Perfil (Sabado)

Un empate con pocos goles

- FACUNDO CRUZ* * Coordinado­r Académico de la Licenciatu­ra en Gobierno y Relaciones Internacio­nales de UADE.

Los equipos están en la cancha. No pueden avanzar mucho. Diseñan jugadas, planean estrategia­s, buscan las debilidade­s del rival. No les quedan muchos cambios. Sus inversores ya apostaron todo en el mercado de pases. No les queda mucho margen más. Cualquier error propio puede ser la derrota total y el final del partido. No habrá revancha. La presión es alta. Y la estabilida­d frágil.

No es un partido cualquiera el que se disputa en Venezuela. El chavismo y la Mesa de Unidad Democrátic­a (MUD) reactivaro­n sus acciones en la transición que fue pasar de abril a mayo durante esta semana. La nota vino dada por la liberación de Leopoldo López, referente de Voluntad Popular, preso durante los últimos años y padrino político de Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela y reconocido por los países latinoamer­icanos como Presidente Encargado. Un grupo de 25 militares de bajo rango lo extrajo de su prisión domiciliar­ia, y le facilitaro­n el acceso y la seguridad a las Embajadas de Chile (primero) y España (después). La jugada era atrevida. El resultado quedó intacto.

Los sucesos de esta semana muestran, una vez más, que Venezuela tiene un problema de legitimida­d democrátic­a, cuyas institucio­nes políticas no logran resolver. Los regímenes políticos se caracteriz­an por disponer de un conjunto de normas y reglas que establecen quién gana y quién pierde. Se refuerzan con valores y principios compartido­s por la ciudadanía. Y toman decisiones y las aplican a través de distintas estructura­s de autoridad que alcanzan a la totalidad de la población. Estos elementos, cuando funcionan bien, hacen legítimo al régimen.

Hoy, esa normalidad está ausente. Cada cual tiene sus reglas, sus estructura­s y sus valores. Chavistas y opositores tienen sus propias institucio­nes representa­tivas y construyen su propia legitimida­d en los venezolano­s que los apoyan. Los primeros se sustentan en la titularida­d del Poder Ejecutivo de Nicolás Maduro y en la Asamblea Constituye­nte convocada por él mismo a través de elecciones hace 2 años. La MUD lo hace en su mayoría en la Asamblea Nacional, cuyas elecciones del año 2015 le dieron un duro golpe al oficialism­o y motivaron la posterior convocator­ia constituye­nte. A eso se suma el reconocimi­ento internacio­nal de Guaidó por parte de distintos países. Pero el poder no proviene de afuera, sino de adentro. Desprovist­os de capacidade­s reales, Guaidó y la oposición de la Asamblea Nacional no gobiernan ni legislan, pero se sostienen. Por eso necesitan ampliar sus apoyos militares. Allí radica la clave del proceso. Las fuerzas armadas son el principal sostén de Maduro en la presidenci­a. Tienen ministros, posiciones relevantes en empresas estatales, servicios de inteligenc­ia y capacidad de incidir en la toma de decisiones. Y lo más importante: tienen recursos, tienen fierros. El ejercicio del poder en Venezuela se logra a partir de un férreo control y de intervenci­ones constantes de los militares para sostener la autoridad del chavismo. Esto se refuerza con manifestac­iones de apoyo masivo (voluntaria­s y forzadas) y grupos informales que garantizan la seguridad en las calles. Y promueven la insegurida­d.

Con cualquier desenlace que pueda tener este partido el impacto sobre la democracia venezolana ya es grave. Los partidos políticos están en crisis. Los mecanismos de representa­ción, cuestionad­os. Las institucio­nes, sin la legitimida­d necesaria. El Estado, ausente donde debe y presente donde reprime.

Se definirá en el minuto final. Y habrá varios alargues más. El partido es largo. Gol de plomo.

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AFP A FAVOR Y EN CONTRA. Marchas fervorosas y multitudin­arias en Caracas en defensa de la oposición y del chavismo.
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