CIUDADES SIAMESAS
En Chapel Hill hubo primero una universidad y luego una ciudad que se desarrolló para acompañar el mundo académico. Pegada a ella, está Carrboro, pionera en derechos civiles del estado. stado.
Los de afuera siempre asocian Chapel Hill con Durham, su vecina. Sin embargo, si de buscar parejas se trata, es más lógico emparentarla con Carrboro, el pueblo adyacente que alguna vez fue parte del Lejando Oeste. Es más, hoy en día, pasar de una a otra en Carolina del Norte es casi natural, nadie se da cuenta de que lo hace. Y aunque el encantador pueblo universitario de Chapel Hill es más reservado que su vecino más liberal, ambos tienen en común la predilección por la música en vivo. Entre ellos, ninguno puede competir con el Fridays on the Front Porch, que cada viernes, entre abril y octubre celebra el Hotel Carolina Inn. Se trata de un evento musical gratuito en donde suena música bluegrass de grupos de Carolina del Norte como Big Fat Gap, de Chapel Hill. Interrogue a los locales sobre el mejor lugar para una comida memorable y es probable que le indiquen dónde está Lantern, un restaurante de inflexión asiática que pertenece a Andrea Reusing, un chef
galardonado. Al ordenar, considere los platos más chicos, como dumplings de cerdo y cebollina (US$ 7,5), ensalada caliente de calabaza kabocha con dátiles, lentejas y queso paneer de Chapel Hill Creamery (US$ 12), y un soberbio sundae con natilla congelada de papaya, caramelo de maracuyá y mochi con mantea quemada (US$ 9). Hay dos cosas notables sobre el Mercado de Productores de Carrboro: todo lo que allí se vende proviene de un radio menor a 80 kilómetros y los puestos están atendidos por los propios productores. Si el basquetbol le atrae, debería visitar el Museo de Basquetbol de Carolina, en donde se rinde homenaje a Dean E. Smith, un ex entrenador d del quipo masculino de la universidad. Incluye algunos objetos personales, como unas notas en las que sugiere mejorar a un jugador llamado Michael Jordan, en ese entonces estudiante universitario. Poco más de kilómetro y medio de acera separa el centro de Carrboro del corazón de Chapel Hill, lo que significa i ifi que una excursión de compras en ambos pueblos es algo placentero a pie. Empiece en Vespertine, una boutique de Carrboro que vende tarjetas de tipografía y collares con amuletos de metal reciclado con forma del estado. A una caminata corta en dirección este yace Vinyl Perk, una cafetería y tienda de discos. Eche un ojo a los miles de álbumes mientras espera un café preparado con granos de Carrboro Coffee Roasters. Después, camine sobre Franklin Street, la calle
principal de Chapel Hill, rumbo a la tienda Ackland Museum Store, donde los productos artísticos a menudo se vinculan con las exhibiciones del Museo de Arte Ackland de la vuelta de la esquina. Las leyes estatales de venta de alcohol requieren que los bares que no sirven comida operen como clubes privados. El rigor sobre este punto varía, pero no se sienta sorprendido si en la puerta le cobran una tarifa nominal de membresía (normalmente de US$ 5). Vale la pena pagarla en Crunkleton, un bonito “clubhouse” con animales disecados colgando de la pared, un bar bien surtido y sillones de piel que invitan a la sociabilización civilizada. Si los platos simples son los más difíciles de preparar a la perfección, entonces Neal’s Deli es el más talentoso del pueblo, especialmente en el desayuno. No puede equivocarse con los hojaldrados bisquets preparados con suero de leche y rellenos de salchicha, huevo y manzanas fritas con esencia de canela (US$ 5,25) o con el pastrami de la casa (US$ 3,95). Después, vaya al lado, a Open Eye Café, para disfrutar de un expreso y ver gente. Una muestra representativa de Carrboro desfila por la desparramada cafetería, que también hace de salón de estudio y sala decorada con memes de internet en encaje de aguja y una “corona” construida con tenis. El Jardín Botánico de Carolina del Norte (entrada gratuita) es una ubicación popular para bodas, pero vale la pena visitar el tranquilo lugar. Siga caminos serpenteantes entre jardines apaisados, y pase frente a un tablero gigante de ajedrez con piezas tamaño niño fabricadas con metal reciclado. Después, suba por las Sendas Naturales Piedmont, en los bosques circundantes. Steel String Brewery ha pasado de elaboración casera de cervezas de raíz a cervecería artesanal preeminente de Carrboro. El bodegón del lugar refleja el motivo musical de la cervecería, con un mural enfocado en bluegrass y un bar con forma de cuerpo de guitarra. Pruebe las selecciones itinerantes de cerveza de barril (con suerte, la Manzanita Black IPA y la Rubber Room Session Ale) ordenando una muestra (US$ 6) para beber en el patio.