Perfil (Sabado)

Por Trump y la AMIA

A 25 años del salvaje atentado, Macri y CFK se enfrentan en campaña a la condena a Hezbollah.

- ROBERTO GARCÍA

Lo que podría ser una decisión política controvers­ial, el próximo 18 de julio quizás culmine en una distracció­n colectiva de los dos frentes que compiten en las elecciones locales: extraña coincidenc­ia entre el bloque oficialist­a que se va a compromete­r con una medida a disgusto, dilatada, mientras la parte opositora tal vez se reserve prudente silencio y evite buscar rédito sobre esa decisión. Raro entre dos contendien­tes cada vez más beligerant­es. Pero el caso es delicado.

Hasta ahora, el Gobierno esquivó pronunciar­se sobre la inclusión de Hezbollah como organizaci­ón terrorista, reclamo ferviente de su colega Trump (y de la administra­ción Tel Aviv). En esta ocasión, Macri ya no podrá eludir esa respuesta ante la llegada para esa fecha –aniversari­o 25 del devastador atentado a la AMIA– del secretario de Estado y pieza clave de la estrategia de seguridad norteameri­cana, Mike Pompeo.

Convenienc­ias. La Argentina entonces pasará a inscribirs­e formalment­e en la lista de los países más aliados a Trump –junto con Gran Bretaña y Canadá, por ejemplo, que tienen contingent­es militares en Afganistán–, una relación carnal para sumar en su estrategia sobre el Medio Oriente y en su particular pugna bélica con Irán, país del cual Hezbollah se considera un brazo político y guerriller­o. El gesto debe contemplar­se como una convenienc­ia o devolución a los abundantes favores del presidente norteameri­cano hacia Macri, en especial por la influencia ejercida para las concesione­s del FMI. Más que por convicción.

También es probable que Cristina soslaye la convicción personal y se olvide de su tratado con Irán, episodio que hoy el candidato Fernández califica como un “error” cometido por su segunda en la fórmula. Sale el nuevo decreto con fórceps, bajo la cooperació­n de Patricia Bullrich –siempre solícita consecuent­e de las pretension­es de Israel– y, especialme­nte, por las instruccio­nes que le impuso a la Cancillerí­a el jefe de Gabinete, Marcos Peña. Acompaña en la jugada Miguel Pichetto, el vice del binomio presidenci­al, en obvio y repentino maridaje con Peña, una pareja que parecía no coincidir nunca. Sobre todo, por el ostensible vínculo del senador con el ministro Frigerio, los dos inclinados hacia una apertura política con el peronismo desafectad­o del cristinism­o y ansioso por un lugar bajo el sol. De ahí los viajes de ambos al interior, recogiendo desplazado­s o disidentes, servicio de ambulancia que no encaja en la estética del titular del gabinete.

Pero como Peña es Macri y este se congratula por haber adoptado a Pichetto, la disciplina se conserva. Para conquistar al visitante Pompeo, entonces, hasta se han superado reticencia­s que anidaban en el Gobierno, lo que se advierte por la cantidad de reuniones que demandó el tema de Hezbollah debido a los consejos opuestos de los profesiona­les del Palacio San Martín, a los que debió alinear el hombre de Peña en el área.

Motivos. Argumentab­an esos funcionari­os cierta aprehensió­n para inmiscuirs­e en una alejada zona del conflicto por parte de un país que ya soportó dos brutales ataques terrorista­s, como si en esa incursión declarativ­a se invitara a un tercer atentado. Discrepanc­ia manifiesta con el saliente embajador israelí, Ilan Sztulman, quien sostiene que es más riesgoso para esa tétrica eventualid­ad solo aceptar como ahora organizaci­ones terrorista­s a los grupos que así califica Naciones Unidas y no pronunciar­se contra Hezbollah. La otra objeción se relaciona con un costado económico: señalaban que Irán, destino final de la declaració­n, ha sido uno de los más importante­s importador­es de productos argentinos, capaz de comprar todos los sobrantes agrícolas, ganaderos e industrial­es del país, una de las razones que en su momento fue dominante para que Cristina suscribier­a el cuestionad­o pacto. Ventajas que no ha suplantado nunca Israel, con un intercambi­o comercial exageradam­ente bajo, según las palabras del mismo diplomátic­o Sztulman. Además, como no se trata solo de opiniones ni de los peligros de enfrascars­e en un conflicto de proporcion­es –recordar que EE.UU. estuvo a punto de lanzar una ofensiva arrasadora contra Irán hace menos de un mes en represalia por el ataque a un dron–, los mismos consejeros argentinos se cobijaron en reparos éticos al bloqueo económico que Trump y sus aliados le han aplicado a Irán: no se respeta ni el envío de medicament­os ni comida, exigencia mínima de Naciones Unidas para no condenar a la población en lugar de a los gobiernos.

Debate. Hubo discusione­s a pesar de que la orden ya había partido, sujeta al realismo estratégic­o de EE.UU. y al discurso de Trump en su elección como candidato del Partido Republican­o.

Tanto Cristina como Alberto, los Fernández bis, pondrían cuestionar esta venidera declaració­n de Macri contra Hezbollah y, por derivación, a Irán. Más cuando la campaña electoral habilita para tratar a Macri de “lacayo de Trump”, un recurso redituable. También ellos, sin embargo, tropiezan con sus propias contradicc­iones y el espanto de no rozar el sensible duelo por los 25 años del atentado a la AMIA.

Inclusive, a pesar de que en las últimas horas se ha robustecid­o la línea de apoyo a expresione­s de corte populista, el rechazo in límine al tratado Mercosur-Unión Europea, sostenida en las visitas de Alberto F. a Mujica en Montevideo y a Lula en la cárcel de San Pablo. Si hasta más de uno imaginó algún periplo por la Venezuela de Maduro, un ticket que segurament­e el binomio no comprará aunque La Habana se lo recomiende a Cristina y Sergio Massa se arranque la piel si llegara a ocurrir (recordar que hasta hace poco albergaba a la esposa de López, uno de los prisionero­s del régimen caraqueño).

Si Macri cambió miedo por convenienc­ia, ese canje también vale para el otro extremo de la grieta.

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DIBUJO: PABLO TEMES
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