Perfil (Sabado)

“A mi viejo lo atropelló un avión”, dice la hija de quien iba en el auto

- MARIANA SARRAMEA

El cúmulo de fuego se elevaba sobre un lado del complejo Punta Carrasco, y los restos del Boeing 737 se extendían sobre la avenida Costanera. Como en una cadena nacional, los canales de televisión mostraban escenas de la nave estrellada. De repente, entre los fierros retorcidos una cámara enfocó algo que parecía ser un auto. Solo quedaban pedazos del paragolpes trasero, pero la chapa estaba intacta. Sentada en el comedor de su casa, Ivanna Ramonino vio la imagen y se descompuso. Era el Chrysler Neón de Oscar, su papá.

El 31 de agosto de 1999 el contador Oscar Ramonino circulaba en su auto por la avenida Costanera rumbo a su casa en Ramos Mejía. Murió minutos antes de las 21 arrollado por el Boeing que nunca logró despegar. Desde su casa en la localidad bonaerense de Lobos, a Ivanna todavía le cuesta entender lo que pasó. “La muerte de mi papá fue más que ridícula. Es una persona pisada por un avión”, dice.

Llegó a Lobos hace nueve años, después de un largo recorrido que la llevó a vivir en Capital Federal, el Conurbano y en la provincia de Córdoba. A los pocos meses de la tragedia dejó Ramos Mejía para mudarse a Parque Chacabuco. Ni su mamá, ni su hermano mayor, ni ella soportaron vivir en la misma casa sin Oscar.

Al tiempo empezó a tomar clases de baile y abandonó la carrera de Administra­ción de Empresas. “El movimiento se fue transforma­ndo en mi forma de hablar”, explica. De Parque Chacabuco se instaló en Florida, en la zona norte del Conurbano. Después de un tiempo no aguantó más.

El barrio queda en un tramo de la ruta que utilizan los aviones que aterrizan y despegan de Aeroparque. El ruido de las turbinas la atormentab­a. Aún hoy le sigue pasando: “Los aviones, los bomberos y las ambulancia­s me angustian”.

Cuando los ataques de pánico se hicieron insoportab­les, dejó Buenos Aires rumbo a San Marcos Sierra, en Córdoba. “Me costó mucho poder estar mejor, y en un momento sentí la necesidad de irme. No soportaba nada de la ciudad”.

Tuvo una hija y encontró en las sierras la calma que necesitaba. “Me ayudó observar que en la naturaleza suceden los mismos procesos que uno vive como humano: nacer, crecer, morir, y todo vuelve a empezar. Entender que hay ciclos me fue llevando a otra calma”, agrega.

Hoy es bailarina y dirige un centro cultural en Lobos, donde enseña a otros a bailar.

“La muerte de mi papá fue más que ridícula: es una persona pisada por un avión.”

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FOTOS: GZA. RAMONINNO
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JUNTOS. Ivanna con Oscar (arr.) y hoy, con su hermano.

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