Iñaki Aldao y Melania Lenoir sobresalen en gran adaptación
El curioso incidente de un perro a medianoche es un espectáculo con una concepción de espacio, una puesta de luces y unos recursos visuales de tecnología digital, todos de grandes dimensiones. Allí se desarrolla un extenso y previsible drama sobre un adolescente con una forma de discapacidad asociable al síndrome de Asperger. La representación combina diálogos que de tan sencillos parecen coloquiales, y movimientos coreográficos que rompen con el realismo y resuelven, con agilidad y dinamismo, escenas de conjunto como una totalidad compacta.
Los recursos están puestos al servicio de una inocultable vocación didáctica de la obra, que busca insuflar cierto optimismo y mostrar, por un lado, las potencialidades que toda persona con discapacidad tiene y, por otro, las limitaciones –físicas, intelectuales y, sobre todo, emocionales– que también tienen las personas supuestamente normales. No solo las luces son intensas y efectistas en esta puesta, sino que hay efectos que apuntan deliberadamente a la emotividad del espectador, como la elevación del protagonista, mediante un arnés que le permite, metafóricamente, volar, y la aparición de un cachorro blanquito, lanudo, vivo, que le lame y relame la cara, en una escena construida para conmocionar la sensibilidad
de los mascoteros.
El argumento proviene del best-seller homónimo de Mark Haddon, conver tido en pieza teatral por Simon Stephens y que ganó, por su estreno en Londres en 2013, siete premios Olivier, y luego cinco Tony en Broadway. En el relato, la neurosis familiar descripta por Freud pareciera potenciarse dentro de la familia de los Boone, que viven en torno a Londres. Christopher tiene alto coeficiente intelectual pero no puede decodificar el sentido figurado de una frase, no soporta el contacto físico y se desborda en los espacios saturados de gente y estímulos. Sus padres, Ed y Judy, han sobrellevado la difícil crianza de Chris, cometiendo, cada uno de ellos, diferentes errores y modos de escapar al hecho de ser los responsables de alguien a quien la mayoría de la sociedad no comprende y cataloga como raro.
El joven Iñaki Aldao sostiene a su personaje, con todos sus tics y permanente tensión muscular, respiratoria y vocal, más de dos horas sobre el escenario. Melania Lenoir construye una Judy que se destaca por su carnadura, fragilidad, honestidad; Pablo Alarcón la acompaña con similar capacidad para mostrar sus imperfecciones. Y Adriana Aizemberg aporta su experiencia para el alivio cómico. El resto del elenco, como coro, no tiene, salvo en algunos gags, especial lucimiento.