DISNEY VERSUS EL MUNDO
La búsqueda permanente de franquicias que sean un éxito no es una fórmula exacta. Hace poco, Universal se rompió varios dientes ejecutivos al intentar generar un “universo” basado en sus monstruos clásicos, que fueron una de las primeras y más poderosas propiedades intelectuales de Hollywood. Incluso llegó al punto de anunciar sus films, sus talentos (de Tom Cruise a Johnny Depp), y el fracaso de La momia volvió todo a foja cero. Sin ir más lejos, Hombres de negro: Internacional juntaba a una pareja que nacía en Marvel en el cine, la superestrella Chris Hemsworth y Tessa Thompson ha sido una decepción a nivel global (apenas 219 millones de dólares). O mismo la reciente Shaft, que en nuestro territorio Netflix estrenó a semanas de su salida en salas y que reunía en modo comedia de acción a tres generaciones de una misma franquicia. En esos dos ejemplos aparecen dos factores relevantes: la idea actual, popularizada, del éxito de un film a través de sus números de venta (ahí están sus talentos vendiendo en Instagram el reestreno de Avengers: Endgame con ocho minutos más) y los anticuerpos de esta obsesión. No cualquier evento masivo de marketing triunfa. Disney y sus Avengers, sus dibujos animados hechos carne y hueso y sus animaciones están dejando sin oxígeno a las otras franquicias. Pregunten, si no, a X-Men: Dark Phoenix, el fracaso más violento de una saga que está entre las más vendidas de la historia. Las ventanas entre franquicia y franquicia cada vez son menores.