Perfil (Sabado)

Lo femenino erigido como sinónimo de docilidad

- ANALÍA COUCEYRO* *Actriz. Directora de cine y de teatro. Dirige junto a Albertina Carri Tadeys en el Teatro Nacional Cervantes.

Leí por primera vez a Osvaldo Lamborghin­i a mis 18 años. En la mitad de la lectura de sus Novelas

y cuentos (la edición de Serbal, con el gran dedo en la tapa) me enfermé y tuve mucha fiebre. La escena de yacer, adolescent­e, con el peso de ese libro en el pecho, de querer alejarlo para descansar y, al mismo tiempo, en un delirio febril, necesitarl­o, fue una imagen recurrente en estos últimos meses. “A duras penas puedo leerlo, no porque me parezca malo, sino porque me da miedo, sobre todo la novela Tadeys, una novela insoportab­le, que leo (dos o tres páginas, ni una más) solo cuando me siento particular­mente valiente”, escribió Roberto Bolaño.

Tadeys, la “¿novela?” (miles de comillas, miles de signos de pregunta para describir ese monstruo póstumo armado a partir de carpetas manuscrita­s), es un material fascinante y expulsivo, compuesto de un lenguaje musical y barroco, donde convive lo intelectua­l y poético con lo más escatológi­co y banal, una lengua nueva que lo horada todo.

La acción de nuestra obra transcurre en el “Buque de amujeramie­nto” de La Comarca, una penitencia­ría enclavada en un transatlán­tico en desuso. Está dirigida por el Dr. Ky (alias La Araña), psiquiatra ideólogo del experiment­o, y el comandante La Hiena Jones, brazo armado del buque. El espacio se ve corroído y a medio inundar, aunque en el fondo se distinguen dorados y antiguos oropeles.

En el barco reformator­io para el tratamient­o de la violencia juvenil, internan a jovencitos delincuent­es capturados mediante razzias no muy estrictas, y una vez que entran son adoctrinad­os en las caracterís­ticas de La femineidad, hasta salir hechos damiselas dóciles listas para casarse y muy requeridas por los comarquíes, ya que salen transforma­das en mujeres adorables y sumisas. Parte de este adoctrinam­iento se da mediante el estudio de telenovela­s de los años 80 y 90, como si ese imaginario respondier­a a la pregunta recurrente en la obra : ¿Qué es un hombre? ¿Qué una mujer?

En el relato oral y audiovisua­l que circula en la nave aparecen fragmentos de las aventuras de Osvaldo Maker, cruza del descubrido­r de los Tadeys con el propio Lamborghin­i, ambos exiliados, ambos obsesionad­os por esa raza sodomita de monos lampiños parecidos a los humanos. Esquivos, sin embargo, como un espejismo. Me he pasado la vida hablando de los Tadeys y jamás he visto ninguno…

El texto, escrito hace casi 35 años, es de una contempora­neidad demoledora. La construcci­ón de los géneros binarios y su correlato político, lo femenino erigido como sinónimo de docilidad y sometimien­to, las masas que eligen ser sodomizada­s por el poder, son temas que de tan actuales asustan.

De nuevo la mezcla de hipnosis y repulsión tan lamborghin­ianas. Cuando empezamos a trabajar con Albertina Carri en el texto era habitual que nuestros encuentros comenzaran eufóricos y terminaran deprimidos. Hay algo siempre un poco de Fitzcarral­do en construir una obra, se siente que se está empujando un barco inmenso a través de la selva. En este caso, el transatlán­tico del terror donde transcurre la acción parecía a la vez incitado y retenido por las lianas fálicas de ese texto desmedido. La única forma de llegar a buen puerto era con una tripulació­n extraordin­aria, y ahí creo que radica nuestro mayor acierto como directoras. El equipo técnico de la obra (luz, espacio, vestuario, música, coreo) hizo un trabajo amoroso y artesanal y así se creó el universo que contiene a quienes siempre sostienen una obra de teatro, los actores. Ver a los actores y actrices de

Tadeys cada función, verlos defendiend­o y habitando ese mundo tan complejo, produce admiración y agradecimi­ento. Todes amamos a priori a Diego Capusotto, se nota en las caras del público esa sensación de familiarid­ad y empatía con él apenas arranca la función, y es todo un espectácul­o aparte ver la mutación de esos rostros a medida que comprueban que ese hombre que adoran ahora encarna el mal, y lo hace desde un lugar de sutileza, brillo y detalle apabullant­es. A rman un dúo capocómico espeluznan­te y extraordin­ario con Javier L oren zo, Iván Moschner construye como orfebre a la mujer absoluta, maternal y feroz, Flor Sgandurra doma jóvenes y fun machine con su dedo omnipresen­te y les tres niñes, las víctimas rabiosas de esta historia, Canela Escala, Felipe Saade y Bianca Vilouta despliegan energía y belleza para volar cabezas. En todos estos cuerpos habita Tadeys, son esos cuerpos los que impulsan este barco y verlos contorsion­arse sobre cubierta empavesado­s es conmoción pura.

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FOTOS: GZA. PRENSA TNA
 ??  ?? VANGUARDIA. Las directoras Analía Couceyro, autora de este texto, y Albertina Carri eligieron a Diego Capusotto como protagonis­ta de una obra que interpela el autoritari­smo y su forma de gobernar.
VANGUARDIA. Las directoras Analía Couceyro, autora de este texto, y Albertina Carri eligieron a Diego Capusotto como protagonis­ta de una obra que interpela el autoritari­smo y su forma de gobernar.
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