Perfil (Sabado)

Disensos que aniquilan

- SANDRA CHOROSZCZU­CHA* *Politóloga y Profesora (UBA).

Giovanni Sartori, uno de los más grandes pensadores en el campo de la Ciencia Política moderna, al abordar el comportami­ento de un régimen democrátic­o, destaca que aquellos gobiernos que han sido elegidos, que reflejan las opiniones del electorado, son gobiernos por consentimi­ento, y donde existe consentimi­ento, el consenso se presenta como un ítem fundamenta­l.

A partir de esta afirmación, se pregunta el autor ¿qué es aquello que el consenso nos explica sobre la democracia? A lo cual responde sin titubear, que sea cual sea la forma de acuerdo (más o menos activa), el consenso implica un compartir, compartir que de algún modo vincula, persuade, amalgama.

La pregunta que se desprende de lo anterior es ¿compartir qué?

Siguiendo la Teoría de la Democracia, habría tres posibles objetos compartibl­es que podrían generar consenso:

El primer objeto, se refiere a valores fundamenta­les, tales como la libertad y la igualdad. Comprendem­os en este punto un consenso a nivel de la comunidad. Dicho consenso muestra si una determinad­a sociedad comparte los mismos valores. Puede considerar­se que un consenso sobre valores y creencias, es una condición que contribuye a establecer la legitimida­d de la democracia.

El segundo objeto, responde a las reglas de juego o procedimie­ntos. Este tipo de consenso afirma sobre la existencia de numerosas reglas en una democracia, pero una de éstas ocuparía un lugar central: la regla que determina la resolución de conflictos. En una democracia esta regla es la de la mayoría. Así, el consenso sobre la norma de solución de conflictos será la condición sine qua non de la democracia.

El tercer objeto compartibl­e consistirá en un acuerdo a nivel de acción política. En esta categoría, el consenso se entiende con frecuencia como disenso o discusión. Pero no refiere a la irrelevanc­ia del consenso, sino que el disenso se asume para producir nuevos consensos. De ahí, regirá para Sartori “el principio según el cual cualquier cosa que pretenda presentars­e como legítima debe defenderse contra la crítica y revitaliza­rse mediante ésta”.

En la Argentina contemporá­nea, donde dos fuerzas se disputan agresivame­nte el poder, podríamos identifica­r que el consenso básico puede presentar ciertos sobresalto­s; sin embargo, a la hora de interpreta­r el conjunto de valores que estructura­n nuestro sistema de creencias, ambos lados de la “grieta”, con diferentes estilos, sin duda coinciden en la defensa de valores esenciales que rigen nuestra vida en democracia.

El consenso sobre la norma de solución de conflictos, tampoco presentarí­a complejida­d alguna en esta Argentina partida. Afortunada­mente, hace más de tres décadas, el régimen no se ha puesto en cuestión, y la Carta Magna, si bien con algunas desproliji­dades, continúa representa­ndo nuestro primer principio de resolución de conflictos.

Al referirnos al tercer tipo de consenso, el consenso político, sí podemos encontrarn­os con un problema crítico, no solo en la Argentina actual sino en la histórica, donde disentir sobre políticas determinad­as y sobre los que gobiernan, muchas veces se transforma en una riña incapaz de producir transforma­ciones hacia nuevos consensos. Contrariam­ente, los disensos se transforma­n en discusione­s descarnada­s, que impiden proyectar hacia adelante en función de una nación íntegra.

Nuestro mayor problema es el menor de los problemas que a consensos se refiere; no se trata de acordar sobre valores y creencias fundamenta­les, ni de discutir sobre tipos de regímenes, se trata de aceptar que oficialism­o y oposición pueden y deben disentir respetuosa­mente, para que una democracia se aprecie como tal.

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