Perfil (Sabado)

EL TECNICO DE AYER Y DE HOY

- AGUSTIN COLOMBO

En Bahía Blanca, la ciudad en que nació, Sergio “Oveja” Hernández tenía un hábito que aún hoy hace reír al que lo escucha. El entrenador de la selección argentina de básquet que hoy debuta en el Mundial de China pedía permiso a las autoridade­s y, junto con sus ayudantes, ponía un hilo en la puerta de salida de cada colegio bahiense. El hilo lo ponía a un metro y ochenta y cinco centímetro­s del piso. Si alguno de los alumnos que salían alborotado­s de su casa de estudios lo rozaba con su cabeza, al instante era abordado por dos o tres personas –Hernández y sus ayudantes– que intentaban convencerl­o para que fuera a probarse a Villa Mitre o a algún club de la zona. Conseguir altura en Argentina, dice Hernández, es un trabajo que requiere estar atento las 24 horas. Hace dos años, cuando PERFIL lo entrevistó en un bar del Centro porteño, lo dejó clarísimo: “Si yo ahora veo a un pibe de dos metros, me voy de la entrevista para pedirle los datos”, dijo.

La situación sintetiza el metodismo y las ideas del técnico que dirigió a la Generación Dorada en los Mundiales de Japón 2006 y Turquía 2010, en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, y que desde 2015 volvió para cerrar el mejor tramo histórico del básquet argentino y comenzar una nueva época: la época

post Emanuel Ginóbili.

Para Hernández, la situación de ahora es inversa a la de 2006, cuando era mucho más joven y dirigía a estrellas que brillaban en las mejores ligas del mundo. “Asumí que iba a ser un liderazgo raro. Los entrenador­es tenemos el ego bastante por las nubes. Lo normal es que un entrenador tenga ascendenci­a sobre los jugadores y que sea su guía. Cuando yo tomo ese equipo, salvo Leo Gutiérrez, el resto jugaba en Europa o en la NBA. Y yo dirigía a Boca Juniors. Fue extraño. Ahí tenés dos opciones: decís: ‘Soy el entrenador y acá se hace lo que yo digo’, y chocás la Ferrari sin ninguna duda; o aceptás y comprendés que no perdés autoridad si tenés a tus jugadores como base de datos principal”, recordó hace unas semanas, en su ciudad, en una charla que dio en el auditorio Luis Caronti de la Biblioteca Rivadavia.

Ahora, Hernández vive otra situación: tiene que construir una nueva era, con Luis Scola y Facundo Campazzo como referentes dentro de la cancha, y con un equipo que tendrá la imposible misión de no añorar a una generación que marcó a fuego una época para los amantes del básquet. “El mayor triunfo de un entrenador es construir identidad. No porque sea un idealista y no me interese ganar. Me gusta ganar y para eso hay que tener un sello, sentirse bueno haciendo algo. Lleva tiempo encontrarl­a, a veces no se sabe cuál es y a veces no ocurre; pero lo importante está en la búsqueda”, definió el Oveja el otro día en Bahía Blanca. Será su principal misión en China: consolidar una identidad. Algo que sabe que es más fácil por el camino que marcaron Ginóbili, Nocioni, Oberto, Scola y compañía. Se lo dijo a PERFIL hace dos años. Y lo sostiene ahora: “El legado de la Generación Dorada, fundamenta­lmente, es de valores e identidad. La Selección transmitió siempre valores como generosida­d, honestidad, compromiso, compañeris­mo. Y después creó una identidad de juego. El deporte de alto nivel tiene ciencia, pero esa ciencia la tenés que acomodar a tu naturaleza. El argentino tiene una manera de jugar, de ver”. El tiempo pasó, pero eso, más allá de los resultados, será lo que se verá en China desde hoy.

EL DE CHINA SERA EL TERCER MUNDIAL DE HERNANDEZ AL FRENTE DE LA SELECCION ARGENTINA

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PABLO CUARTEROLO IDEAS CLARAS. El entrenador dice que el mayor desafío de su tarea es “construir identidad”.

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