Perfil (Sabado)

- JUAN MANUEL DOMÍNGUEZ

La primera película en inglés de la directora francesa Claire Denis es un intento de su parte, un poco atolondrad­o en sus intencione­s, de generar algo distinto: producir un relato de sci-fi sentido, crudo, pero que al mismo tiempo, de reojo, desafía la estandariz­ación de Hollywood desde su caligrafía, la forma en que escribe en pantalla lo que otros animan con CGI. El problema es que termina siendo en muchos instantes más Goliat que David, menos libre y más gestual, incluso cuando no se puede negar que, al menos, posee un alma (encarnada

sobre todo en Robert Pattinson) y también su sistema nervioso (Denis quiere ser distinta, más por naturaleza que por superficia­l, pero el sci-fi es un género donde sobran francotira­dores sensibles, camuflados y fascinados con la belleza torpe de la humanidad: es un desafío distinto al de sus habituales infiernos). Denis es brutal, y lo es de una forma que casi nadie en el cine puede serlo hoy, mezclando una idea de, otra vez, belleza con una aspereza inmediata, casi animal (si no fuera tan sentida).

Aquí su distopía se presenta, coherentem­ente, áspera, casi irritante en su diseño. Y entre sus personajes, Denis pareciera obsesionar­se, como muchos otros, con el vacío, con el espacio como centro operístico, casi romántico, de todo aquello que sucede en sus personajes y sus agujeros negros, con la desolación como única sensación y como todo que nada deja de cubrir (incluso hasta el infinito y más allá). En esa decisión, no tan extraña al género espacial desesperad­o ni a Pattinson, es donde High Life encuentra sus mejores latidos, su forma más natural de ser genial sin iluminar con carteles de neón sus decisiones (ahí esquiva la maldición casi fastuosa de ciertas odiseas del espacio). Pattinson es quien se lleva el espacio en su personaje, y en él, y Denis lo sabe, su cine es más permeable, menos esfinge, más furioso y necesitado de un gesto de cariño (de sus pares, del mundo que dejó, del espacio que lo condena). Para una película obsesionad­a con ese aislamient­o, y que supera los ornamentos reglamenta­rios del género, el real hallazgo es depositar en Pattinson todo el peso de esa maldición que es la humanidad y su eterno flotar, quiera o no, sea una condena o un milagro de ciencia, en el espacio.

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MACO CINE BUSQUEDA. El film intenta ser distinto a los tanques de Hollywood.

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