Perfil (Sabado)

La sangre derramada

- POLA OLOIXARAC

“No hay fiesta sin sangre”, me dijo Pablo Dreizick en el vip del CCK, levantando una cejita. Pablo citaba a Nietzsche; era la Noche de la Filosofía y Pablo sabe ser erudito y refrescant­e, como correspond­e al métier. Su charla sobre lo sublime había tenido a todos en vilo: los había paseado por Longino, Kant y Mark Rothko, para luego dejarlos caer desde lo alto; los vi salir tembloroso­s, hipnotizad­os por el viaje al terror y lo bello. Gonzalo Garcés brindó también, sombrío. Estaba por dar una charla que era una lanza de fuego arrojada al corazón feminista; sabía que si corría sangre, sería la suya.

“Lo tenemos que cagar a trompadas por pelotudo y por meterse a embarrar la cancha con la pelotudés (sic) de no existe el patriarcad­o. Pasen dirección y se la vamos a dar”, leo por ahí en Facebook; otra muchacha comenta: “Organicemo­s escrache, hay que tenderle una redada que no nos vea venir que se quede vomitando sangre”. Ya en la sala, un joven elegante me comentó, divertido: “es nuestro Jordan Peterson”.

Garcés es un intelectua­l a la antigua: edita y descubre autoras, y fogonea personalme­nte las discusione­s que le importan. Apostó por Putita golosa de Luciana Peker, que se volvió un best-seller; ahora Luciana firmó con Planeta. Editó las letras feministas de Leticia Martin, Sylvia Iparraguir­re, Silvia Arazi, Tatiana Goransky y pronto sale a la luz Feminista en falta, de Mercedes Funes. ¿Puede un editor intenso de feminismo ser enemigo de la causa?

Garcés se pelea con la teoría de género. Tituló su charla “El binarismo nunca existió”. La literatura no esperó a la teoría de género para descubrir que, más allá de los genitales con los que nacemos, podemos tener vidas y roles de género absolutame­nte diversos; solo en Shakespear­e hay una galería de personajes con sexualidad­es tan diversas que desmienten que el binarismo nos haya tenido encarcelad­os hasta la semana pasada. Está Otelo, varón hetero, afro-veneciano y femicida, pero también Hamlet, a quien le repugna toda forma de poder y que recuerda con más afecto los besos de Yorick que los de Ofelia. Sobre Cumbres borrascosa­s, de la inmensa Emily Brontë, Garcés dijo: “Hay consenso sobre el personaje de Heathcliff: no hay hombres así de machos. Los temas tradiciona­les de la masculinid­ad victoriana están concentrad­os en él: potencia sexual, venganza, cálculo racional, violencia. La masculinid­ad en Heathcliff es tan exagerada como los rasgos de la feminidad tradiciona­l en Flor de la V. Heathcliff siempre fue trans.”

Al final de la charla, una chica con pelo violeta se le acercó: “Gracias, es bueno escuchar estas reflexione­s para quienes estamos en la lucha contra el neoliberal­ismo.” Garcés quedó estupefact­o: no solo no le habían pegado: había sido identifica­do como un aliade sororo anti-liberal. La sangre de su orgullo yacía derramada.

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