INSECTOS Y EMOCIONES
Ovo tiene, casi como parte de la marca Cirque du Soleil, un gran atractivo visual y sonoro: música en vivo, vestuarios coloridos y exóticos, mucho maquillaje. Además, se suman la plasticidad y la imaginería de la coreógrafa brasileña Deborah Colker. Sus movimientos se aplican a personajes que representan una vaquita de San Antonio –un rol protagónico que se centra en lo actoral-humorístico–, moscas y arañas, entre otros seres. Y hay contorsionismo, equilibro sobre una cuerda floja, escalada... Kilian Mongey completa la presentación: “En la historia de Ovo, una pequeña colonia de insectos se ve perturbada por la llegada de un extranjero. Entonces surge una historia de amor entre el extranjero y una joven de la colonia, que se llama Ladybug. Esto crea lazos, vínculos, y toda la colonia verá cómo hacer para vivir juntos. Es un mensaje muy simple de contar y de comprender. En él, mi personaje es un grillo. Hago un mix entre cama elástica y acrobacias muy altas, que suben a alturas que van entre los 3 y los 6 metros, al impulsarme de una suerte de trampolín”.
¿Deporte o arte? ¿Qué diferencia hay? Mongey ofrece pistas para entender los límites entre uno y el otro: “Cuando se está en una competencia, uno debe hacer la acrobacia en función de su nivel de dificultad. Pero cuando soy artista, una acrobacia que quizás es más difícil resulta menos bella a los ojos del público. Lo que importa es escuchar al público y percibir su reacción y ver qué prefiere: por ejemplo, una acrobacia que va muy alto o una que va muy rápido. Poco importa el nivel de dificultad, sino que la acrobacia haga reaccionar a más personas en el público. En el circo, además, hay muchas coreografías, mucha danza, y se cuenta una historia. Por otra parte, en una competencia no se puede mostrar emociones en el rostro; en cambio, cuando estamos en el escenario, debemos tener una emoción positiva o negativa, dependiendo del personaje, y hacerle sentir emociones al público. Es un aprendizaje duro, pero hermoso”.