evitar enfrentami­entos que perjudique­n la necesaria relación económica bilateral.

Guste o no, esos son los términos en los que la Argentina debe tratar con las grandes potencias. Para un país periférico, el poder y la autonomía son consecuenc­ias del desarrollo, no sus antecedent­es. Si los beneficios son escasos o no son inmediatos, será menester recordar que, en palabras de Carlos Escudé, una mala po- lítica exterior, una política de confrontac­iones innecesari­as, puede hacerle un daño tremendo a un país como la Argentina, mientras que es muy modesto lo que la mejor de las políticas exteriores puede positivame­nte aportar. El desarrollo nacional necesariam­ente debe venir desde adentro, pero las condicione­s externas que las grandes potencias pueden imponer son factores clave que definen el marco de posibilida­des.

En ambas guerras mundiales la ambivalenc­ia argentina condenó su imagen a ojos de los vencedores y sus relaciones internacio­nales en las décadas siguientes. Una demostraci­ón clara de sus inclinacio­nes era necesaria. Pero en la actualidad aún no se ha llegado a tal punto de conflictiv­idad. Hasta entonces, la clave será mantener la equidistan­cia, apostar a la diversific­ación y la flexibilid­ad, y evitar alineamien­tos irrestrict­os. *Profesor investigad­or del Instituto de Ciencias Sociales de UADE. Conicet.

 ?? CEDOC PERFIL ??
CEDOC PERFIL

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina