Perfil (Sabado)

- JUAN MANUEL DOMÍNGUEZ

El cine necesitaba de John Wick. Y John Wick necesitaba que el cine quisiera respirarlo de forma afiebrada, casi cómplice, de sus ganas de ser brutalidad sofisticad­a, de ser cine de acción de tres piezas noctámbulo. John Wick es un asesino a sueldo, que retirado tuvo que salir a vengar la muerte de su cachorrito. Desde aquella primera John Wick, Keanu Reeves, su avatar en el mundo real, y el director Chad Stahelski, con experienci­a como doble de acción, generaron la acción menos rápido y furiosa del mundo: truecan los anabólicos, la música de Pitbull y los autos con alma de videogame por algo que decide verse distinto, y, principalm­ente, celebrar la acción física, de dobles, de escenas filosas. En un sentido, esa convivenci­a de ambos mundos define a la acción absurda hoy: de un lado, el Miami y Las Vegas de Rápidos y furiosos, del otro la Nueva York de Wick.

No es una batalla. Son dos formas de crear acción, que definen todo un espectro de posibilida­des: donde R&F se asemeja al mundo del catch, el de Wick es un universo de acción

seca y cool, donde se camufla comedia mientras la proeza física es la que marca todo el potencial del cine. Y ahí es donde Reeves se ha convertido en el perfecto muñeco de acción, una cruza extraña entre lo que hace un experto en artes marciales y una caricatura digna de cómic ultracool. La misma imposibili­dad de Reeves como estrella de Hollywood es la que hace de Wick una perfecta caja negra de sus frustracio­nes, de sus aciertos, de sus fascinacio­nes y de sus posibilida­des como figura de combate articulada.

En esta tercera entrega, la gimnasia es la misma: Wick versus el mundo. Mejor dicho, Wick versus el mundo nocturno, de neón, de una especie de barroquism­o. En los instantes donde eso no sucede, donde se viaja fuera la ciudad, es cuando menos funciona la tercera entrega de Wick. El instinto se mueve a lo Charles Bronson pero los modos son enamorados del cine de acción oriental, de su sentido del espectácul­o, de la entrega acrobática de varios de sus profesiona­les, dando así a John Wick 3 su aura de fiesta en extinción, de club de enamorados de no usar la computador­a para crear lo imposible (que acá implica pelear con caballos en plena vía pública).

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BF DISTRIBUTI­ON GALAN. Keanu Reeves vuelve a ser el asesino a sueldo.

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