Personajes que intentan escapar de un presente muy adverso
El cine argentino ha producido, con mayor o menor suerte, films con personajes inmersos en un destino o un presente que les es adverso y del que parecen no poder escapar. Como muestra valen tres ejemplos: El espejo de los otros, de Mar
cos Carnevale; Alanis, de Anahí Berneri, y La noche, de Edgardo Castro. La soledad, las adicciones, la prostitución fueron algunos de los temas abordados en esas películas y en esta nueva producción de la documentalista y realizadora Victoria Chaya Miranda ( Eso que llaman amor). A oscuras es una propuesta coral, y sus personajes, si bien luchan por intentar salir de esa especie de trampa que parece haberles tendido el presente, quizás no por obligación, sino por elección, carecen de la motivación necesaria para hacerlo. Al menos esto es lo que se observa a través de la lente de esta directora, que intenta dar forma a varias criaturas que conforman una fauna típica de las grandes ciudades.
Al comienzo del film se observa un taxista y su pasajero recorriendo las distintas calles de Buenos Aires. Poco después se van definiendo los perfiles de los personajes, de los que algunos adquieren un mayor protagonismo. Ellos son una actriz mayor, cuyo presente parece sumergido en su soledad, la escasez de recursos y trabajo, el alcohol y la adicción a pastillas. Le sigue un enigmático tachero; un joven que parece ser el dueño de un bar de Palermo y una aspirante a bailarina enamorada de un drogadicto y vividor que la hace hacer el baile del caño en un boliche y le consigue clientes, la prostituye. Otro de los personajes es un cafetero ambulante y una chica que atiende una farmacia. Todos ellos conforman un mosaico de situaciones propuestas por un guion demasiado endeble y cuyos textos resultan sumamente básicos. Lo que exige a la dirección definir los personajes por acciones que se repiten de manera intermitente y se convierten en un clisé a lo largo de la trama. El beber whisky, el tambalearse en la calle por la borrachera, ingerir drogas, el reclamar un afecto que nunca está, si no es a través de la especulación, son parte de una historia a la que no solo les falta poética y profundidad para darles una mayor credibilidad a estas débiles criaturas, también las transforma casi en zombis de unas existencias que van a la deriva.