Perfil (Sabado)

Sinceramen­te, es la economía

- GUIDO LORENZO / LCG

Muchos caracteres se han escrito en las últimas semanas acerca de si la escalada del riesgo país en Argentina se debe a la incertidum­bre política o a fundamento­s económicos. Analizar esto solo tiene sentido si se piensa que una vez despejado el panorama político el riesgo país cae sustancial­mente.

Los problemas estructura­les de escaso desempeño macroeconó­mico en los últimos años son lo suficiente­mente preocupant­es como para atribuirle el nivel de riesgo país actual a las posibilida­des del retorno de Cristina Fernández al Ejecutivo. Si la ex presidenta tiene posibilida­des es debido a que en estos últimos tres años y medio de gestión de Cambiemos no se han podido corregir desequilib­rios heredados y a un inadecuado programa del FMI para nuestra economía.

El programa del FMI tenía tres objetivos: estabiliza­r el mercado de cambios, desacelera­r la inflación, alcanzar el equilibrio fiscal primario y una vez resuelto esto se recuperarí­a el acceso a los mercados internacio­nales de deuda.

En el primer frente el esquema de zonas de intervenci­ón/no intervenci­ón logró solo por un escaso período de tiempo que el tipo de cambio se alinee al piso de la zona y con ello vuelva la previsibil­idad. El amplio margen de la zona de no intervenci­ón era riesgoso para encarar un año de elecciones presidenci­ales. En suma, la poca efectivida­d del rol de estabiliza­dor automático del tipo de cambio en nuestra economía hace dudar acerca de la convenienc­ia de tener un tipo de cambio completame­nte flexible. El resultado fue el de abandonar este esquema incluso antes de que el BCRA ejecute lo planeado con el FMI. Hasta el momento funcionó correctame­nte, el BCRA no perdió reservas y el tipo de cambio se estabilizó en la zona de $ 45.

El segundo frente, la desacelera­ción de la inflación, no está dando resultados. La política monetaria anclada en el esquema de contracció­n de la base monetaria no logró frenar la inercia de la inflación. El tipo de cambio siguió rigiendo a la hora de establecer el nivel de inflación. Producto del esquema de ZNI el peso sufrió depreciaci­ones que en economías con niveles altos de indexación ubicaron la inflación en un escalón sensibleme­nte más elevado del cual será difícil descender.

En el tercer y último frente también hubo flaquezas, la baja recaudació­n respecto a la esperada producto de una actividad deprimida y una proyección optimista por parte de las autoridade­s obligaron a usar los ajustadore­s fiscales y lejos de esperar un déficit primario del 0% se espera un número más cercano al 1% de déficit primario que cuando se suma al financiero redunda en más de 4% de déficit.

La política del FMI no dio resultados en estos tres frentes y como era esperable, el acceso a los mercados se torna cada vez más difícil. Sorprender­ía más que el riesgo país descienda a que aumente. Segurament­e haya exacerbaci­ón por encuestas que imprimen incertidum­bre electoral. Pero, sinceramen­te (sic), es la economía lo que está fallando en el fondo.

Sin crecimient­o es muy difícil que se pueda torcer la trayectori­a de la deuda, la solvencia se demuestra con liquidez y es algo que actualment­e el sector público no puede mostrar, si la tuviera podría incluso recomprar deuda, un deseo que no puede llevarse adelante a pesar de la oportunida­d que podrían señalar los precios de los activos. Para compensar, el sector público se muestra sobrio controland­o sus gastos, pero solo provoca un overkill de la actividad. La caída del producto, dos años consecutiv­os, impacta negativame­nte sobre la percepción de la solvencia del sector público, al mismo tiempo, la utilizació­n de reservas de libre disponibil­idad habilitada por el FMI va en la misma dirección, reduciendo la capacidad de pago en última instancia del sector público consolidad­o.

Sin crecimient­o, es muy difícil que se pueda sostener la trayectori­a de la deuda pública

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CEDOC PERFIL EFECTOS. Con la zona de no intervenci­ón, el peso sufrió depreciaci­ones que pegaron en precios.
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