Un hombre a favor de la construcción de la vida
Tampoco tan grandes es su primer film argentino. Actor consagrado, se muestra preocupado por los jóvenes que elijan la actuación. Reivindica su oficio, que le permitió crecer y ser un ser humano decente.
Puede sonar a sorpresa, pero la recién estrenada película
Tampoco tan
grandes, una comedia sentimental generacional con carisma y cariño dirigida por Federico Sosa, es la primera película argentina de Miguel Angel Solá. Al menos así lo sostiene el actor, que irradia felicidad y cariño al hablar de esta película: “Es mi primera película argentina. Cuando me convocaron Luis Puenzo y Pablo Solarz, fue por España”. En el film el actor que estrenó El último sombrero y sigue con la obra
Doble o nada interpreta a Natalio, un hombre en duelo cumpliendo el último deseo de su pareja y un personaje que Solá cuida casi como si fuera de porcelana, excepcional y radiante. Solá confiesa: “A mí lo que me gustó fue la manera de contactarme, me contaron que querían que hiciera el personaje y estuve de acuerdo con ellos. Es el personaje que dice que no hay que perder el tiempo porque es lo único que tenés para entregar a otra persona. Después, la otra persona se muere o desaparece de tu vida y te quedaste sin mostrar lo más bonito que tenés vos, que es amar. Y en el medio de esos tres chicos que huyen de sí mismos, que es donde se encuentra mi personaje, de chicos que huyen de la realidad de sus sentimientos, de sentir, con miedo a sentir (que es algo común). Un personaje extravagante, buena persona, y que quiere cumplir con lo que le ha encomendado su amor”.
—Esta es tu primera película argentina, ¿hay algo de eso que te duele o molesta?
—Como todo el mundo, lo que necesitás es sentirte necesitado. No pasa nada. Hay muchos actores y buenos actores. Este es mi pan, es mi manera
“El teatro no va bien, el cine no se produce, la televisión no se hace...”
de mostrar que valgo, que sigo valiendo. Me gustaría que me mostraran más. Pero si me llaman menos, solamente me llaman menos. Hago mi trabajo con toda el alma, con todas mis ganas, con todo mi entusiasmo y capacidad. Y me gusta hacerlo. No se puede hacer mucho si no te llaman.
—¿Es difícil ser actor en Argentina en este momento
Sí, yo supongo que sí. Creo que la gente joven la va a tener muy difícil. Aquella gente que no se ha encumbrado a través de la televisión o de la cosa fácil la va a tener muy difícil.
—¿Qué es lo que más amás de la actuación hoy día y después de tu recorrido como profesional?
—Me valoriza como persona, me ayuda a estudiar, a trabajar, a sentir que conozco cosas que en mi vida pensé que iba a conocer. He sido ingeniero, doctor, biólogo, obrero, asesino, abogado, médico. He sido cosas que nunca soñé. Y que me expresaron, porque tomando contacto con esos trabajos he logrado comprender el valor de esos trabajos. De todo lo que hay que hacer para ser un ser humano decente, capaz y probo en su profesión, y que hizo que yo lo quisiera ser de la mía.
—Hablabas de cómo los personajes de esta película están huyendo, ¿nosotros como país estamos huyendo también?
—Es una pregunta muy difícil. Creo que estamos huyendo de poner las cosas en su lugar. Estamos huyendo de querer enfrentar las profecías tipo Cambalache. Estamos huyendo de la capacidad que teníamos para aprender. A comienzos del siglo pasado la obligación era hablar dos idiomas pa- ra poder sobrevivir, y el que no hablaba tres, tocaba tres instrumentos. ¿Qué hemos valorizado hoy? ¿De qué se habla hoy? No veo una sola serie que hable de la construcción de la vida.
—¿Qué definís como la construcción de la vida?
—Veo series que los productores que las hacen, los escritores que las hacen, los directores que las hacen no quieren vivir en esos mundos. ¿Por qué entonces escriben de esos mundos? El otro día estuve en Coto, el supermercado, y subiendo las escaleras veía los dibujos de los trazados de la Ciudad de Buenos Aires, de las maravillas que se construían. Eso empezó en 1890 y terminó en 1940. Cincuenta años de locura edilicia. De traer a los nombres más importantes del mundo para construir a Buenos Aires. Yo llegué a ver los estertores de la gran ciudad. Se constr uye así, planeando lo mejor para hoy, mañana, pasado y traspasado. No solo pensando en los niños. Los abuelos tienen derecho a caminar por la calle sin romperse las piernas, sin que los roben. Se podría hablar desde la construcción, pero no se habla desde ahí.
—¿Desde dónde creés que se habla?
—Prendés el televisor y te das cuenta. Me gustaría que se hablara de la construcción de la vida, no de la destrucción de la vida. Está muy enfrentado el país y es una pena eso.
—¿Eso tiene consecuencias en la cultura para vos?
—Por supuesto que la tiene. El teatro no va bien, el cine no se produce, la televisión no se hace. Supongo también para la escultura, para la escritura, para el trabajo del periodismo. Todo es afectado cuando las cosas están así.