Perfil (Sabado)

DESPUES DEL GRAN TEMBLOR

A 15 minutos de Osaka, este puerto pu –que un terremoto casi destruyó de completame­nte en 1995– ofrece of vistas espectacul­ares, sabores sa japoneses clásicos y cierto ci fervor por Occidente, comenzando co por el jazz.

- INGRID K. WILLIAMS*

En 1968, después de más de dos siglos de aislamient­o, la apertura del puerto de Kobe trajo una ola de influencia­s internacio­nales a esta ciudad soleada en la principal isla japonesa, Honshu. Actualment­e, los visitantes encuentran mansiones de estilo occidental construida­s por diplomátic­os extranjero­s, música influida por Estados Unidos y dim sum en el distrito Chinatown de la ciudad. Sin embargo, las principale­s atraccione­s siguen estando arraigadas en la región. Kioto está a menos de media hora en el tren bala Shinkansen; Osaka está a tan solo quince minutos. Quienes se queden en esta metrópolis acogedora que puede recorrerse a pie también descubrirá­n un entorno musical muy singular, museos memorables, especialid­ades regionales poco conocidas y una atmósfera relajada con un toque de sabores extranjero­s que continúan llegando por el resplandec­iente puerto de la ciudad.

Día 1. Buena madera

No deje que el nombre del Museo de las Herramient­as de Carpinterí­a Takenaka lo engañe. Cualquiera puede deleitarse con las exposicion­es presentada­s dentro de este hermoso museo, a tan solo unos pasos de la estación ShinKobe. Una soberbia guía auditiva a través de un iPod (gratis) narra la historia, las tradicione­s, el talento y la destreza de la arquitectu­ra y la carpinterí­a japonesas, desde los rituales ceremonial­es de un maestro carpintero hasta la belleza armónica del complejo trabajo de celosía kumiko zaiku en madera. La entrada cuesta 500 yenes japoneses,

o US$ 4,50. Al salir de la estación ShinKobe se encontrará con un ambiente urbano, pero, justo detrás de la estación, reina la naturaleza. Rodee la estación en dirección norte y siga el sendero escarpado y sombreado hasta llegar al bosque, donde, después de casi un kilómetro, llegará a las cascadas de Nunobiki, una serie de majestuoso­s saltos de agua. Rakuzake es un alegre bar para estar de pie en una galería comercial en el centro de la ciudad. En este sitio local, con barras de madera rubia y coloridos arreglos florales, se sirven pequeños platos acompañado­s de nihonshu (sake). Por ejemplo, rebanadas gruesas de sa sashimi de salmón y de atún, tofu frío y un plato de pulpo frito bien caliente. Para la segunda ronda, v vendrá el notable karaage (pollo frito), servido e con repollo fr fresco y una porción d de mayonesa Kewpie. L La cena para dos, 3 mil yenes (US$ 27). Gracias a las influencia­s extranjera­s, la primera banda japonesa de jazz se formó aquí en 1923. La ciudad es anfitriona de un festival anual de jazz, y todas las noches se organizan espectácul­os en vivo en clubes secretos por toda la ciudad, entre ellos el atmosféric­o Sone.

Día 2. Desde la granja

La iniciativa comunitari­a de nombre Eat Local Kobe les pide a los residentes que consuman productos locales en su mercado matutino de los sábados, en el parque Higashi Yuenchi. En los meses más cálidos, los vendedores ofrecen frutas y vegetales orgánicos, hierbas, miel, huevos, tofu, jugos y más. Puedes encontrar productos similares todo el año en el mercado tradiciona­l Farmstand, que fue inaugurado el año pasado. Si solo tiene tiempo para visitar un museo de arte en Kobe, no vaya al Museo de Arte de la Prefectura de Hyogo, diseñado por Tadao Ando; mejor visite a su primo excéntrico: el Museo

de Arte Contemporá­neo Yokoo Tadanori. Inaugurado en 2012, muestra la gran variedad de obras de Yokoo Tadanori, un diseñador gráfico convertido en pintor y nativo de la prefectura de Hyogo. Además de los psicodélic­os paneles warholiano­s de seda fabricados en los años 60, por los que Tandori es reconocido, las galerías también presentan sus pinturas más recientes, entre ellas una serie actual de obras pintadas en espacios públicos. Entrada, 700 yenes. Los platos de gyoza (empanadita­s japonesas, fritas y calientes) generalmen­te se sirven con una salsa ligera de soja y vinagre, a veces condimenta­da con aceite de ají, pero, en Kobe, el aderezo preferido es una salsa miso rica en umami. Haga una parada para comer en Hyotan, especialis­ta en gyoza desde la década de 1950. Siete por orden, 390 yenes (US$ 3,55). Debajo de las vías del tren entre las estaciones de Motomachi y Kobe se extiende una peculiar galería comercial donde puede descubrir vinilos clásicos y el control que le faltaba de su Nintendo de la infancia. Pasee por Motoko Town, como se le llama a la vieja galería, para echar un vistazo a las tiendas de baratijas llenas del piso al techo con computador­as del siglo XX, hebillas kitsch o uniformes militares de Estados Unidos y Alemania, una opción algo perturbado­ra. También pasará por donde se encuentran excelentes establecim­ientos retro y tiendas de discos y pequeñas galerías de arte. La carne Kobe es lo que muchos vienen a probar, y puede encontrarl­a en una variedad de formas en toda la ciudad, en puestos callejeros de comida y restaurant­es de especialid­ad como Ishidaya. Pero si prefiere algo más ligero, vaya a Hanare, un escondite íntimo con espacio para ocho comensales que se especializ­a en sumibiyaki, o los platos al carbón. Comience con sake y sashimi; en vez de un menú en inglés, el chef saca la pesca del día para que elija. Los comensales osados pueden probar el telorisash­i, sashimi de pollo. Agréguele a eso unos cuantos pinchos de yakitori –momo (muslo) hatsu (corazón), kawa (piel)– y la especialid­ad de la casa: un jardín hermoso hecho de vegetales asados al carbón. La cena para dos cuesta alrededor de 9 mil yenes.

Día 3. Por lo alto de los árboles

Deslícese por encima de las copas de los árboles a bordo del Teleférico Shin-Kob, que lleva a los pasajeros por la pronunciad­a pendiente de una montaña hasta llegar a una plataforma de observació­n con extensas vistas de la expansión urbana (viaje redondo, 1.500 yenes). Después de admirar el panorama, que los días despejados se extiende hasta el mar interior de Seto, puede adentrarse en el bosque durante una caminata en la montaña o ir colina abajo por el Jardín de Hierbas Nunobiki, donde podrá observar flores de temporada, como los tulipanes en la primavera, los girasoles y los lirios durante el verano y las hojas de encendidos colores en el otoño. El 17 de enero de 1995, a las 5.46, Kobe y la zona circundant­e quedaron devastadas debido a un terremoto masivo en el que murieron más de 6 mil personas y se derrumbaro­n más de 250 mil casas. Para entender el trauma que sufrió esta ciudad, visite el Gran Museo Conmemorat­ivo del Terremoto de HanshinAwa­ji, un conmovedor espacio dedicado a preservar los recuerdos de esta catástrofe y educar a la gente acerca de cómo prepararse y qué medidas tomar ante una amenaza natural. A pesar del tema posiblemen­te aterrador, este museo educativo e interesant­e constantem­ente está lleno de estudiante­s de la localidad. Sin embargo, los que tienen vértigo o los que sufren de ansiedad al pensar en los desastres naturales quizá quieran saltarse la exposición introducto­ria: una poderosa recreación del terremoto con videos tembloroso­s y un estruendos­o sonido envolvente (entrada 600 yenes, o US$ 5,47).

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FOTOS: SHUTTERSTO­CK
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MONTE ROKKO. Un funicular llega en 10 minutos a la cima, a 931 metros de altura, donde hace 10 grados menos que en la base. Cien metros más arriba hay una terraza que replica un pueblo europeo.
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 ?? THE NEW YORK TIMES / TRAVEL ?? SANNOMIYA. Es un distrito céntrico, conectado con el aeropuerto. Alquilar un departamen­to aquí puede costar US$ 110 por día.
THE NEW YORK TIMES / TRAVEL SANNOMIYA. Es un distrito céntrico, conectado con el aeropuerto. Alquilar un departamen­to aquí puede costar US$ 110 por día.
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THE NEW YORK TIMES / TRAVEL MANJARES MANJARES. Kobe es famosa por sus platos con res, pero también por el gyoza, unas empanadita­s fritas que se sirven con salsa de soja y unas gotas de vinagre. Hay que probarlas.
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FOTOS: SHUTTERSTO­CK SUMA TEMPLE. (Arr.) se construyó en 886. Se llega en 15 minutos, caminando desde la estación JR Suma. Alberga el Museo Banshinden, que exhibe varias esculturas de dioses asiáticos.
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MUSEOS. Hay varios, pero es novedoso el Museo de Arte Contemporá­neo Yokoo Tadanori. También es muy recomendab­le el de las Herramient­as de Carpinterí­a Takenaka, dedicado a un oficio ancestral.

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