TODO A PULMON
Cuando todavía casi nadie hablaba de sustentabilidad, el arquitecto César Manrique transformaba la geografía de esta isla respetando el medio ambiente. Un city tour recorre su obra.
Luego de estudiar en Madrid y Nueva York, el arquitecto César Manrique regresó a Arrecife, su ciudad natal, y el destino de la isla canaria Lanzarote, se transfoirmó para siempre. Hizo limpiar la laguna con agua de mar estancada que siempre le había resultado apestosa, la atravesó de puentes y la rodeó de palmeras. Y así nació un paseo marítimo. “Lanzarote es, por supuesto, más que César Manrique. Pero nuestra isla no sería la misma sin él”, afirma Oscar Pérez, encargado de la Oficina de Cultura.
“Fue y sigue siendo nuestro mejor embajador internacional. Con sus obras arquitectónicas y su lucha por un turismo sostenible le imprimió como ningún otro una imagen propia a Lanzarote, manifiesta el funcionario. César Manrique habría cumplido cien años en 2019. Por eso, su isla natal celebra su centenario con cientos de eventos culturales. Una serie de exposiciones, conferencias, puestas teatrales, conciertos y documentales están
dedicados al gran artista lanzaroteño.
Cuando Manrique regresó a Lanzarote en 1968, despertó a la isla de su letargo. “Eramos una isla pobre, sin turismo, y vivíamos de la agricultura y la pesca. Los que podían se iban a Gran Canaria o Tenerife, donde ya había empezado el boom turístico”, recuerda Esteban Armas, colega y amigo. “Pero donde nosotros solo veíamos páramos desolados, César veía belleza”, destaca el arquitecto. Un ejemplo es el túnel de lava de Jameos del Agua, generado por la erupción del volcán de la Corona hace 3 mil años. Con su lago salado, su flora subtropical y una cueva donde tienen lugar los conciertos y los eventos culturales, es una de las mayores atracciones turísticas de la isla. “Antes era un pozo en el que la gente tiraba su basura”, describe Armas. Otro ejemplo es el Jardín de Cactus, una cantera en desuso que Manrique transformó en un gran jardín diseñado con cientos de especies de cactus de todo el mundo. Otro de los sitios más visitados es el Mirador del Río, excavado en los acantilados, que ofrece una vista panorámica de la isla La Graciosa.
Los turistas que llegan a Lanzarote admiran las esculturas del artista, entre ellas, el Monumento al Campesino, que rinde homenaje a los trabajadores del lugar.
En 1975 César Manrique creó además, el Museo Internacional de Arte Contemporáneo (MIAC) en la fortaleza militar de San José, también en Arrecife. Con el paso del tiempo, las obras arquitectónicas de Manrique atrajeron a un número creciente de viajeros, que comenzaron a hacer excursiones diarias a Lanzarote desde las vecinas
islas de Tenerife o Gran Canaria. Entonces comenzó la construcción de los primeros hoteles. Mientras la industria del turismo percibió que esta isla canaria rocosa podía convertirse en una gran fuente de dinero, a César Manrique lo apoderó el miedo. Y aunque fue él quien realmente puso en marcha la maquinaria, también quiso evitar que Lanzarote cometiera los errores de sus islas vecinas del archipiélago canario. En los años 80, Manrique recibió el encargo de construir hoteles y complejos turísticos ecológicamente ejemplares en Costa Teguise, sobre la costa este de la isla española. Allí, la Playa de las Cucharas es un destino muy popular para practicar deportes y de hecho, se desarrolló un Parque Acuático. Pero pronto la industria se centró más en la cantidad que en la calidad y esto causó el rechazo del artista, quien no solo organizó protestas sino que usó su fama para repudiar en medios internacionales a los “especuladores codiciosos y políticos miopes que estaban a punto de destruir la isla”. Uno de sus máximos aliados fue su amigo de juventud Pepín Ramírez Cerdá, el primer presidente del Cabildo insular (1960-1974). Con la ayuda de Cerdá, Manrique consiguió que los nuevos edificios no fueran más altos que las palmeras. Gracias a sus esfuerzos, toda la isla fue declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco, poco después de su muerte en 1993. De esta manera, se evitaron en gran medida las construcciones que dañaran el medio ambiente. En su lucha contra el turismo desenfrenado, las fiestas nocturnas y los grandes edificios, el arquitecto también se ganó muchos enemigos. Algunos políticos incluso quisieron declarar al ciudadano más ilustre de la isla persona no grata, relata Bettina Bork, una arquitecta alemana que vive en la isla desde hace más de 30 años. “César era una persona cariñosa y sensible. Pero cuando se trataba de defender a su isla, también podía exasperarse mucho y convertirse en un verdadero dolor de cabeza para los que no hacían las cosas correctamente”, afirma Bettina Bork, una amiga. En Haría, cerca de la antigua casa de Manrique, la arquitecta dirige su centro de Arte de Obra, donde reúne un sitio cultural y casa de huéspedes. Con su Sociedad Haría, Bock continúa la lucha del artista por un turismo sostenible.
La casa que él mismo se construyó en 1968 se llama Taro de Tahíche y aprovecha el espacio natural de cinco burbujas volcánicas. Es la actual sede de la Fundación César Manrique y puede visitarse para apreciar parte de la obra del artista.