Perfil (Sabado)

DILEMA GALAPAGOS

- ADAM POPESCU*

En los últimos años se detectaron especies invasoras adheridas a los cascos de los barcos turísticos; además hay pesca ilegal. Sin embargo, ambas cosas as sostienen la economía de las islas.

El archipiéla­go es un pequeño mundo en sí mismo”, musitó el joven Charles Darwin en su estudio de Londres, en 1839. Cuatro años antes, el aspirante a naturalist­a había pasado cinco semanas en las islas Galápagos, ubicadas a unos 970 kilómetros de la costa de Ecuador. Llevado por la “extrema docilidad” de las especies que encontró, no era el visitante ideal según los estándares actuales: se subió a la espalda de tortugas gigantes y “arrancó una cuña de la rama de un árbol” con el cañón de una pistola. Hoy en día, ese “pequeño mundo” es naturaleza con marca propia que atrae un número creciente de visitantes de todo el mundo, que quieren ver pájaros de patas azules, iguanas marinas que nadan junto a pingüinos ecuatorial­es y las tortugas gigantes que dan su nombre al archipiéla­go. Según el Observator­io de Turismo de Galápagos, 241.800 personas visitaron las islas en 2017. Una década anterior, solo habían ido 173.419 personas. La mayor parte de este incremento se debe a que en esos años los turistas comenzaron a volar hacia las islas de Baltra o San Cristóbal, donde contratan un tour para aproximars­e a los puntos de interés de Galápagos en vez de ir en crucero costoso, como se hacían antes. Con vuelos redondos desde Quito, por US$ 400 y hostels de US$ 20 la noche, este destino ya no es solo para turistas exigentes.

Para el Parque Nacional Galápagos, que utiliza una porción del arancel de US$ 100 que pagan los turistas extranjero­s (US$ 6 los ecuatorian­os) para ver el 97% de las islas vírgenes, el turismo de base terrestre (desde Baltra o San Cristóbal) deja más fondos. Pero esto no significa que los conservaci­onistas (incluida la Unesco) no estén alarmados por la falta de controles sobre los visitantes terrestres. Los crucerista­s, en cambio, están limitados por el espacio disponible en los barcos; el año pasado arribaron setenta barcos con espacio para 1.700 pasajeros. Más gente en las islas significa más presión sobre la infraestru­ctura existente, usurpación de los hábitats animales e invasión a las especies vegetales. “Simplement­e, no es sustentabl­e que el turismo de base terrestre sea ilimitado en este ambiente frágil”, dice Jim Lutz, presidente de la Asociación Internacio­nal de Operadores turísticos de Galápagos. Al boom turístico se suma el cambio climático, la a pesca legal e ilegal egal y otras

Los turistas dejan cientos de millones de dólares cada año, un ingreso que sostiene a miles de personas. Sin embargo, contaminan tanto como la pesca ilegal y las especies invasoras.

amenazas a unas islas son un microcosmo­s que desafía la conservaci­ón. Además de los visitantes, viven 25 mil pobladores permanente­s, la mayoría residentes en Puerto Ayora, en la isla de Santa Cruz, y se sostienen con el turismo. Sobre la avenida Baltra, varios puestos ofrecen ceviche y sopa de pescado mientras los kioscos promociona­n excursione­s ecológicas de día. Es difícil saber cuán eco friendly sean, pero por su naturaleza tal vez sean las de menor impacto ambiental. Llevan gente por la selva, hacia plantacion­es de café y al cráter del volcán Los Gemelos. Ge Otros ofrece ofrecen un viaje en bote o pequeños yates ( (los precios, unos U US$ 200). Tam También se pu puede alquilar un una bicicleta po por US$ 15 yv y visitar el pueblo pue dormido de B Bellavista, que ti tiene túneles de la lava cavados po por años de e emanacione­s. Hay taxis blancos que te llevan p por un dólar, pero tomé un bus por 50 centavos y saqué la cabeza por la ventanilla. Finalmente, vi tortugas gigantes a los costados del camino. Llegué a contar 12 y abandoné cuando vi que los turistas las alimentaba­n, algo prohibido. La hotelería también creció drásticame­nte en la última década: de 65 a 300 establecim­ientos, con precios que van de ganga de mochilero a US$ 900 la noche. Finch Bay (US$ 800) es uno de los más antiguos y parece una postal de Malibú. La playa adyacente está impecable, porque la limpian a diario: “No se imaginan cuánto plástico y basura le sacamos cada día”, dice el mánager Renato Vasconez. Y agrega que “a menudo se encuentran pájaros muertos envueltos en redes de pesca”.Se necesita ir en barco a las islas próximas, por eso aún los turistas terrestres terminan contratand­o empresas como Lindblad o Quasar, que no son baratas, pero sus guías son naturalist­as y, al ser empresas grandes, pagan suficiente­s impuestos a la Fundación Charles Darwin y a los Scouts Galápagos.

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FOTOS: SHUTTERSTO­CK
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DESCONTROL. El Parque Nacional no tiene suficiente­s botes para monitorear las lanchas de pesca que buscan atún y otros peces, con redes no permitidas­que dañan la fauna marina, sobre todo a los lobos marinos y reptiles. Aquí viven 25 mil personas y llegan 250 mil turistas por año; en 1938 solo vivían 700.

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