El horror que se niega a ser pasado
Secuela de la taquillera producción de 2017, el argentino Andy Muschietti vuelve a demostrar en esta segunda parte, que es un cineasta con inagotables recursos fílmicos. El director de Mamá es un hábil prestidigitador de imágenes y cómo concatenarlas, para, como en este caso, reflotar un éxito. Y lo cierto es que entre la primera It y ésta se abre un extenso bache.
Si en la primera la ingenuidad de la niñez al enfrentarse con una temible criatura como el payaso de las alcantarillas, resplandecía en su contenido, acá las sorpresas sólo están incentivadas por los trucos de innumerables e imposibles de seguir efectos especiales, con la intención de despertar un terror que nunca llega a ser tal.
Si bien el temible Pennywise se mimetiza en monstruosas formas y filosos dientes, ya no despierta tanta aprehensión como en la primera. Lo mismo sucede con los varios monstruos y monstruitos de utilería que intentan potenciar una trama que agota más de lo que sorprende. Aunque hay que reconocer que el mayor entretenimiento radica en el lenguaje
narrativo de Muschietti, que le otorga un contenido más fantasmal a los personajes y situaciones, sumado a ese mínimo tiempo que se toma, en algunos casos para mostrar una imagen y otra, las que parecieran ir modificándose al ritmo casi del pestañear de los ojos, despiertan asombro y admiración.
Si el guión se potencia al comienzo y al final y contiene tres instantes intensos, dos referidos a extremas situaciones de violencia de género y una tercera con la aparición de un muy complacido Stephen King frente a cámara, igual que el mismo Muschietti a lo lejos en una tienda, la parte central del film es una retórica de imágenes que refieren al presente y el pasado de los siete perdedores y sus terrores psicológicos de larga data que no aportan demasiado interés cinematográfico, aunque sí lo pueden hacer en la novela.
¿Qué más se destaca del film? El muy logrado ensamble entre el pasado y el presente de los siete amigos. Aunque lo sorprendente es la parafernalia de efectos, sonido y fotografía, poco es lo que aportan las actuaciones, con excepción de Bill Hader, conocido por la serie Barry, tal vez por sus aportes cínicamente humorísticos.