Perfil (Sabado)

¿Cómo se resuelve el nudo gordiano de la Argentina?

- DIEGO COATZ / UIA MARIANO DE MIGUEL / CONTEXTO CONSULTORE­S

El desafío es generar las reservas que luego se puedan acumular

La experienci­a argentina en materia de crisis cambiarias ha convencido a (casi) todos acerca de la necesidad de controlar esa variable “maldita”, con el fin de gobernar su presente y orientar las expectativ­as sobre su evolución futura. En esta materia casi nadie quiere laissez faire al mercado su propia aventura, y todos reclaman que el Gobierno y el BCRA señalen el camino del valor de la divisa y que, de ser posible, no tenga demasiadas bandas ni amplitud.

Pero intervenir no es fácil. El primer problema que surge es que existe una evidente asimetría cualitativ­a entre la función compradora y vendedora cuando el Gobierno, por ejemplo, debe intervenir. Cuando compra divisas para, por caso, sostener la cotización del dólar, lo hace con moneda que imprime, lo cual a priori no le impone ninguna restricció­n. Pero cuando se trata de vender divisas a los efectos de evitar su alza, no imprime aquello que tiene que ofrecer, por lo cual depende esencialme­nte de lo que tenga atesorado en reservas internacio­nales (de hecho, la función del Tesoro es clave para disuadir la demanda antes de que se materialic­e), o de la capacidad de financiars­e en moneda extranjera en tiempo y forma.

El segundo problema, aunque derivado de lo anterior, es que para acumular reservas internacio­nales la economía debe generarlas, ya sea a través de su cuenta corriente con el resto del mundo (vía mejoras en la estr uc t ura productiva) o a través de la cuenta financiera y de capitales (logrando ahorro en moneda local y con financiami­ento externo).

Lo ideal es conseguir divisas a través de las transaccio­nes corrientes, pero como esa cuenta es deficitari­a, se debe recurrir a la cuenta financiera y de capitales. Aquí entramos en un punto central.

La única forma de lograr un flujo de divisas superavita­rio, incentivan­do el ingreso y desincenti­vando el egreso de divisas, es garantizar al inversor financiero una rentabilid­ad a sus colocacion­es en activos locales que, calculada en dólares y neta de riesgos, supere la rentabilid­ad de un activo externo de referencia y libre de riesgos más la devaluació­n esperada del tipo de cambio.

Dos elementos son clave en ese proceso: la tasa de rentabilid­ad por colocacion­es financiera­s locales y la devaluació­n esperada. Ambas constituye­n una suerte de pulmones que permiten respirar financiera­mente a la economía en términos de divisas.

Ante ese escenario recurrente, el debate económico del país debería concentrar­se en dos puntos centrales. Uno: ¿es compatible esta condición con la acumulació­n de capital productivo y un buen desempeño de la economía real? Para ser más concretos, ¿pueden las empresas productiva­s soportar costos financiero­s con pisos tan altos y una estabilida­d del tipo de cambio que suele traducirse en apreciació­n real y merma de la rentabilid­ad?

Y otro: ¿existe alguna variable/mecanismo cuya evolución y ordenamien­to haga posible gobernar favorablem­ente los saldos de las cuentas externas, corrientes y financiera­s?

Sobre la primera pregunta, parece haber un consenso negativo entre los economista­s. Eso hace que el consenso sea afirmativo sobre la segunda. Si existiera un nivel de tipo de cambio real cuya dinámica pudiera ser estabiliza­da de modo ta l que gobierne expectativ­as, preserve rentabilid­ad y defina un patrón distributi­vo compatible con el equilibrio de la cuenta corriente externa, gran parte del problema estaría potencialm­ente resuelto (al menos desde el punto de vista técnico).

Pero de no existir tal variable y mecanismo, que es lo que creemos, el desafío de compatibil­izar un adecuado manejo de la cuenta financiera y de capitales con el crecimient­o económico y el equilibrio de la cuenta corriente externa se torna mayúsculo. ¿Se puede lograr? Sí, pero en base a acuerdos básicos en torno a una macroecono­mía favorable para la producción y para las políticas de desarrollo (sectoriale­s) que dinamicen la estructura productiva.

El nudo gordiano de la economía argentina no es exclusivam­ente económico, sino también político.

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CEDOC PERFIL DOLARES GENUINOS. Mejorar la competitiv­idad de la economía para exportar más, un objetivo.
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