Un faro para la vida llamado Bruce Springsteen
En una clasificación apurada, casi de mudanza urgente, se podría poner La música de mi vida en la misma caja, reciclable, donde están ahora la exitosa Bohemian Rhapsody o el fracaso de Rocketman. Es decir, podría considerarse parte de la nueva ola de films que toman una figura musical real, su obra, y la hacen epicentro de su dinámica, su estética y su parámetro de expectativas. Pero aquí la variante es que la música de Bruce Springsteen funciona como marco de referencia y como motor argumental, y aunque tiñe todo el relato (por momentos asemejando ideas de musical en potencia), lejos está del biopic mediocre que se encuentra más cerca de Wikipedia que de cautivar con su falsa verdad.
Aquí Springsteen aparece casi como un santo en la vida de un joven hijo de pakistaníes que vive en un suburbio del Reino Unido a finales de los años 80. Javed (Viveik Kalra) descubre su música justo cuando empieza a entender que su familia no esta ahí para entenderlo. Y de repente, como un rayo, las canciones de Bruce Springsteen iluminan su vida,
y la película de la directora de Bend It Like Beckham (otro film que creaba una presencia luminosa de un figura de la cultura popular) se tiñe toda de esa obra musical. Pero su principal virtud, una que no esconde sus intencionales deseos de ser grasa, es capturar con un anzuelo romántico un poco edulcorado ese instante donde algo, sin importar que haya nacido en los Estados Unidos, nos habla. Ese instante en que descubrimos quiénes somos a partir de lo que escuchamos; en que el arte nos ayuda a cincelar el tipo de persona que necesitamos ser cuando el mundo pareciera ser todo lo opuesto a una canción. Es en ese sentido donde Chadha realiza el camino opuesto a tanta biopic demagógica: demuestra todo lo que el arte puede ser cuando es algo que descubrimos nosotros, que nos llega cual botella flotando en el mar, casi por un designio que no es otra cosa que suerte. Entonces, sí, de forma ligera, sí, de forma adolescente (de esa forma que el cine tan solo puede serlo) y orgullosa, La música de mi vida exagera felicidades, altas fidelidades y límites de aquello que uno siente que lo define cuando en la realidad solo permite que nos descubramos y nos descubran.