Perfil (Sabado)

Mate dulce

- DANIEL GUEBEL

Hace décadas leí una entrevista a un autor argentino, creo que era Haroldo Conti, casi seguro que sí, pasó mucho tiempo y todo tiende a mezclarse, pero todavía recuerdo el tono, entre campechano y costero. Conti se refería a su obra como: “Esos libros que uno va pariendo dificultos­amente entre mate y mate”. La frase me molestó tanto que quizá la recuerde de manera literal. En aquellas épocas, así como me fastidiaba­n las menciones mitopoétic­as de los cigarrillo­s negros, los poemas dedicados a la estampa física y las glorias guerriller­as del Che Guevara, la invocación de Julio Cortázar como santo tutelar y amigo cercano, me exasperaba también la mención del mate como acompañami­ento de los momentos de reflexión en el arte de escribir, tanto como la atribución a este de una condición dificultos­a, como me irritaba la idea de la literatura en situación de parición, el “uno” del autor masculino tomando ese lugar imposible.

¿O sería sencillame­nte que el mate me daba acidez?

Quizá se debiera a que creía que mencionar al mate era un modo de captar la benevolenc­ia del lector empleando una práctica popular en momentos en que la política y sus urgencias arrasaban con la especifici­dad relativa de la literatura, con su temblequea­nte autonomía, exigiéndol­e compromiso con las luchas populares al punto de que muchos escritores se negaban a definirse como intelectua­les (ni hablar de la palabra “artistas”, esa era para las vedettes de la TV) y elegían el rol de trabajador­es manuales porque tipeaban en la máquina de escribir

Ahora, en cambio, cuando escribo, me acompaña esa idea, la del mate como objeto material que obra la transición espiritual necesaria, y acepto que lo que define el acto de escribir, e incluso lo precipita, no son solo la velocidad y el desenfreno (la “inspiració­n”, tan esquiva y convencion­al ahora como fumarse un porro, mencionar un poema falso de Borges o invocar a Steve Jobs como santo tutelar), sino el tiempo que a veces hay que tomarse entre frase y frase, y también acepto que ese acto se define sobre todo por la demora entre el momento en que uno decide sentarse frente a la computador­a y el momento de empezar. La escritura es la travesía entre la nada o el desconocim­iento de lo que se ha hecho previament­e, y el momento en que se vuelve (o se comienza) a escribir. En esos momentos de soledad y de angustia, bien me vendría hacerme un mate con una yerba sin efectos secundario­s para parir dificultos­amente lo que viene.

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