Perfil (Sabado)

CIUDADES SIAMESAS

En Chapel Hill hubo primero una universida­d y luego una ciudad que se desarrolló para acompañar el mundo académico. Pegada a ella, está Carrboro, pionera en derechos civiles del estado. stado.

- INGRID K. WILLIAMS*

Los de afuera siempre asocian Chapel Hill con Durham, su vecina. Sin embargo, si de buscar parejas se trata, es más lógico emparentar­la con Carrboro, el pueblo adyacente que alguna vez fue parte del Lejando Oeste. Es más, hoy en día, pasar de una a otra en Carolina del Norte es casi natural, nadie se da cuenta de que lo hace. Y aunque el encantador pueblo universita­rio de Chapel Hill es más reservado que su vecino más liberal, ambos tienen en común la predilecci­ón por la música en vivo. Entre ellos, ninguno puede competir con el Fridays on the Front Porch, que cada viernes, entre abril y octubre celebra el Hotel Carolina Inn. Se trata de un evento musical gratuito en donde suena música bluegrass de grupos de Carolina del Norte como Big Fat Gap, de Chapel Hill. Interrogue a los locales sobre el mejor lugar para una comida memorable y es probable que le indiquen dónde está Lantern, un restaurant­e de inflexión asiática que pertenece a Andrea Reusing, un chef

galardonad­o. Al ordenar, considere los platos más chicos, como dumplings de cerdo y cebollina (US$ 7,5), ensalada caliente de calabaza kabocha con dátiles, lentejas y queso paneer de Chapel Hill Creamery (US$ 12), y un soberbio sundae con natilla congelada de papaya, caramelo de maracuyá y mochi con mantea quemada (US$ 9). Hay dos cosas notables sobre el Mercado de Productore­s de Carrboro: todo lo que allí se vende proviene de un radio menor a 80 kilómetros y los puestos están atendidos por los propios productore­s. Si el basquetbol le atrae, debería visitar el Museo de Basquetbol de Carolina, en donde se rinde homenaje a Dean E. Smith, un ex entrenador d del quipo masculino de la universida­d. Incluye algunos objetos personales, como unas notas en las que sugiere mejorar a un jugador llamado Michael Jordan, en ese entonces estudiante universita­rio. Poco más de kilómetro y medio de acera separa el centro de Carrboro del corazón de Chapel Hill, lo que significa i ifi que una excursión de compras en ambos pueblos es algo placentero a pie. Empiece en Vespertine, una boutique de Carrboro que vende tarjetas de tipografía y collares con amuletos de metal reciclado con forma del estado. A una caminata corta en dirección este yace Vinyl Perk, una cafetería y tienda de discos. Eche un ojo a los miles de álbumes mientras espera un café preparado con granos de Carrboro Coffee Roasters. Después, camine sobre Franklin Street, la calle

principal de Chapel Hill, rumbo a la tienda Ackland Museum Store, donde los productos artísticos a menudo se vinculan con las exhibicion­es del Museo de Arte Ackland de la vuelta de la esquina. Las leyes estatales de venta de alcohol requieren que los bares que no sirven comida operen como clubes privados. El rigor sobre este punto varía, pero no se sienta sorprendid­o si en la puerta le cobran una tarifa nominal de membresía (normalment­e de US$ 5). Vale la pena pagarla en Crunkleton, un bonito “clubhouse” con animales disecados colgando de la pared, un bar bien surtido y sillones de piel que invitan a la sociabiliz­ación civilizada. Si los platos simples son los más difíciles de preparar a la perfección, entonces Neal’s Deli es el más talentoso del pueblo, especialme­nte en el desayuno. No puede equivocars­e con los hojaldrado­s bisquets preparados con suero de leche y rellenos de salchicha, huevo y manzanas fritas con esencia de canela (US$ 5,25) o con el pastrami de la casa (US$ 3,95). Después, vaya al lado, a Open Eye Café, para disfrutar de un expreso y ver gente. Una muestra representa­tiva de Carrboro desfila por la desparrama­da cafetería, que también hace de salón de estudio y sala decorada con memes de internet en encaje de aguja y una “corona” construida con tenis. El Jardín Botánico de Carolina del Norte (entrada gratuita) es una ubicación popular para bodas, pero vale la pena visitar el tranquilo lugar. Siga caminos serpentean­tes entre jardines apaisados, y pase frente a un tablero gigante de ajedrez con piezas tamaño niño fabricadas con metal reciclado. Después, suba por las Sendas Naturales Piedmont, en los bosques circundant­es. Steel String Brewery ha pasado de elaboració­n casera de cervezas de raíz a cervecería artesanal preeminent­e de Carrboro. El bodegón del lugar refleja el motivo musical de la cervecería, con un mural enfocado en bluegrass y un bar con forma de cuerpo de guitarra. Pruebe las seleccione­s itinerante­s de cerveza de barril (con suerte, la Manzanita Black IPA y la Rubber Room Session Ale) ordenando una muestra (US$ 6) para beber en el patio.

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FOTOS: THE NEW YORK TIMES / TRAVEL
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A PIE. Es la mejor manera de conocer ambos destinos. Se puede comenzar por Franklin Street, la calle principal de Chapel Hill. Deténgase en Vinyl Parl, una cafetería y tienda de discos (arr.). El paseo por el Jardín Botánico lo pondrá en contacto con la flora local.
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 ??  ?? CODIGO COMPARTIDO. Ambas ciudades financian el transporte público y gratuito para locales y visitantes. Se pasa de una a otra sin notarlo, aun caminando.
CODIGO COMPARTIDO. Ambas ciudades financian el transporte público y gratuito para locales y visitantes. Se pasa de una a otra sin notarlo, aun caminando.

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