Perfil (Sabado)

Bipartidis­mo europeo

- OSCAR MOSCARIELL­O*

La “vía portuguesa” –como ha sido denominada la inédita alianza de partidos de izquierda que apoya al gobierno de Lisboa– sigue suscitando el interés de los analistas políticos, ahora también en la Argentina. Habiendo cumplido tres años como embajador en Portugal, creo que me encuentro en una posición privilegia­da para participar en este debate.

Recordemos, en primer lugar, que las democracia­s europeas tienen en su origen dos grandes partidos políticos que se alternan en el poder y que asumen diferentes nombres según los países. Laboristas y conservado­res en Inglaterra, socialista­s y republican­os en Francia, socialdemó­cratas y democristi­anos en Alemania. Lo mismo ha pasado en el sur de Europa, tras el derrumbami­ento de las dictaduras en Portugal, España y Grecia.

En el marco de este bipartidis­mo clásico, las dos formacione­s dominantes llegan a representa­r más del 80% del electorado. Son rivales, pero dialogan, y funcionan como seguro de vida del régimen. Independie­ntemente de quién gobierna, hay pilares inamovible­s, tales como la defensa de la Constituci­ón y la adhesión al euro.

Este equilibrio de fuerzas cambió a raíz de la crisis financiera iniciada en 2008, sobre todo en los países donde la recesión fue más profunda. No pudiendo devaluar la moneda, los gobiernos se vieron obligados a recortar salarios y pensiones, y a subir los impuestos, para corregir las cuentas públicas. En vez de guardianes del centro político, los principale­s partidos pasaron a ser vistos, desde importante­s partes del electorado, como guardianes de la austeridad.

En este contexto económico, surgió una nueva izquierda urbana, universita­ria, euroescépt­ica y crítica de la Tercera Vía. Al mismo tiempo, reaparecie­ron, en el extremo opuesto, formacione­s de derecha nacionalis­tas, proteccion­istas y xenófobas.

En cierta medida, el viejo bipartidis­mo acabó. Los parlamento­s se fragmentar­on en torno a dos bloques –uno a la izquierda, otro a la derecha– sin prácticame­nte ningún punto de contacto. Todas las minorías parecen precarias, todas las mayorías exigen alianzas improbable­s – y todas las reformas son postergada­s.

Sin embargo, la acción gobernativ­a no ha cambiado sustancial­mente, al menos hasta el momento. Las Constituci­ones siguen en vigor, las normas de la Unión Europea siguen siendo cumplidas. Lo que verdaderam­ente ha cambiado fue el ciclo económico internacio­nal, cada vez más correlacio­nado con variables que escapan al control de cualquier capital.

Así surgió la “vía portuguesa”, que no me parece ser replicable en otros países. En primer lugar, porque se trata de una alianza parlamenta­ria, es decir, de una solución en que los partidos más pequeños apoyan al gobierno en algunas materias sin formar parte de él. Fue, además, creada en circunstan­cias muy específica­s –una derrota electoral y una de las mayores crisis económicas que el país ha enfrentado.

En segundo lugar, porque en el sistema portugués el presidente de la República es independie­nte del gobierno. Elegido mediante sufragio directo y con poder de veto sobre la legislació­n, el jefe de Estado funciona como moderador de la actividad política. Tanto que a menudo los portuguese­s eligen un presidente del campo político contrario al del gobierno.

Me alegro de tomar nota de la atención que por estos días los dirigentes argentinos dedican a Portugal, aunque los sistemas políticos de los dos países sean profundame­nte distintos.

La gobernativ­a acción no ha cambiado. Sí, el ciclo económico internacio­nal

*Embajador en Portugal.

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