Perfil (Sabado)

Viaje a Tailandia y Japón con toque familiar para Francisco

El Papa verá a una prima que es misionera católica en territorio tailandés desde 1966. También visitará Hiroshima y Nagasaki.

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El papa Francisco viajará en noviembre a Tailandia y Japón, un periplo inédito para un pontífice desde hace casi cuatro décadas, y visitará Hiroshima y Nagasaki, donde reiterará sus adver tencias contra el peligro de una guerra nuclear.

Se trata del 32º viaje del Papa desde el inicio de su pontificad­o, hace seis años y medio, un periplo que tiene la bandera del diálogo interrelig­ioso, si se tiene en cuenta que los cristianos en ambos países son una pequeña minoría.

También dará un mensaje de paz y desarme, con el paso por dos ciudades que simbolizan la catástrofe causada por la bomba atómica.

El papa argentino, de 82 años, será recibido en Tailandia del 20 al 23 de noviembre, y luego, del 23 al 26, en Japón, dos países de mayoría budista, anunció ayer la Santa Sede en un comunicado.

La Conferenci­a Episcopal de Tailandia dio por su parte una rueda de prensa en Bangkok. Su portavoz, Joseph Anucha Chaiyadej, precisó que “se organizarí­an dos misas” en la capital tailandesa. En ese país, una prima de Bergoglio, Ana Rosa Sívori, es misionera desde hace más de cincuenta años.

Cuarenta años. Con su viaje, Francisco se convertirá en el primer papa en visitar esos dos países de Asia en casi cuarenta años, luego de los que Juan Pablo II realizó a Japón en 1981 y a Tailandia en 1984.

Tailandia es de mayoría budista, igual que Japón, donde también predomina el sintoísmo. En estos dos países, la comunidad católica representa una ínfima minoría de la población.

Los cerca de 388 mil cristianos de Tailandia se encuentran en el norte del país, especialme­nte entre algunas minorías étnicas, como los jarai y los akha.

Otras etnias cristianas que huyeron de persecucio­nes religiosas, como en el Vietnam comunista, se refugiaron en el reino.

El Pontífice ha expresado en varias ocasiones su fascinació­n por Japón, adonde durante su juventud quería viajar como misionero, un proyecto que tuvo que abandonar tras una operación en el pulmón.

En el libro El jesuita, declaró haber sentido “el deseo de ser misionero en Japón, donde los jesuitas siempre han hecho un trabajo muy importante”.

En Japón hay unos 450 mil católicos, de los 127 millones de habitantes del archipiéla­go.

Allí, Francisco visitará Hiroshima y Nagasaki, donde, en agosto de 1945, la bomba atómica dejó 140 mil y 74 mil muertos respectiva­mente.

Francisco también ha mencionado muchas veces el peligro de una guerra nuclear.

En enero de 2018, a bordo del avión que lo llevaba a América Latina, hizo distribuir a los periodista­s una tarjeta con una foto, tomada en 1945 tras la explosión de la bomba atómica en Nagasaki, que mostraba a un niño japonés cargando a su hermano muerto en la espalda. En el reverso de la tarjeta, estaba escrito a mano: “El fruto de la guerra”.

En aquel momento, cuando se produjo una falsa alerta de un ataque de misiles en Hawai que sembró el pánico, el Pontífice declaró: “Creo que estamos en el límite. Tengo realmente miedo. Bastaría un accidente para que todo se precipite”.

La visita a Tailandia también es simbólica puesto que el reino celebra los 350 años de la primera misión católica en el país, establecid­a por el papa Clemente IX. “El Papa viene aquí para celebrar el 350º aniversari­o de la presencia católica en Tailandia. Es muy importante”, dijo el vocero de la Conferenci­a Episcopal.

“Los católicos no son muy numerosos en este país, pero la influencia del catolicism­o es muy importante, sobre todo en la educación, en las obras de caridad. Este viaje es una buena cosa para el conjunto de los tailandese­s”, agregó.

Reunión familiar. El viaje a Tailandia también permitirá a Francisco volver a ver a una de sus primas, Ana Rosa Sívori, que lleva más de cincuenta años como misionera en ese país, donde hoy es la vicerrecto­ra de la escuela católica Santa María, en Udon Tani, una localidad 570 kilómetros al noreste de Bangkok.

La religiosa, nacida también en Buenos Aires y que comparte con el Papa un bisabuelo, adelantó: “Estaré a su lado durante toda su visita a Tailandia”, y “muestra su voluntad de intensific­ar el diálogo entre las otras religiones”.

La hermana Ana Rosa tiene 77 años y llegó en 1966 a Tailandia, donde trabajó como misionera en varias zonas del país.

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AFP EXPECTATIV­A. Tailandia es un país de mayoría budista, pero muchas escuelas son católicas.
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AP HERMANA ANA ROSA. Es misionera y vicerrecto­ra de un colegio.

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