Perfil (Sabado)

Ataque y muerte en Colombia. Tras el anuncio de la vuelta de las FARC, el gobierno mató a nueve disidentes.

El presidente de Colombia envía un “mensaje clarito” tras la aparición de una fracción rearmada. Aunque no peligra la paz, se cuestiona la justicia de transición.

- FACUNDO F. BARRIO

“Ya empezaron a recibir el mensaje clarito”, se congratuló ayer el presidente colombiano, Iván Duque, después de que nueve miembros de un grupo disidente de las ex Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia (FARC) murieran durante una operación de gran escala de las Fuerzas Armadas en San Vicente del Caguán, un antiguo bastión rural de la guerrilla en el sur del país, según informó el Ministerio de Defensa.

El gobierno conservado­r de Duque respondió con agresivida­d militar a la aparición pública el jueves de un grupo de ex integrante­s de las FARC, liderados por el ex jefe guerriller­o “Iván Márquez”, que anunciaron en un video su regreso a las armas y su abandono del acuerdo de paz alcanzado con el Estado.

La aparición de Márquez y su banda generó algunos temores a que se produzca un reagrupami­ento de grupos residuales de las ex FARC en zonas del territorio nacional donde las condicione­s podrían prestarse para cierta agitación armada (ver nota aparte). Duque, heredero forzado de un acuerdo que tiene rango constituci­onal, se está montando sobre esos miedos.

Al comentar los resultados letales del operativo de anteanoche, que incluyó asedio aéreo y bombardeo, el mandatario dijo que uno de los muertos es “Gildardo Cucho”, cabecilla del grupo, y aseguró que “este criminal dedicado al narcotráfi­co, el secuestro y la intimidaci­ón de líderes sociales pretendía ser parte de la estructura amenazante que ayer se presentaba al país como una nueva guerrilla”, en alusión a la fracción de “Iván Márquez”.

Se estima que unas 1.800 personas integran los 24 grupos disidentes de las ex FARC que rechazaron el proceso de paz. La mayoría se dedica al narcotráfi­co y la minería ilegal. El gobierno de Duque empezó ayer mismo a agitar el fantasma de una rearticula­ción entre esos grupos bajo el mando de Márquez.

Jorge Restrepo, director del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac) de Bogotá, relativiza el riesgo. “Muchas de las disidencia­s de las ex FARC viven del crimen organizado, por lo que difícilmen­te les interese unirse a un grupo con perspectiv­a militar como el de Márquez que los convertirí­a en un blanco aún mayor para el Estado”, dice el especialis­ta colombiano a PERFIL; y agregó que tampoco vislumbra un efecto dominó sobre los ex combatient­es que hoy acatan el acuerdo de paz.

“La inmensa mayoría está comprometi­da con el proceso de reincorpor­ación social −afirma Restrepo−. Hablamos de 10.500 ex combatient­es que reciben asistencia alimentari­a, renta básica y capacitaci­ón en educación y formación laboral. Si no reincidier­on hasta ahora, no veo que haya un nuevo gran incentivo como para abandonar su reincorpor­ación”.

El proceso de reincorpor­ación es firme: hubo un “baby boom” entre ex combatient­es

La esencia del proceso de paz son los miles de ex combatient­es rasos. Y el propio gobierno de Duque lleva todo el año diciendo que están cumpliendo masivament­e. Según un informe de La Pulla, un canal de opinión de diario colombiano El Espectador, más de 700 ex guerriller­os desmoviliz­ados

se graduaron en carreras universita­rias, decenas de ellos participan en misiones científica­s y campeonato­s deportivos, cientos trabajan en las zonas de reincorpor­ación, donde realizan actividade­s productiva­s y montan empresas legales y algunos hasta fueron convocados a combatir la deforestac­ión en el Amazonas gracias a sus conocimien­tos sobre la selva. La prensa colombiana incluso dio cuenta de un baby boom entre los ex combatient­es, que salieron de la clandestin­idad y empezaron a tener hijos.

La cúpula de las ex FARC también está mayoritari­amente comprometi­da con el proceso de paz. Su líder “Timochenko” calificó de traidores a Márquez y los suyos. Para las próximas elecciones, el nuevo partido político que reúne a los ex jefes guerriller­os tiene listas en ocho departamen­tos y 60 concejos y candidatos propios para 13 alcaldías.

Impacto. Si la movida de Márquez no parece amenazar el acuerdo de paz, sí tiene un efecto sobre la percepción política y social acerca de uno de sus fundamento­s: la justicia de transición. Al fin y al cabo, Márquez y sus laderos son reincident­es que están libres porque gozaron de los beneficios de la llamada Justicia Especial para la Paz (JEP), una estructura criticada por varios colectivos de víctimas.

“Existe un cuestionam­iento grande de la sociedad colombiana hacia la justicia transicion­al −señala Restrepo−. La aparición de Márquez puede tener un impacto negativo sobre la JEP, que ha mostrado una gran lentitud para responder a las demandas de justicia en la transición hacia el posconflic­to”.

En cuanto a Duque, dinamitar el acuerdo de paz tendría mucho más costo que beneficio para su gobierno. Por ahora, la mayor parte de su partido, el Centro Democrátic­o, está a favor de no radicaliza­rse tanto. Con la excepción de siempre: el ex presidente Alvaro Uribe.

Iván Márquez y sus laderos gozaron de los beneficios de la Justicia Especial para la Paz

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RECLAMO. Las víctimas piden más celeridad en los juzgamient­os.
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FOTOS: AP, DPA Y AFP
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JUEGO DE TRES. El presidente conservado­r Duque mantiene los acuerdos pero promete mano dura contra disidentes como Márquez, quien rompió con su ex aliado Timochenko.
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