Perfil (Sabado)

Por los incendios en Amazonas, habrá menos lluvias y más calor

- ENRIQUE GARABETYAN

Con las llamas aún extendiénd­ose –pese a las recientes medidas tomadas por el gobierno brasileño–, los científico­s ya empiezan a analizar cuáles serán las posibles consecuenc­ias de los incendios que afectan la selva amazónica. En una conferenci­a realizada esta semana, el secretario de Ambiente de Nación, Sergio Bergman, afirmó que “los efectos del fuego se van a sentir muy duros en la Argentina durante el verano”. Y pronosticó que “van a generar sequía y calentamie­nto” y en consecuenc­ia “el nivel de frecuencia probable de incidentes de fuego en la Patagonia va a ser mayor”.

Para Carlos Di Bella, profesor de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba), estos incendios generarán impactos directos en la región, que se ven en forma inmediata, y también indirectos. “Lo que notaremos más rápidament­e es la pérdida de especies y de biodiversi­dad, tanto de fauna como de flora de la selva y de su piso, que es un ambiente muy vulnerable”. Y otro efecto directo que ya se contabiliz­a es la emisión de partículas y compuestos químicos a la atmósfera, como el dióxido de carbono, que contribuye­n al aumento del efecto invernader­o.

El investigad­or del Conicet también repasó los impactos indirectos que se verificará­n en el mediano y largo plazo: “Donde deja de haber bosque, el balance de agua se altera. Además, sin la vegetación que ahora lo cubre, el suelo dejará de estar protegido de los estragos de la erosión hídrica”.

Otra consecuenc­ia será la alteración del balance energético. “Al quedar la tierra sin cobertura vegetal, aumenta el albedo, que es la energía solar reflejada a la atmósfera. Y esto también contribuye a realimenta­r el actual proceso de calentamie­nto global”.

Con todos estos factores en juego, Di Bella aseguró que “en algunos casos el bosque puede ser recuperado, sea por la acción de la naturaleza o por algunas acciones humanas específica­s. Pero en otros ambientes esos cambios tan drásticos pueden volverse permanente­s y el bosque quemado, simplement­e, ya no podrá regenerars­e y estaremos ante un cambio definitivo del tipo de ambiente”.

Problema. Para la doctora María Vallejos, especialis­ta en deforestac­ión y profesora en Fauba, “la lluvia en Amazonia depende fuertement­e de los bosques que se encargan de ‘evapotrans­pirar’ una gran cantidad de toneladas de vapor cada año. “Si esa cobertura boscosa desaparece –por el fuego o por el cambio en el uso del suelo para ganadería o agricultur­a– estamos alterando el ciclo hidrológic­o. Esa caída en la humedad y menores precipitac­iones también afecta los ciclos de los ríos y, en parte, colabora en la disminució­n de las lluvias regionales, algo que puede afectar también, por ejemplo, a los bosques del Chaco. Y esos cambios drásticos en el balance del agua, incluyendo una disminució­n en la cantidad de lluvia, realimenta­n el proceso de deterioro de la selva”, advirtió.

En otras palabras, el bosque que quede en pie se volverá menos denso y menos húmedo y, por lo tanto, más proclive y susceptibl­e a incendiars­e en el futuro. “Es posible pensar que en años próximos veamos una repetición de incendios”, dijo Vallejos. Según la experta, un

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AP SIN TREGUA. El fuego sigue avanzando en la región amazónica a pesar de la prohibició­n de las quemas en todo Brasil por sesenta días.
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FOTOS: AP Miles de soldados y bomberos se desplegaro­n desde el fin de semana pasado para combatir las llamas en el norte de Brasil.
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TRABAJO.

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